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horas adversas

Peronismo: ¿final o cambio de piel?

Lo que le sucedió al peronismo en este tiempo para perder la conexión con sus bases es un problema que ni siquiera está en la mesa de discusión.

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Parches. | Pablo Temes

El peronismo vive horas adversas. Por distintos motivos ha perdido dos de los atributos más importantes que un espacio político pueda tener en la política: popularidad y credibilidad. ¿Tendrá una nueva piel para mutar? Es un interrogante sin respuesta.

El exhecho maldito. Largas bibliotecas han dedicado sus páginas a tratar de entender origen y horizonte de uno de los movimientos políticos más convocantes y extraños de Occidente. Popular y camaleónico, con capacidad de adaptarse a los entornos más diferentes, fue gobierno o alternativa durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Hoy ya ha perdido esos atributos para convertirse, desde el punto de vista de sus propios votantes, en una máquina de poder autorreferenciada y para sus detractores, una máquina de generar pobreza, una acusación que resulta un misil en su corazón para un movimiento que hizo de la movilidad social ascendente su razón de ser.  

Lo que le sucedió al peronismo en este tiempo para perder la conexión con sus bases es un problema que ni siquiera parece estar en la mesa de discusión. Obviamente, el elemento más a la mano para el análisis es el fracaso electoral de 2023. No solo se trata de observar la derrota nacional a manos de Javier Milei sino también recordar cómo resultaron las elecciones provinciales que se fueron desarrollando a lo largo del año pasado. En ese trayecto el peronismo perdió nada menos que siete gobernaciones: San Juan, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco y Santa Cruz. Es sabido que cuando se pierde una gobernación, el retorno al poder local se vuelve muy cuesta arriba. Obviamente, sostener la provincia de Buenos Aires es uno de los pocos motivos en este panorama que le permite al peronismo transitar con cierta cuota de esperanza.

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La nueva derecha mítica

En las primarias, Unión por la Patria no solo perdió en todo el país con excepción de cinco provincias, Catamarca, Santiago del Estero, Chaco, Formosa y Buenos Aires, sino que salió tercero, a casi 180 mil votos de JxC (cifra que casi coincide con los votos que se llevó Guillermo Moreno). Sin embargo, en las elecciones generales Sergio Massa pudo obtener 3.135.000 votos más, lo que le permitió ganar la elección (a escasos puntos de ser presidente) y obviamente pasar al balotaje. Nótese que Patricia Bullrich de una elección a otra pierde 500 mil votos y Javier Milei gana casi 700 mil. La recuperación de UxP se debe en buena parte a que votaron 2.700.000 personas más y a la baja del voto en blanco y anulado en 830 mil. Sintetizando, incluso parte de quienes votaron al peronismo lo hicieron a disgusto.

No future. Entre varios dirigentes peronistas las explicaciones más recurrentes sobre la derrota electoral no se corre del análisis general centrado en los problemas del gobierno de Alberto Fernández, y especialmente la interna con Cristina, que se desata con la famosa carta de los funcionarios que no funcionan en plena cuarentena. Una explicación más específica trae a colación la corrida cambiaria que ocurre hacia el final de la gestión de Martín Guzmán y el mes de Silvina Batakis, y que finaliza con la llegada de Sergio Massa al Palacio de Hacienda el 3 de agosto de 2022, y la alta inflación que se desata. Vale recordar que al momento que Guzmán anuncia su renuncia, Cristina Kirchner estaba dando uno de sus discursos más duros contra el gobierno que vicepresidía.

Sin embargo, también se debe recordar que el electorado había dado en 2021 un aviso del enojo con el gobierno en momentos en que La Libertad Avanza era un partido que apenas se presentaba en CABA. En esa elección de medio término JxC sobrepasa al Frente de Todos por 1.900.000 votos y el peronismo pierde 18 diputados y 6 senadores. El gobierno de entonces, cautivado por la interna, ni pudo registrar la derrota.

Indecibles. Es cierto que la mala experiencia del gobierno de Alberto Fernández le ha quitado al peronismo la legitimidad para criticar el accionar de Javier Milei. Por ejemplo, es difícil criticar el DNU 70/2023 que deroga decenas de leyes enteras de un plumazo, porque Fernández también firmó en su momento extensos decretos que incluyeron las restricciones de la cuarentena de dudosa consistencia constitucional. Sin embargo, no pocos piensan mecánicamente que el ajuste ultraortodoxo que está aplicando el gobierno de LLA hará que el electorado se arrepienta y vuelva a los brazos del peronismo, como en 2019. Cosa que por ahora no está ocurriendo.

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Sin una profunda renovación del peronismo, el ascenso de una nueva generación de dirigentes, la generación de nuevas alianzas con los sectores que se han ido, como el peronismo cordobés, una nueva lectura del mapa social y una revisión de sus planteos económicos difícilmente pueda presentarse como alternativa en 2025. Tras la derrota de 1983 frente a Raúl Alfonsín, al peronismo le costó cuatro años sacarse de encima a la generación de dirigentes de la etapa anterior.

Traumas. Que el peronismo se haya convertido simplemente en un gestor de la pobreza le ha significado el rechazo por buena parte de la sociedad y la indiferencia de otra parte, que ha preferido arriesgarse a lo desconocido. El kirchnerismo en general, y Cristina Kirchner en particular, se han vuelto un obstáculo. Cristina no se considera parte de la aventura albertista, y tampoco parece interesarle compartir el liderazgo, que aun disminuido sigue teniendo. Parece claro que ningún otro dirigente tiene la voluntad de lanzar el desafío bajo el riesgo de ruptura.

Pero también algo de lo ideológico se ha roto. Cuando Milei lanza diatribas contra la justicia social, diciendo que es violenta e injusta, toca un nervio central en el movimiento que justamente se autodenominó “justicialista”, no encuentra respuesta (quizá, salvo en Juan Grabois) reduciendo toda gestión estatal a un curro para “cuatro vivos”, parafraseando a Cristina. Esto habilita a Milei a la aplicación del minarquismo, que comienza a emprender encima de una topadora. Finalmente queda el caso paradigmático de Daniel Scioli, que pasó de candidato a presidente por el FdT en 2015 a alto funcionario de Milei. Un síntoma que el peronismo prefiere no mirar.

*Sociólogo.