Entre otras pinturas de David Hockney (88 años), Garrowby Hill (2017) y The Gate (2000), se vendieron en subasta pública por US$ 16,1 millones (Sotheby’s Londres, marzo 2022) y 12,4 millones (Christie’s Nueva York, mayo de 2023) respectivamente, es decir: 26,5 millones por dos obras del artista inglés. La semana pasada, Sotheby’s Nueva York vendió el esqueleto montado –que luce como una estatua de huesos– de un ejemplar joven de Ceratosaurus nasicornis por US$ 30,5 millones.
Entonces, para el mercado de coleccionistas, un dinosaurio vale dos Hockney. No obstante, su antigüedad se remonta al Jurásico Superior, Etapa Kimmeridgiano (154-149 millones de años) y fue hallado en 1996 en la Formación Morrison, Cantera Bone Cabin (Oeste), del Condado de Albany, Wyoming, Estados Unidos. Tiene una altura de 1,90 m. y 3,20 m. de longitud, y está compuesto por 139 elementos óseos fósiles originales con materiales esculpidos adicionales, ostentando un cráneo casi completo, con 57 piezas.
La subasta en cuestión involucró muchos objetos más dentro de la temática “historia natural”, entre ellas el fragmento más grande del planeta Marte en la Tierra, un meteorito de 24 kilos que se vendió por US$ 5,3 millones, siendo el más valioso jamás vendido. Hasta el momento no ha trascendido quiénes compraron el dinosaurio y el meteorito. Esto no evitó que una asociación de paleontólogos norteamericanos emitiera una carta protestando por la venta, que eso alejaba a la pieza para su estudio.
El vendedor, Brock Sisson, compró el dinosaurio desmembrado al Museo de la Vida Antigua, institución sin fines de lucro de Utah. Fue empleado del Museo y hoy, como paleontólogo comercial, promete aplicar las utilidades al estudio y búsqueda de más ejemplares. Fossilogic, así se llama su empresa, lleva décadas vendiendo fósiles y esqueletos de dinosaurios, reales y réplicas, a museos de todo el mundo. Ya cuenta con tres canteras de su propiedad que lucen como prometedoras fuentes paleontológicas.
El mercado de subastas de dinosaurios se originó en Sotheby’s. En 1997 vendió a Sue, el ejemplar más completo de tiranosaurio jamás encontrado, en 7,6 millones de dólares al Museo Field de Chicago, Illinois. En 2020, otro de la misma especie, Stan, se vendió por US$ 31,8 millones en subasta de Christie’s, y será pieza central de una exposición en el Museo de Historia Natural de Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos. El año pasado, Sotheby’s vendió a Apex, espécimen de Stegosaurus, en US$ 44,6 millones.
Pero la fiebre por los dinosaurios de Wyoming trasciende las fronteras norteamericanas. En abril de 2023, los fósiles parciales de un tiranosaurio se vendieron en Zurich por US$ 5,3 millones; en septiembre de ese año, en París, subastaron un Camptosaurus (condado de Crook); en diciembre pasado, Christie’s Londres vendió un Stegosaurus y dos Allosaurus en US$ 15 millones. A todas luces, el capital cultural que representan estos hallazgos fluye de manera comercial sin restricciones. ¿O el negocio es tan grande que ignorar la fuga es una forma más de enriquecimiento para funcionarios?
En 2009, la Argentina fue país invitado a la Feria del Libro de Frankfurt, como tal, dispuso de una nave dentro del predio. Meses antes, en el Centro de Exposiciones de Lokschuppen, Rosenheim (Baviera), se llevó a cabo la exposición Dinosaurios: gigantes argentinos, que se trasladaría al Museo Senkenberg de Frankfurt coincidiendo con la Feria. La estrella era el Argentinosaurus, “el animal terrestre más grande del que se tenga noticia, un herbívoro que llegó a pesar más de 80 toneladas y medir 40 metros”.
Según María Kodama, viuda de Borges, la Cancillería argentina le pidió que participara de un acto cultural para salvar al Argentinosaurus: asistir a la lectura de un cuento suyo en alemán, titulado “El dinosaurio” –todavía inédito–, con el esqueleto de fondo en la nave argentina dentro de la Feria del Libro, donde trasladaron al saurio de urgencia. Tenían que demostrar al juez alemán –que lo debía incautar por pedido de acreedores externos– que el mismo era un bien cultural y no un ejemplar comercial. Kodama accedió al pedido y salvó al jurásico gigante patrio. Y a nosotros, ¿cuándo nos salvan?