COLUMNISTAS
escenario pos-paso

Seduciendo al capital

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Candidata. Patricia Bullrich, en su presentación ante el Consejo de las Américas. | Pablo Cuarterolo

Si el apoyo de ciertos empresarios se mide por el aplauso, Patricia Bullrich le ganó a Javier Milei en la última reunión del tradicional Council of Americas. Aunque después, curiosos y precavidos, los sponsors del evento desfilaron solícitos ante el postulante liberal. Cheek to cheek. Resucitaban los tiempos en que Cristiano Rattazzi sacaba a bailar tangos a Graciela Fernández Meijide cuando la mujer era la expresión del progresismo triunfante. Oportunismo repetido, lógico. Como Eduardo Eurnekian, al que señalan como principal auspiciante de Milei, quien sin embargo aplicó distancia sobre la dolarización y también sobre un esbozo de ruptura con compradores de productos argentinos, tipo China y Brasil. Conoce a otros colegas dominantes del agro que piensan en los Estados Unidos, pero juntan sus divisas en Irán sin ponerse colorados. Igual, se desconectó de recientes declaraciones en que había endulzado a Wado de Pedro como pretendiente a la Casa Rosada. Un resbalón. Meloso u objetado, el piloso aspirante fue la estrella del concurso empresario a pesar de que ha calificado como depredadores a varios contratistas del Estado presentes y prometió voltear buena parte de los subsidios a los privados. Luego, más tierno, consideró que algunos empresarios son héroes por luchar contra las restricciones del Estado. Pero fue claro el recelo de la treintena de poderosos asistentes: no entienden la dolarización como proyecto y, por supuesto, se atemorizan de los cambios a un sistema en el que siempre han prosperado. Como si Milei fuera del Partido Obrero.

El economista-candidato permaneció solitario en un piso superior de la cita y bajó acompañado por su hermana  Kari y un asesor estampilla de campaña que prometió hacerlo presidente: Santiago Caputo, analista caratulado como “estratega electoral”, expupilo del estudio de Duran Barba y recurrente en aclaraciones familiares. Dice: “No soy pariente cercano del hermano del alma de Macri, Nicki, y tampoco de Luis” (Toto), exministro de Finanzas en la administración del ingeniero y experto en pasar la gorra de los préstamos. Lo más singular de este Caputo es que conserva una sociedad con Derek Hampton, el máximo consejero actual de Patricia Bullrich: ambos juegan a la doble; si pierde uno gana el otro.

Patricia Bullrich: unificación con Larreta y "scrum económico"

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Pero a Milei le falló una participación, estuvo ausente en la disertación –en rigor, no quiso hablar– a quien le atribuye haberle mejorado su propuesta de dolarización: Emilio Ocampo, autor de un libro sobre el tema en el que también modificó su propio pensamiento gracias a la docencia que ejerció Jorge Ávila, el primer profesional del CEMA que en los 90 planteó ese cambio de moneda como un complemento a la convertibilidad. Se abstuvo Ocampo de la palabra en uno de los foros, a pesar de que lo había designado Milei y de que es un especialista en presentaciones ante cónclaves: al parecer, alegó cuestiones de protocolo y ubicaciones que disminuían su ego, no quiso explicar su teoría –recordar que es historiador económico, con cierta tendencia alvearista y que el peronismo le hace perder el cabello o crecer los pelos del cuerpo–, lo cual vino a provocar un lamento general: se lo sospecha irascible cuando se le cuestionan sus ideas.

En cambio, se pronunció con suma prudencia otro delegado, Darío Epstein –un liberal con miradas sociales, contemporizador–, suplente de una Diana Mondino de viaje, compañero de ella como seguidores de los añejos Carlos Rodríguez y Roque Fernández, y al que ya una usina de inteligencia empezó a cascotear con informes non sanctas por tareas anteriores con Martín Redrado en la Comisión Nacional de Valores y una asociación con un fondo en los Estados Unidos. Milei también lo envió a EE.UU. como suavizante de imagen; para algunos compite en la posibilidad de ser ministro de Economía frente a Héctor Rubini, un profesor de la cantera del CEMA de bajo perfil y estricta formación totalizadora: una suerte de contador implacable. Poco transmite el candidato sobre su preferencia para el futuro ministerio en el caso de ganar. Al revés de su competidora Patricia, no requiere de sostenes en un rubro en el que ella exhibe una marcada debilidad. Tan advertida se notificó de ese flanco precario, que esta semana nominará a Carlos Melconian para una cartera futura. Si bien se ha cerrado la incorporación, queda por revelarse la cúpula del futuro Banco Central: ahora parece que no iría Luciano Laspina como parte del acuerdo.

Luchar contra las leyendas negras

Alguna salida elegante habrá para el economista que acompañó durante los últimos meses a la candidata, como antes al cómico Miguel del Sel, advertido de pronto que no será el elegido para Economía. Esta revisión de designaciones en la campaña también incluye la fotografía con Horacio Rodríguez Larreta, sus requiebros a la dama, gratis por supuesto, a quien le garantizó gente para cargos a cubrir en una futura administración. Dedicada a las instantáneas, también Patricia hizo lo mismo con el resto de su coalición, con economistas invitados y una tercera con miembros nuevos en la conducción, producto de las elecciones, como Ignacio Torres, el nuevo gobernador en Chubut, el más joven según el calendario. Al margen de nombres, se percibe un cambio en el rumbo estratégico de la campaña: una apertura hacia el centro del electorado, cierta lejanía de la extremidad. Le han dicho a Patricia que nunca, en las finales, la gente vota proyectos conflictivos. Otro apartamiento de Mauricio Macri, quien mañana regresa al país.

Milei, en cambio, mantiene su velocidad crucero, también la misma inclinación. Ocurre que manifiesta cierta desnudez estructural: su proyecto presidencial era para 2027 mientras se constituía un bloque legislativo propio, pero el vértigo de la crisis adelantó el sueño para este año. Repite el mismo fenómeno anticipatorio de Néstor Kirchner –aunque sin ningún tipo de experiencia administrativa ni partidaria– cuando ganó la sucesión de Carlos Menem al enfrentarlo en 2003. Por lo tanto, lo interrogan sobre cómo va a gobernar, con qué tipo de apoyos parlamentarios y corporativos, cuando en rigor primero debe superar a Patricia y a Sergio Massa, aliviar las tensiones en sus equipos, organizarse, mejorar performances en distritos como Capital y provincia de Buenos Aires. Y, sobre todo, observar que el reguero de plata tan eficaz en todas las elecciones anteriores (y poco visible en las últimas internas) no se vuelva decisivo en esta ocasión. Porque él ganó casi sin haberlo intentado.