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Potencias en conflicto

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El resultado del referéndum celebrado el pasado 23 de junio entre los ciudadanos del Reino Unido, quienes se pronunciaron –por mínima diferencia– en favor de la salida de la Unión Europea, generó un cimbronazo internacional. Múltiples expertos han colocado el foco de sus análisis en los efectos inmediatos del fenómeno en cuestión.  Ahora bien, más allá de estas lecturas, el Brexit implica desafíos geopolíticos que trascienden la coyuntura y generan importantes dilemas para las principales potencias.
Para EE.UU., sostener al Reino Unido en este proceso constituye probablemente su principal preocupación, y tiene motivos más que suficientes para esto. Se trata de su principal aliado en el mundo; brevemente: en la dimensión estratégico-militar el Reino Unido siempre ha secundado a Estados Unidos en el desarrollo de sus objetivos; en el ámbito corporativo existen lazos muy fuertes y profundamente enraizados; por último, Londres resulta fundamental para la estabilidad de la economía internacional en tanto plaza financiera clave con gran volumen de negocios.
En este sentido, para EE.UU es importante apoyar una salida ordenada de su aliado de la UE, con el objetivo de evitar una profundización de la crisis y una propagación del pánico inicial. El peligro –no menor– es que en la búsqueda de tal objetivo Europa se debilite demasiado por la vía política, generando inestabilidad y situaciones difíciles de manejar. Ocurre que una salida airosa y sin costos por parte del Reino Unido puede generar reacciones en los otros miembros de la UE, conllevando un posible “efecto contagio” para otros Estados cuyas sociedades abrazan el euroescepticismo. La salida de Reino Unido sería, así, la primera de varias por venir.
Otro actor importante en esta historia es Alemania, cuya principal preocupación pasa por asegurar la estabilidad en su zona de influencia inmediata, es decir Europa. Por esta razón, la salida del Reino Unido no puede ser triunfal, debe haber costos. El mensaje para el resto debe ser ejemplar. Las declaraciones de Merkel advirtiendo al Reino Unido que habrá una “diferencia palpable” entre ser y no ser miembro de la UE son más que elocuentes. No obstante, el peligro radica en que procediendo de este modo se puede debilitar de manera excesiva la economía británica, lo cual podría castigar involuntariamente a Europa, ya no tanto por la vía política sino más bien por la vía financiera, generando un efecto opuesto al buscado. El empantanamiento de las negociaciones producto de posiciones demasiado duras generaría mayor incertidumbre e inestabilidad, afectando así a las ya alicaídas economías europeas.
Por último, un poco al margen pero no tanto, aparece China. Su principal preocupación radica en la reconfiguración de las relaciones de poder que se puedan derivar del Brexit. Uno de sus temores es la reedición de una alianza transatlántica con fuerte ascendencia sobre una Europa débil y en franca decadencia. Frente a esto, China también puede sumarse al juego. Buena parte de los planes de China para internacionalizar su moneda estaban concentrados en Londres como una plaza apropiada para negociar sus activos. Asimismo, cabe recordar que el Reino Unido es miembro fundador del recientemente creado Banco Asiático de Infraestructura e Inversiones, impulsado por Pekín, lo cual le da a China la posibilidad de aumentar su influencia ofreciendo financiamiento. Por ahora, y fiel a su tradición milenaria, la política elegida por el gigante asiático parece ser la de “wait and see”, a la espera del momento apropiado para jugar la carta que desde hace un tiempo mantiene bajo la manga: ser el principal acreedor internacional. Es posible apreciar que no existen intereses plenamente convergentes entre las potencias, lo cual explica, en parte, la incertidumbre política y la volatilidad de los mercados luego del referéndum. No obstante, también es cierto que hay intereses y temores comunes que generan para cada uno de ellos escenarios dilemáticos. La forma en la cual los poderosos decidan jugar sus fichas condicionará el futuro de Europa y del orden mundial.  

 *Profesores de la Universidad Nacional de Rosario.

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