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Metafísica del Estado

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La semana pasada, en La noche de la filosofía, tuve una animada discusión con jóvenes que se habían dado cita para... No sé bien para qué, pero la circunstancia fue propicia para hablar sobre el Estado y comprobar que sostenían unas posiciones metafísicas donde el Estado aparecía como “lo Otro” del capitalismo. Por un lado el poder de las corporaciones económicas y por el otro, el poder del Estado, mucho menor (casi impotente) frente al Otro.

Traté de que comprendieran que no hay forma de separar, históricamente, la expansión capitalista (la explotación, y también su carácter destructivo) de la forma del Estado moderno: que el Estado es la contracara del poder económico y que son parte del mismo mal. La función actual del Estado (cuya figura es la del Estado Universal Homogéneo, y ya no la del Estado nacional) es solidaria con los intereses concentrados del gran capital y subsidiaria de su lógica.

El caso argentino, el que mejor conocemos: un gobierno de Ceos, se ha dicho, es como eliminar la mediación de la política en la gestión de las desigualdades, exclusiones y explotaciones que el capitalismo necesita como el aire para poder seguir adelante con su marcha destructiva.

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Por eso no vale la pena desgarrarse demasiado las vestiduras por un hipotético Estado de Bienestar perdido. El Estado de Bienestar no hace sino proponer mecanismos compensatorios para el salvaje proceso de expropiación y alienación que sufre la fuerza de trabajo. Pero como finalmente esa forma del Estado se revela cara (en parte, por la corrupción que involucra, pero no exclusivamente) el liberalismo (“paleo”, “neo”, o como se quiera llamar a la política de derecha) propone un relevo donde las corporaciones se incorporan directamente (sin mediación) al aparato de Estado (el “costo” no disminuye, pero se distribuye entre socios). Que eso sea posible no demuestra que hubo un quiebre del modelo de “gubernamentabilidad”, sino todo lo contrario: que lo previo era lo mismo, salvo que disfrazado con figuritas de colores.

Contra eso, ¿qué podría hacerse? La protesta, desde ya, es necesaria. Pero también hay que imaginar formas de comunidad. No se trata de vivir “en sociedad” (que no es sino la contracara civil de la máquina estatal), sino de imaginar comunidades soberanas, más allá o más acá de las formas del Estado.

Durante mucho tiempo esa noble práctica se llamó comunismo. Parece urgente volver a cultivarla.