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Revolucionarios mexicanos

El primer ensayo, dedicado a Ricardo Flores Magón es notable, por lejos el mejor libro.

16-4-2023-Logo Perfil
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Leí Revolucionarios mexicanos, de Elena Garro (Debolsillo, México, 2023) libro del que conocía su e-xistencia –en una edición de Seix Barral de fines de los 90–, pero que nunca había logrado conseguir. Son textos que compilan artículos publicados en la revista Por qué, hacia 1968. Las posiciones políticas de Garro son muy conocidas –igual que sus claudicaciones éticas– pero, décadas después, solo nos llega su prosa perfecta. Por supuesto que aquí estamos lejos de obras maestras como Andamos huyendo Lola o Testimonio sobre Ma-riana, el clima de claustrofobia, paranoia y persecución de esas novelas y relatos se troca por un estilo que va de la crónica al periodismo, y que hace del retrato y el perfil de los personajes un arte en general ausente en su obra. Tal vez, muy lejanamente, recuerda a Memorias de España 1937, pero en realidad tampoco mucho. Allí hay una escritura autobiográfica, precisamente una memoria, mientras que aquí hay la construcción de los héroes revolucionarios mexicanos tra-tados desde la distancia, entrecortada por una primera persona que acota, disuelve las argumentaciones recién desarrolladas y anota impresiones personales.

El primer ensayo, dedicado a Ricardo Flores Magón es notable, por lejos el mejor libro. “Su figura es sin duda la más pura de nuestra historia revolucionaria”, escribe Garro, y desde allí no deja de presentar a Flores Magón como un mártir anarquista, casi un santo de la revolución. Flores Magón, fue tal vez, el primer ideólogo de la revolución mexicana, cuya lucha inició en 1892, y terminó con su muerte en 1918. Durante esos 26 años estuvo preso 12 veces en distintas cárceles de México y Estados Unidos, sin dejar de editar jamás periódicos de agitación anarquista. Con la revolución triunfante, le fue ofrecido un alto cargo que rechazó: su meta no era construir un estado, sino disolverlo en organizaciones asambleísticas, basadas en la libertad y la fraternidad. Junto con sus hermanos (llamados “Los magonistas”) son un punto inigualable en la gran y magnifica tradición del anarquismo de izquierda.

Garro le tiene un respeto casi sagrado, y no deja de citar, una y otra vez, la aparición, cierre, nueva apertura desde la clandestinidad, cierre, nueva reapertura desde la clandestinidad, y así, de Regeneración, periódico opositor acérrimo a Porfirio Díaz, en los que los hermanos Flores Magón, pero en especial Ricardo, escribió buena parte de su obra. Nunca vi un número de ese libelo. Pero sí tuve en mis manos ejemplares de El hijo de Ahuizote, revista satírica en la que también participó, junto con Juan Guadalupe Posada, el genial artista y grabador, cuyos dibujos son parte nodal del imaginario mexicano, y diría incluso latinoamericano.

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En el artículo sobre Francisco I. Madero, el estilo de Garro vuelve a ser deslumbrante: “Madero es de los escasos revolucionarios en la historia del mundo en el que no existen contradicciones entre la teoría y la conducta. 

Es también el revolucionario que no deseó el poder por ambición personal, sino para imponer las ideas que lo animaban. La prueba de esta aserción: su conducta ejemplar. En su lucha no existían rivalidades personales. 

En sus colaboradores no ve enemigos capaces de arrebatarle el poder. Ni la sombra más débil de rivalidad o interés se encuentran en su carrera milagrosa (…) El pueblo no se equivocó en llamarlo El Apóstol”.