“No tengo un referente económico”, dijo esta semana el precandidato a presidente Alberto Fernández, luego de la polémica planteada por las afirmaciones de Guillermo Nielsen en el reportaje de Jorge Fontevecchia del pasado domingo. El armado de su equipo se nutre de distintos frentes, desde ex colaboradores a los referentes de La Cámpora. Pero su “semillero” es el Grupo Callao, donde están el ex BCRA Matías Kulfas, Cecilia Todesca o Fernando Peirano, entre otros. El plan es incorporar a economistas que conozcan el mercado de deuda y puedan llevar adelante una renegociación dura con el FMI. Martín Guzmán, un investigador de la Universidad de Columbia en Nueva York que codirige junto al Premio Nobel Joseph Stiglitz un programa sobre Reestructuración de Deuda es uno de los nombres en mente. De diálogo habitual con Kulfas, Guzmán almorzó con Fernández y su grupo el año pasado para dar a conocer su visión sobre la economía. En el Frente de Todos resaltan que su presencia mostraría rudeza ante el organismo, dada su experiencia con el autor de El malestar en la globalizacón, histórico crítico del organismo multilateral. PERFIL lo entrevistó vía correo electrónico.
—¿Cómo ve la coyuntura?
—Es obviamente preocupante. El programa macroeconómico está contribuyendo a prolongar la recesión que comenzó en 2018 a partir de la crisis cambiaria. Pero el problema fundamental es estructural. El país no está yendo para ningún lado. La tendencia es de estancamiento, desde el 2012. No hemos logrado imponer una visión que redunde en la transformación productiva que el país necesita para poder desarrollarse de forma sostenida e incluyendo a su gente en los mercados formales.
—¿Y el costo de la “calma financiera”?
—Lo que termina gobernando la evolución del tipo de cambio real es la capacidad del país para generar dólares. Si no aumenta esa capacidad, no se puede sostener una apreciación real, un encarecimiento del país, por demasiado tiempo. El mercado te termina corrigiendo. Volverse más caro tiende a aumentar el déficit externo, pero sin dólares para sostener eso, no te financian: salen los capitales y se vuelve a depreciar el peso.
Ahora nos estamos encareciendo otra vez. No aumentó la confianza en la capacidad de Argentina de generar dólares. El Gobierno está gastando sus instrumentos para poder generar una calma de unos pocos meses antes de las elecciones.
Cuando al peso se lo plancha por un tiempo mientras los precios en el país siguen creciendo, eventualmente el peso vuelve a pegar un salto. La inestabilidad termina siendo más costosa que si la evolución es más gradual. Para que deje de haber presiones depreciatorias sobre el peso tendría que no haber inflación. Y reducir la inflación no es algo que se pueda lograr de golpe.
—El FMI y el Gobierno señalan que se empiezan a ver resultados del plan de estabilización, pero usted lo cuestiona. ¿Qué se necesita?
—El Gobierno va a necesitar conseguir divisas para afrontar servicios de deuda. Si no se generan más dólares mientras crece lo que hay que pagarle en dólares al resto del mundo, el gasto en bienes y servicios importados tiene que caer. Y una caída del gasto interno en dólares no significa solamente menos consumo, sino también menos producción para el mercado interno de la que requiere insumos importados.
El estancamiento hace que la carga de la deuda se torne cada vez más molesta para la economía. Crecer menos implica que se recauda menos. Y responder contrayendo más el gasto público contribuye a una espiral recesiva. Para estabilizar la economía tienen que darse dos cosas: que crezca la cantidad de dólares que genera la economía, y que crezca la economía en general. Un plan para estabilizar es un plan que ponga en el centro esa premisa. Y el plan que acordó el Gobierno con el FMI no se basa en esa premisa.
El estancamiento hace que la carga de la deuda se torne cada vez más molesta para la economía
En el 2020, gobierne quien gobierne, se depende demasiado de factores externos. La estrategia de este gobierno ya falló, no habrá en 2019 una lluvia de inversiones a sectores que produzcan bienes exportables. Y si en 2020 se hace otra cosa, tampoco los resultados van a ser inmediatos.
Deuda. En la Universidad de Buenos Aires, Guzmán es profesor de macroeconomía. También de Moneda, Crédito y Bancos en la Universidad Nacional de La Plata. Dos meses atrás se reunió junto a Stiglitz con el papa Francisco. Allí el Premio Nobel señaló el interés por trabajar con Scholas –la Fundación educativa creada por el Pontífice– “para que la tecnología y los mercados estén al servicio de la humanidad y no al revés”. Guzmán se especializa en deuda pública y desarrollo económico. De allí el interés del Frente de Todos para sumarlo al equipo.
—¿Ve un riesgo de falta de financiamiento a partir de 2020? ¿Recomienda una renegociación de deuda?
—El riesgo es el de que refinanciarse cueste muy caro. Y ese riesgo estará presente para quien sea que gobierne. Si se mantiene el gobierno actual, va a ser difícil que tenga algo nuevo para ofrecer. Macri anunció que piensa seguir por el mismo camino, pero ir más rápido. Lo mejor que tiene para ofrecerle a los acreedores es privilegiarlos cuando el año próximo defina cómo distribuir las escasas divisas. Esa es la esperanza que el sistema financiero internacional deposita en Macri. Si gana la oposición, parece poco probable que logre convencer rápidamente a los mercados de que su plan vaya a ser exitoso. No va a depender solamente de lo que se plantee hacer, sino de quién sea que lo plantee.
Gane quien gane, es probable que cuando en el 2020 se reingrese al mercado, no haya una expectativa mucho más optimista sobre la capacidad de generar divisas. Ese sería un escenario de alto riesgo país. Validar un aumento grande del costo de refinanciamiento sería el principio del final. Significaría que al año siguiente habría que contraer aún más al presupuesto público para poder pagar más intereses, una espiral de más ajuste, más recesión y más carga de deuda.
—¿Cuál es la alternativa?
—La alternativa es buscar una reestructuración de la deuda pública externa, que puede ser en la forma de renegociar vencimientos, que es lo que en principio buscaría. No es para nada trivial lograr eso. Se requiere reescribir contratos, y nada asegura que las voluntades del otro lado vayan a estar alineadas. Es un problema delicado, plagado de incertidumbres y que se juega en un campo difícil, que es el que se creó al endeudarse en moneda extranjera bajo jurisdicciones pro-buitre como Nueva York.
Error de diagnóstico
Sobre el impacto de la devaluación en los precios, Guzmán sostiene que “hay algo que los directorios del BCRA y en el FMI no vienen entendiendo bien”. Así cuestiona “la premisa de que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario” y señala que “cuando sube el dólar, la dueña o el dueño de un café piensa que le van a subir los costos de reposición y decide remarcar”.
Si el Banco Central mantiene la contracción monetaria, “no va a haber pesos para satisfacer la misma cantidad de demanda a precios más altos”. Es la recesión la que frena la inflación, explica.
“Cuando hay múltiples desequilibrios macroeconómicos, querer resolver uno de ellos de golpe sin resolver los otros a la misma velocidad, no funciona. La evolución de la actividad y la capacidad de generar divisas marca la velocidad a la que se pueden ir resolviendo”, agrega.