Con la velocidad y dramatismo que se pasan las páginas de la historia argentina, comienza a quedar en el espejo retrovisor el proyecto más importante de una parte de la elite argentina desde 1880. Ya se puede empezar a evaluar el declinante proyecto macrista como problema, a partir del momento que desde un partido vecinal como el PRO se construyó la ilusión de un consenso posideológico hasta la decepción actual. Fueron cuatro años plenos de neologismos que comenzaron por pobreza cero, siguió con gradualismo, tormentas y aguante y terminan con reperfilamiento y cepito, términos pronto a enloquecer a cualquier corrector de textos.
Definiciones. Si bien falta el examen electoral definitivo del 27 de octubre, ya casi siete de cada diez argentinos consideran que Alberto Fernández revalidará (o ampliará) los resultados de las elecciones primarias. De la misma forma lo evalúa gran parte del menguante “círculo rojo”. Esa construcción de un Presidente virtual tiene como resultante un aceleramiento de los tiempos políticos para Fernández y abre una serie de cuestiones sobre las que se le pedirán precisiones, donde no conforman las respuestas generalistas del estilo “vamos a mejorar la vida de los argentinos”. La pregunta ahora es cómo lograrlo y rápido. En este sentido se puede comenzar a percibir las demandas tanto exógenas como endógenas que se ciernen sobre el futuro “albertismo”.
El final del primer gobierno de Macri deja a todos los sectores sociales con un conjunto de demandas tan heterogéneo como imposible de conjugar simultáneamente. Primero los movimientos sociales que salen a la calle a reclamar por más planes sociales y protección del Estado, así como políticas contingentes como la emergencia alimentaria. No parece que vuelvan a sus casas en corto tiempo, porque las tensiones sociales se perciben en las calles y en las zonas más deprimidas del conurbano bonaerense. Luego los sectores empresariales apuestan a un Alberto “promercado” y piden por sus históricas reivindicaciones como rebajas impositivas y un marco regulatorio diferente para la contratación o despido de personal.
Por otra parte, comienzan a sobresalir las opiniones de quienes sostienen que “hay que poner dinero en el bolsillo de la gente” como forma de reactivar velozmente el consumo para salir de la actual recesión. Esto implicaría, por ejemplo, un aumento masivo de los salarios y jubilaciones decretado por el Poder Ejecutivo, tal como se hacía en los años ochenta. ¿Cómo reaccionarían las empresas grandes como las pequeñas y medianas frente a un aumento general de salarios, algunas mucho más cerca de cerrar o relocalizarse que ampliar sus líneas de producción? También los sectores agropecuarios están atentos como pocos y ya operan para evitar una nueva suba de retenciones a las exportaciones, destino que algunos observan como inexorable.
A todo esto, la Argentina se encuentra en el medio de un programa vigente con el FMI que reduce el margen de maniobra. El Fondo titubea sobre dar o no el resto del crédito acordado, presiona por las reformas estructurales y porque se mantenga el compromiso de nula expansión de la base monetaria y superávit primario hacia el año entrante.
Además del frente económico, el próximo gobierno tendrá dos espacios de complejidad sobre el que tomar decisiones, uno es el judicial y otro el de las relaciones exteriores.
Complejidades. Por otra parte, se aceleran las definiciones sobre el perfil del gabinete de Fernández. Una característica del Frente de Todos es su heterogeneidad que comienza por la propia fórmula presidencial. Cristina Kirchner, los gobernadores, Sergio Massa, Juan Grabois, Felipe Solá, o Axel Kicillof responden a diferentes visiones del rumbo deseable, e incluso a diversas bases sociales y electorales.
Si el secreto era la capacidad de articulación y negociación del candidato presidencial, ahora esa cualidad se tendrá que llevar al extremo de donde surge una pregunta: ¿construirá un gabinete autónomo de los diferentes espacios que conforman el Frente o elegirá un equipo constituido por referentes de esos sectores? La respuesta que Alberto Fernández le dio a Podemos en España sobre las presiones de la agrupación morada para entrar en el gobierno del presidente en funciones Pedro Sánchez inclinaría la balanza a la primera opción: “Una mayoría supone renunciamientos” fue su mensaje, pensado también para el frente interno. Sánchez no puede formar gobierno desde las elecciones de abril, pero allí funciona el parlamentarismo contra el presidencialismo argentino.
Más allá de esto, se puede preguntar cómo metabolizaría el Frente de Todos protagonismos de un Carlos Melconian y un Martín Redrado o sobre integrar a Daniel Lipovetzky como sugirió el ex embajador ante el Vaticano Eduardo Valdés.
Además del frente económico, el próximo gobierno tendrá dos espacios de complejidad sobre el que tomar decisiones, uno es el judicial y otro el de las relaciones exteriores. Sobre el tema judicial Alberto Fernández expresó en varias oportunidades su malestar sobre la actuación de los jueces federales, especialmente los que actúan en Comodoro Py. Justamente en este momento peculiar del proceso político, el juez Claudio Bonadio ha acelerado los trámites para llevar a juicio oral la causa de los cuadernos y que envuelve a empresarios y funcionarios del gobierno anterior, y busca involucrar a la candidata a la vicepresidencia.
Mondo difficile. En el plano internacional recuperar la relación de Fernández con Jair Bolsonaro no será tarea sencilla, luego del apoyo explícito que el brasileño dio a la candidatura de Macri y el pedido de libertad a “Lula” Da Silva que expresa habitualmente el ex jefe de Gabinete. Con respecto a su gira europea no menos importante que la reunión con el presidente del gobierno español lo fue con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa. Portugal con un gobierno socialdemócrata es uno de los pocos países del sur de Europa que logró crecer dejando de lado las recetas de austeridad del FMI. Habrá que ver si la experiencia es extrapolable a un país como la Argentina cuya moneda está en vías de extinción.
Más allá de la configuración de las alternativas para un modelo “albertista”, no solo resta ver los resultados de la elección general, para la cual por momentos Macri parece decidido a dar batalla, sino ver también cómo será la transición hasta el 10 de diciembre, fecha de traspaso de mando. Allí habrá que realizar un inventario para ver cómo llega la economía y que seguramente condicionará la actuación del próximo gobierno.
*Sociólogo (@cfdeangelis)