Cómo administrar información en un medio y transmitirla al público con sujeción a normas éticas y periodísticas alejadas de la mala praxis es una operación delicada, un desafío –no siempre logrado– que lleva a la credibilidad del material expuesto o a la ausencia de ella. Sin embargo, no siempre es así de terminante: hay una delicada, fina, se diría que tenue y peligrosa línea que muchas veces es preciso trazar para exponer contenidos sin violar principios, valorar la información y defender al mismo tiempo las fuentes cuando éstas entregaron al periodista y al medio información off the record. Preservar la identidad de esas fuentes supera, muchas veces, la intención de llevar al público esos materiales navegando en aguas peligrosas.
Vayamos a un caso reciente: en su edición de ayer, PERFIL publicó en sus páginas 30 y 31 –apertura de la sección Economía– una extensa nota firmada por Patricia Valli y titulada “Alberto F sondea a un economista duro con el FMI para negociar”, que en su traslado a la versión digital en Perfil.com trepó rápidamente al primer lugar en el ranking de artículos más leídos.
El economista mencionado es Martín Guzmán, profesor en la UBA y en la Universidad de La Plata y codirector –junto al Premio Nobel y duro crítico de las políticas del FMI Joseph Stiglitz– de un programa sobre reestructuración de deuda que se desarrolla en la Universidad de Columbia, Nueva York. La nota de Valli indica que Guzmán se reunió un año atrás con Alberto Fernández y que mantiene un diálogo habitual con Matías Kulfas (miembro del llamado “Grupo Callao” de economistas del kirchnerismo, junto a Cecilia Todesca y Francisco Peirano). Sin identificar fuente alguna, la autora escribe que “en el Frente de Todos resaltan que su presencia (la de Guzmán) mostraría rudeza” en una eventual renegociación con el Fondo. El traslado a la portada del diario como título principal simplificó: “Alberto F tienta a un anti-FMI”, replicando en lenguaje sintético lo que señalaba el interior.
El ombudsman que dejó una herencia de buen periodismo
A primera vista, pareciera que ambos títulos son engañosos, porque en ningún lugar de la nota se dice eso. Con variantes de la cuerda de equilibrista de la que se habla más arriba, el lector no hallará ninguna referencia concreta, palpable, identificable que sustente lo afirmado en los títulos. Un caso típico de respeto extremo por la identidad de las fuentes y por el off the record. Tal, la explicación dada a este ommbudsman por los responsables de titular portada e interior, explicación aceptada y compartida.
La preservación de identidad de las fuentes es un principio consagrado por la práctica periodística y asumido como válido por la mayoría de los organismos jurídicos del mundo, un derecho que no es visto con simpatía por quienes ejercen el poder, aún en países con avanzada legislación en la materia. Por cierto, como está dicho, ello conlleva el riesgo de cruzar la línea entre lo que es lícito y lo que no lo es. Un riesgo que hay que asumir como mal necesario.
Llegado este punto, me atrevería a identificar lo sucedido con el artículo y sus “argumentos de venta” (los títulos) con un término que se aplica en materiales que circulan en la web: “clickbait”, cebo de click, en portales, redes sociales, etc. Algo así como el título en medios gráficos llevado al límite de lo correcto. El “clickbait” se diferencia del título engañoso en que el primero solo exagera las cosas, a veces hasta el extremo, y el segundo es lisa y llanamente una estafa al lector, oyente o espectador de un medio. No cruzar la línea es parte de la buena práctica en este oficio.