Si el tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir, como quería Fierro, lo por venir ya está aquí o va a tardar muy poco –lo que le lleve asumir al nuevo presidente–, a juzgar por los sucesos de los últimos días.
El oficialismo apretó el botón de pánico y convocó al pueblo a defender al país de algo así como una nueva invasión inglesa, mediante una “campaña del miedo” que alerta no sólo del invasor, sino principalmente del enemigo interno, su asociado. Según esta alarma, de producirse una alternancia democrática de gobierno el país se hundiría en una pobreza hoy inexistente; se dejarían de respetar los derechos humanos, hoy en plena vigencia; se alteraría el actual buen funcionamiento de las instituciones, en particular de la Justicia, y las empresas nacionales, hoy en pleno funcionamiento y con óptimas prestaciones y resultados económicos, acabarían en manos extranjeras.
Beresford y Whitelocke otra vez a las puertas. Pero a no alarmarse, porque esta vez no hay virreinato; la jefa del gobierno del pueblo aguanta por cadena nacional y, si todo sale mal, el tesoro estará a buen resguardo en El Calafate, desde donde se organizará la Reconquista.
“El pueblo”, o lo que el populismo entiende por tal, respondió a las voces de alarma. De súbito, pasó lo que viene pasando desde hace años, sólo que en pocos días y de manera más abierta y ostensible, si cabe. Desde el nombramiento ilegal de dos nuevos miembros oficialistas en la Auditoría General de la Nación (AGN), pasando por estampidas de ocupación de tierras estimuladas por “barones” del Conurbano derrotados en las urnas y desmesurados aumentos de sueldos de intendentes y concejales, hasta el nombramiento de centenares de nuevos “trabajadores” en el Estado.
El desmadre. Es ese clima de ilegalidad impune, generalizado y permanente, lo que está por venir, gane quien gane. Nada lo ilustró mejor esta semana que el encierro de 15 horas que debió soportar Roberto Sánchez, intendente radical electo de Concepción, Tucumán, porque se negó a convalidar el nombramiento de última hora de 470 empleados públicos por el saliente kirchnerista Osvaldo Moreno. Los “trabajadores” tomaron la sede municipal y provocaron destrozos.
En cuanto a infundios y agresiones verbales, el paradigma fue la acusación de “promover el final de los juicios”, hecha a Graciela Fernández Meijide y Norma Morandini por el diputado Remo Carlotto, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara, en el marco de las advertencias sobre el “final de la política de derechos humanos” si triunfa la oposición. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, lo expresó con todas las letras en un programa radial. “Una canallada”, resumió Morandini.
En materia de campañas políticas sucias, igual que en el “porno” por internet, todo es masivo, pero no hay nada nuevo, salvo el descaro. Aunque en este caso ni el descaro es novedoso: basta ver actuar y escuchar a la Presidenta que, según sus cálculos, lo tiene todo a favor: si gana Macri, Scioli será el gran derrotado y Ella podrá aspirar a jefa de la oposición, en disputa con otros sectores peronistas. Si gana Scioli, hará lo que Ella diga, o Ella será la jefa de su oposición interna. Cómodo en cualquier caso, porque cualquiera de los dos deberá tomar más o menos las mismas impopulares medidas económicas, ya que ni la situación ni sus ideas dan para más. Incluso si Scioli hiciese lo que Ella quiere, sea lo que sea (con Ella nunca se sabe), sería él quien pagaría las consecuencias. Podría llevarlo a continuar con el desmanejo económico, con lo que tarde o temprano el país, o sea Scioli, se encontraría ante el abismo de una crisis: una “híper”, una gran recesión, u otro corralito; quién sabe. O podría impulsarlo a aplicar los impopulares correctivos económicos y hacerle pagar el precio político. Siempre según sus cálculos, la Reconquista tiene fecha: 2019, o quizá antes; por algo mentó a De la Rúa huyendo en helicóptero.
Lo único que realmente parece preocupar a la Presidenta y su entorno, incluida su familia, son sus asuntos ante la Justicia. De allí la verdadera desesperación por colocar amigos en ese espacio y la disputa sobre la presidencia del Consejo de la Magistratura. En esto sí le resulta esencial el triunfo de su candidato, porque una victoria de la oposición podría obligarla a llevar sus bártulos algo más allá de El Calafate. Aun si, como primera minoría, el kirchnerismo pasase a presidir la AGN, allí quedarían, a disposición del Congreso y la Justicia, los devastadores informes sobre cruciales asuntos de su gobierno hechos por el actual presidente de ese organismo de control, Leandro Despouy (http://www.agn.gov.ar/).
Se corta. La Corte Suprema dio esta semana otra señal de que va llegando la hora de rendir cuentas: ordenó al Gobierno hacer públicas las cláusulas secretas del acuerdo entre YPF y la petrolera Chevron. El Gobierno eludía este asunto mediante la arbitraria excepción de YPF del control de la AGN, denunciada por Despouy.
Pero al margen de las ilusiones de la Señora, el panorama es el mismo si se miran las cosas desde la perspectiva de la oposición: un país institucional y socialmente deshecho. Hace unos días, el Foro de Periodismo Argentino dio a conocer los premios al periodismo de investigación. Todos los trabajos tratan de casos de corrupción oficial y privada, espionaje, violencia, narcotráfico, etc., en la Argentina de hoy. Asuntos que vienen de lejos, pero que este gobierno llevó al paroxismo.
Quizá el debate presidencial de mañana depare alguna agradable sorpresa, aunque lo más probable es que eso resulte pedirle peras al olmo. Pero teniendo en cuenta que cualquiera que triunfe el 22 deberá enfrentar la grave situación económica manejándose en ese contexto político y social con la mitad o más del país en contra, no queda otra alternativa que aspirar a lo que hoy suena a utopía: un acuerdo republicano por “un país en serio”.
Esa promesa de campaña que ni “El” ni Ella, con gran descaro, nunca cumplieron.
*Periodista y escritor.