Luego de las primeras semanas de continuidad escolar bajo la modalidad a distancia, el presente nos encuentra con el desafío de hacer foco en el seguimiento de los alumnos. Varias instituciones han puesto en marcha planes de aprendizaje virtual sin precedente, garantizando la real preservación de los proyectos académicos que traía el 2020. Otras están aún tratando de afianzarse, sobre la base de la prueba y el error, y con relativo norte.
Lo que queda claro es que no estamos montando homeschooling, la escuela en casa. La responsabilidad educativa, la intencionalidad pedagógica del docente y lo que surge del proyecto educativo no ha cambiado. ¿Y qué está pasando con los alumnos? ¿Están con nosotros? Ya no podemos tomar el termómetro multisensorial que nos da el contacto físico, el mirarnos en esa infinidad de señales que ocurren en un encuentro presencial. Hay que diseñar y dar seguimiento a nuevas maneras de medir, tomar registro, y reconocer qué indicadores cuali-cuantitativos necesitamos para saber dónde están y cómo damos continuidad a su proceso de aprendizaje.
Hay que diseñar y dar seguimiento a nuevas maneras de medir, tomar registro, y reconocer qué indicadores cuali-cuantitativos necesitamos para saber dónde están y cómo damos continuidad a su proceso de aprendizaje.
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Otro punto central es el apoyo a los equipos docentes, más que nunca en un escenario para el cual no fueron preparados en su gran mayoría. ¿Cuántos son tutores en línea? ¿Quiénes tuvieron alguna experiencia en el aprendizaje a distancia con estudiantes? A nivel federal, me atrevo a decir que muy pocos.
El rol del docente como tutor online es clave, más allá de la funcionalidad de la plataforma sobre la que se monten las clases. Por supuesto que una hay que tener una, pero en realidad el éxito no radica en la potencia de la herramienta sino más bien en lo que rodea al nuevo rol del docente. En este sentido, esa transformación implica cuatro esferas: la técnica, la pedagógica, la de gestión y la socio-emocional.
La técnica es, quizá, la más inmediata por ser una barrera de ingreso para docentes que temen o desconfían de los medios digitales. Las estrategias aquí incluyen saber elegir y poner a disposición de los estudiantes recursos, materiales y otras herramientas para facilitar el aprendizaje dentro del curso en línea. Para hablar de una real continuidad académica, hoy cada institución debería tener marcado el camino del ecosistema digital que propone a sus docentes y alumnos. Caso contrario, será necesario que lo arme con inmediatez.
La esfera pedagógica requiere volver a situarse en el objetivo principal: proponer instancias de aprendizaje que mantengan un grado de participación alta, y con ello el protagonismo de los alumnos. La idea no es tener a los estudiantes largas horas conectados dando cátedra; así tampoco lo haríamos en una situación presencial. Es muy importante que la consigna de trabajo tenga claridad en los objetivos de aprendizaje, transparencia en las expectativas de logro para los estudiantes y, sobre todo, fomentar la participación, promover conversaciones, hacer que el material del curso sea relevante para alentar las contribuciones individuales.
La idea no es tener a los estudiantes largas horas conectados dando cátedra; así tampoco lo haríamos en una situación presencial
En el marco de la gestión educativa, entramos a una dimensión a la que no estamos acostumbrados. Como diría Bauman, nos sumergimos en la realidad líquida, sin tiempos ni espacios fijos. Por ello, es necesario planificar y desarrollar materiales del curso en línea, organizarlos, decidir las fechas de las entregas, ofrecer flexibilidad de ritmos y secuencias, marcando el ritmo de las discusiones y del feedback a los alumnos. Se debe establecer cuándo y cómo responder las dudas y preocupaciones, darle espacio y saber priorizarlas. La gestión en ambientes digitales se da casi 24/7. Por ello, establecer metodologías y criterios comunes en los equipos docentes generará la capacidad de sostener las propuestas en el tiempo.
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La dimensión socio-emocional implica atender las interacciones y emociones que en formato presencial se registran casi intuitivamente. Debemos descubrir qué estrategias son las mejores para promover relaciones a nivel estudiante-estudiante o estudiante-docente que ayuden a los estudiantes a volver a conectarse, restableciendo los intercambios que ya tenían cara a cara pero, ahora, deben concretar en nuevos canales para, así, trabajar juntos.
Estoy segura que después de la pandemia ni educadores ni estudiantes volveremos a pensar en el concepto “escuela” con las mismas imágenes ni expectativas. Los docentes no podrán volver atrás. La transformación es irreversible. Todavía hay que caminar un poco más para entender qué procesos se van a quedar, pero el aprendizaje ya está obrando en todos hacia una nueva forma de hacer escuela.
*Miembro de Nueva Educación y Directora de Primaria de Belgrano Day School.