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“No tengo miedo”

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No tengo miedo. Lo peor que puede suceder en estos casos es tener miedo. Más bien, lo que vivo y lo que se vive en París, es la sensación de tristeza generalizada. Porque un atentado de este tipo –por dónde fue, por cómo fue– es inevitable que le llegue a gente cercana.

Y esta vez también ocurrió: todo el día de hoy, sábado, lo pasé conversando con amigos, intentando localizar gente, imaginando quién pudiera haber estado en Le Bataclan. Y las noticias son desalentadoras: tal como era de esperar, hay gente conocida, amigos de amigos, entre los muertos. Es la peor de las sumas: la tristeza de la muerte más la sorpresa infinita.

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No tengo miedo, no. El día del atentado de Charlie Hebdo estaba en los funerales de una tía mía, lejos de donde todo pasaba. Pero, tanto Charlie Hebdo como Le Bataclan quedan relativamente cerca de mi casa, en la zona de París Este y el viernes, me encontraba en la casa de unos amigos cuando empezaron a llegar las noticias. Al principio todo era confuso, pero cuando empecé a saber más, mi reacción fue salir a la calle.

La imagen del estado de excepción fue, precisamente, única. Nunca vi a París así, militarizada. Y lo que fue una reacción solidaria, intentar salir para ayudar en todo lo que podía, no fue tan fácil. La calle no es un lugar amigable hoy, porque las precauciones de las fuerzas de seguridad siguen siendo extremas. Aún no sabemos por cuánto tiempo más se mantendrá este estado y cuáles son las implicancias exactas en la vida de cada uno de nosotros.

Lo que puedo decir sí, es que los parisinos salieron espontáneamente a la calle, para ser solidarios con sus vecinos. Lo que sí puedo afirmar que ni Le Bataclan, el teatro, ni el barrio, es un lugar donde van los poderosos. Se trata de una zona popular, donde no hay particularmente un público muy rico y, sí, lo que es mucho más tremendo, mucha gente joven. El promedio de edad de un lugar como el del atentado es menor a los 25 años.

Es una zona de París ideal para que un viernes a la noche te tomes una cerveza, un vino, no para hacer grandes gastos. Por eso, todo adquiere una dimensión diferente. Y las víctimas, muchas veces, seguramente la generación, la clase económica, y muchas cosas más con los victimarios.

Y la situación se prolonga hasta bien entrada la noche del sábado. París sigue siendo una ciudad en estado de shock y colapsada. Es cierto sí que volvió a normalizarse el metro, lo que es parte del corazón y del funcionamiento, pero todo lo que es el ocio del sábado a la noche está prácticamente suspendido. Yo tenía entradas para el teatro, y se suspendió la función. Son muchos los cines que han cerrado las puertas. Lo mismo sucede con los restaurantes. Eso hace que la situación se tense aún más y que todo el mundo lo viva de una manera más intensa.

Pero, afortunadamente, esa tensión está acompañada de la solidaridad de todos. No percibo un entorno paranoico. Como si todos tuviéramos claro que es algo que viene de otra parte y que no está en tu vecino. Aunque este vecino tuyo sea musulmán, o árabe. No vi ningún gesto de la gente común, de cada uno de nosotros, contra personas de ese origen. Y, de más está decir, que son muchos árabes que han salido a la calle a manifestar su estupor. Son muchos los que dicen, sin dudarlo, “esto no lo hicimos nosotros. Quien lo hizo, no nos representa para nada”.

Algo similar escuché de los políticos. Está claro que existe la voluntad de saber quiénes fueron, cómo lo hicieron. De encontrar a los responsables. Pero, hasta ahora, no escuché que se traduzca todo esto en formas de xenofobia. Mi temor es que desde la extrema derecha, desde los grupos liderados por Marine Le Pen, surjan expresiones en este sentido –aún no pasó– y que encuentren eco en la gente. Cuando pasan cosas así, cuando conocés a los muertos, cuando las víctimas son gente como cada uno de nosotros, el riesgo de que prendan relatos así, es muy grande. Y estamos más cerca de las elecciones regionales. Y en dos años son las presidenciales. Mi temor es que todo esto tenga más ecos en este tipo de eventos más que en la visita de los presidentes de otros países.

Desde Charlie Hebdo también nos preparamos para manifestarnos con todo lo que está pasando.

La semana que viene sale una edición especial, en la que todos colaboramos. No hay que olvidar que Le Bataclan está en la misma zona de París que la redacción de la revista. Y la seguridad alcanzó rápidamente a todas las oficinas. Es uno de los puntos más custodiados de París, porque se supone que podría ser un blanco de ataques. Hoy voy a dedicar toda la madrugada a escribir un artículo diferente. Obviamente, lo que había escrito apenas unos días atrás, perdió toda su vigencia.

No tengo miedo, no. Pero estoy convencido que la vida de todos los parisinos cambió definitivamente a partir del 13 de noviembre de 2015.

 

*Periodista de Charlie Hebdo. Vino este año a la Argentina para recibir el Premio Perfil a la Libertad de Expresión Internacional.