Por suerte, el juez Rafecas, desactivó el Partido Judicial. O, por lo menos, fundó otro partido. Sigo en esta interpretación las tesis kirchneristas de que todo lo que haga la justicia es obra del Bien (los miembros de Justicia Legítima), del Mal (el Partido Judicial), o los que buscan romper el bipartidismo (Rafecas).
De todos modos, falta muy poco para el discurso de la Presidenta, que inaugurará ante el Congreso el período de sesiones ordinarias. Imagino a los eventuales lectores de esta nota tan ansiosos como yo. Por suerte, los últimos acontecimientos en la justicia significaron una oportuna colaboración para que la Presidenta tirara o moderara algunas de las notas incendiarias que había pergeñado. ¿Sobre qué hablará entonces?
Hipótesis número 1. La alocución presidencial será la enésima remake de las cadenas nacionales sensatas, donde repite los progresos alcanzados durante su gobierno, las obras puestas en marcha, las obras inauguradas y múltiplemente reinauguradas. Prevalecerá el mensaje sobre el actual bienestar del pueblo sostenido por la asignación universal, las jubilaciones a quienes no habían realizado aportes, los subsidios con nombres diferentes para que los jóvenes tengan una beca, los planes de cuotas. Imagino cifras y más cifras: de computadoras entregadas a los estudiantes, de toneladas de cemento y kilómetros de caminos, cantidad de vagones, tomógrafos y camas de hospital, aulas construidas o por construir. Todas las cifras imaginables, salvo los porcentajes de inflación o los de pobreza. Si así es el discurso, la Presidenta no dirá cosas nuevas. Repetirá noticias antiguas y recientes, en alegre y desordenado montón. Podrá ser un discurso aburrido, pero es preferible aburrirse a sobresaltarse.
Hipótesis número 2. Como es su último discurso ante el Congreso, la Presidenta podría optar por el gran panorama, que también hemos escuchado muchas veces: lo que encontraron cuando llegaron (un país en ruinas, por supuesto) y lo que dejan ahora, un país orgulloso de sus políticas y de su nueva situación en el mundo, amigo de Venezuela, de Rusia y de China, orgulloso frente a los imperialistas y borrado de Europa. Si sus sentimientos no fueran mezquinos, la Presidenta podría desear que sus potenciales sucesores no hicieran un estropicio con esos logros. Podría pedir un compromiso de no retroceder en el camino ya recorrido.
Hipótesis número 3. Cristina Kirchner podría dedicar la primera parte de su discurso a ese balance enaltecedor de su gestión y también señalar aquellos temas fundamentales donde la oposición le impidió llegar a buen término. Podría decir que se le impidió la democratización de la justicia porque una alianza de opositores con el Partido Judicial fue el sospechoso y oscuro obstáculo para la gran movida, que aseguraba justicia para todos y llenaba el tablero de fiscales subrogantes a fin de que Máximo, pobre inocente de Dios, fuera dejado en paz y de que ella misma tuviera un retiro a la altura de sus méritos: líder del Proyecto para hoy y los tiempos futuros hasta que el destino lo disponga.
Hipótesis número 4. Es sabido que el periodismo de oposición ha hecho una guerra sin cuartel contra la Presidenta. Si elige este tema, tendremos powerpoint con tapas de diarios y revistas, cuyo montaje demostrará que es equivocada la tesis nestorista sobre que tres tapas de Clarín sacan del ring a cualquier gobierno. Aunque viene sumando tapas, ella sigue lo más campante. Pero si este es el tema, volverá a tronar y la Presidenta puede entusiasmarse en su diatriba. Quizá este sea el momento de su discurso en que la oposición reciba insultos desde los palcos y opte por abandonar el recinto.
Hipótesis número 5. Aunque la decisión del juez Rafecas hace poco probable esta hipótesis, podría suceder que la Presidenta siga denunciando un movimiento destituyente en el que participan la justicia, que aprovechó la muerte de Nisman, y la oposición, que se adueña de cualquier cosa que suceda. Volverá a ignorar el giro que supuso la muerte aún misteriosa del fiscal y a ningunear la manifestación que desbordó las calles a un mes de acaecida. Si se pone insultante, también éste puede ser un momento en que la oposición muestre su descontento y se retire. Un diputado kirchnerista llamó al Presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti “general” al comando de “un grupo de tareas desestabilizante”, a cargo de coordinar “el golpe blando”. Si el discurso va por ese lado, el que podría abandonar el recinto es el Presidente de la Corte.
Hipótesis número 6. Acá demuestro mi optimismo. La Presidenta, finalmente, hablará como alguien que se retira en paz, porque considera que ha cumplido su deber, no como un alma rabiosa, con sed de revancha y ganas de cobrar cuentas chicas. Hablará como la líder que quiere ser, no como una política menor a la que le preocupa que la esperen citaciones judiciales en cuanto llegue a Calafate.
Una duda. Hay más hipótesis que cualquier lector puede imaginar solo. Pero tengo una duda más importante que todos los supuestos: ¿la Presidenta leerá su discurso o hablará letra al viento como es su costumbre? A Cristina Kirchner no le gusta leer, porque está orgullosa de sus cualidades oratorias y leer le parece una pérdida en su capital simbólico: como si tuviera que cortarse el pelo o bajar un toque el maquillaje.
Pero, si leyera, los que ahora, con un poco de suspenso angustiado, nos preguntamos qué dirá el domingo estaríamos un poco menos nerviosos. No es lo mismo un texto escrito que el fluir de las emociones en público. Con pocas esperanzas, deseo que la Presidenta se prive de deslumbrarnos una vez más con sus salidas repentistas y lea. Últimamente mostró que a veces controla y a veces se le escapan las cosas. Señora: Perón leía ante el Congreso, Obama lee, otros líderes poderosos como Merkel leen. Háganos ese favor.
El domingo, cuando la Señora se retire del Congreso rodeada por su pueblo, voy a revisar esta nota y a tachar todo lo que no corresponde.