A continuación trato de reseñar algunas de las lecciones económicas e institucionales que nos dejaron las políticas liberales de los 90 y el ciclo populista que está llegando a su fin, para dar pistas de por dónde deberían venir los elementos de la síntesis a ensayar.
¿Qué lecciones nos dejó el ciclo liberal de los 90? Es clave mantener un tipo de cambio competitivo, y para esto debemos tener un régimen cambiario flexible y superávit fiscal que permita intervenir con recursos genuinos. Los regímenes cambiarios fijos que generan un tipo de cambio atrasado sostenido por hiperendeudamiento externo junto con apertura económica de shock son destructivos del aparato productivo y terminan con alta desocupación y reestructuración de deuda. La experiencia populista está ensayando el uso del tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, una vez más, y su atraso está mostrando los resultados de siempre.
♦ Un sistema bimonetario con descalce de monedas en los pasivos del sector público y privado, es decir, deudas en dólares e ingresos en pesos, determina que, frente a una devaluación, el impacto sobre los balances quiebra al sector privado y lleva al default al sector público. Ausencia de un Banco Central prestamista de última instancia y exceso de deuda en moneda extranjera conducen a crisis de moneda.
♦ En recesión, un ajuste de gasto y reforma del mercado de trabajo, que permita generar caída de salarios y deflación para recuperar competitividad y crecer, es inviable económica, social y políticamente. Son poco probables las deflaciones, pero si ocurren llevan a la depresión y la pobreza generalizadas. Tampoco se verificaron los “ajustes expansivos” que harían bajar el riesgo país, recuperar confianza y volver a ingresar capitales que inflarían la demanda y recuperarían el crecimiento.
♦ Se debe tener amplias redes de contención social frente a la desocupación, un sistema universal y público de protección social y políticas contra la pobreza. La falta de un seguro de desempleo, la privatización del sistema de seguridad social y la ausencia de políticas contra la pobreza incrementan la marginalidad y los niveles de desigualdad con consecuencias económicas y políticas.
♦ El desarrollo económico y el equilibrio territorial con presencia de un amplio tejido de pymes no surge espontáneamente de la combinación “mercados libres desregulados + privatización + apertura externa”, como sostenía la idea del piloto automático. Sin políticas industriales, de pymes y desarrollo regional, tecnológicas y de innovación en las que el Estado dé direccionalidad al proceso, resultante del diálogo público-privado, no hay posibilidad de una diversificación productiva inteligente distribuida territorialmente.
♦ La independencia de la Justicia y de los organismos de control (no cooptados por las empresas ni por la militancia) es esencial para asegurar el bienestar y el ejercicio de los derechos económicos de todos los ciudadanos. Gran daño implicó la mayoría automática de la Corte Suprema de Justicia y la cooptación privada de los órganos de control de las privatizadas.
¿Qué aprendimos de estos últimos años de populismo? El respeto y la jerarquía de las instituciones importan para el funcionamiento de la economía. Hay muchos casos de deterioro pero citaré los dos más emblemáticos. El Indec constituye el retroceso institucional contemporáneo más grave, junto al judicial. El BC pasó de la caja de conversión, donde la emisión la determinaba el balance de divisas, a una delegación del Ministerio de Economía, donde la fija el financiamiento al Tesoro, al costo que sea. Se requiere idoneidad y experiencia profesional de los funcionarios a cargo de los organismos. En los últimos años hubo innumerables casos, récord, de impugnaciones de funcionarios por falta de antecedentes en distintos organismos.
♦ La seguridad jurídica, el respeto a las leyes, no es una maldita palabra, como creen los populistas, influye sobre el proceso inversor. Pero no puede servir para justificar el mantenimiento de beneficios empresariales, dados por marcos regulatorios, cuando se enfrenta una situación económica excepcional, como ocurrió durante la crisis de fines de los 90. Cuanto mayor sea la percepción de inseguridad jurídica, mayor será la tasa de descuento que cargarán los empresarios a los flujos de ingresos futuros de sus inversiones, lo cual se traducirá en mayores tarifas en el caso de los servicios públicos o menor inversión.
♦ Los desequilibrios fiscales persistentes y elevados financiados con emisión monetaria conducen a alta inflación, fuga de capitales y crisis. La alta inflación atenta contra el ingreso de los trabajadores y jubilados, destruye el consumo, la inversión y las exportaciones, conduciendo a la recesión. Cuando se expande la cantidad de dinero con un tipo de cambio atrasado, reservas en disminución y brecha cambiaria, los pesos sólo van a buscar dólares; la demanda agregada ni se entera. Y conduce a crisis externa.
♦ La política fiscal debe ser contracíclica, es decir, expansiva cuando hay un shock recesivo y contractiva cuando la demanda está por encima de los niveles de capacidad instalada. Si la política fiscal siempre es expansiva, cuando en la economía hay restricción de oferta, más demanda agregada sólo genera más inflación.
♦ El establecimiento de tarifas políticas y controles de precios y salarios desconoce las leyes de formación de precios y salarios de la economía, en relación con los costos y la ganancia empresarial, en un caso, y los medios necesarios para la subsistencia, en el otro.
Esas políticas sólo engendran inflación reprimida y obturan el proceso de inversión generando desabastecimiento, caída de la calidad y de la oferta.
♦ Los controles de cambio sólo pueden ser utilizados como instrumentos transitorios que se aplican para administrar reservas escasas en una situación de crisis, de excepcionalidad. Siempre detrás de un control de este tipo hay un desequilibrio que debe ser corregido lo antes posible porque la emergencia de mercado paralelo distorsiona las decisiones de los agentes que arbitran.
♦ Para dar el salto inversor necesario se requiere del empresario nacional y las pymes (denostados en los 90) tanto como del capital extranjero y la gran empresa (denostado estos años). El concurso del capital extranjero es indispensable, no sólo como complemento del ahorro interno sino por lo que implica en términos de tecnología y know how en determinados sectores. La gran empresa es necesaria para traccionar pymes y ocupar un espacio complementario de aquellas; y sin pymes fuertes hay desempleo y marginalidad.
Esperemos que esta vez sí aprendamos del pasado y transitemos el camino del medio, de cara al cambio de gobierno el próximo 10 de diciembre.
* Economista.
Ex subsecretario Pyme de la Nación.