COLUMNISTAS
CRISIS EN LA CRISIS

Un salto al vacío

La pasión juvenil con el kirchnerismo parece menguar. Hoy la transgresión va por otro lado.

Néstor Kirchner
Néstor Kirchner | Dibujo Pablo Temes

Hace 30 años Francis Fukuyama publicaba su trabajo El fin de la historia y el último hombre. 

Paraíso. En ese texto planteaba su conocida tesis sobre la superioridad de las democracias liberales como formas políticas triunfantes ante la caída del Muro de Berlín y la disolución veloz del sistema comunista basado en el modelo soviético. El mundo intelectual de la época criticó sin piedad a Fukuyama, tanto por su mirada triunfalista como por su aroma hegeliano. 

En realidad, la idea del fin de la historia es planteada por el principal propalador de Hegel, ruso y sobrino de Kandinsky, Alexandre Kojève. Entre 1933 y 1939 el ruso brinda una serie de seminarios en París que se llamaron precisamente “Introducción a la lectura de Hegel”. Esos cursos a los que concurrieron entre otros, Merleau-Ponty, Sartre y Breton Lacan y Bataille (se iba a almorzar habitualmente con estos dos últimos). Allí Kojève adapta a Hegel plantando la semilla de la dialéctica y la idea de que el devenir ideológico (de eso se trata) se podría detener tras la frase de Hegel: “He visto cabalgar al Emperador, ese espíritu universal… sentado sobre un caballo, interviniendo en el mundo y dominándolo”. Fukuyama volvió a ver al espíritu universal ya no en manos de Napoleón, sino del capitalismo global y del liberalismo político. Se iniciaban los días de la obra inconclusa de la globalización: el emprendimiento de una nueva cruzada civilizatoria.

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Purgatorio. En 2021, el injustamente cancelado Fukuyama escribe un texto que se llamó Orden y decadencia de la política. Ya desde el título predice el clima oscuro del desencanto con respecto a su propia mirada triunfal de los noventa y se anima a decir que la política y la democracia están en su ocaso. Incluso sus fuentes son otras, por ejemplo, cita a Thomas Malthus para plantear el problema del crecimiento poblacional y a Karl Polanski para recordar que las economías capitalistas producen cambios perturbadores donde las sociedades deben esforzarse para adaptase. También Fukuyama presta mucha atención a la crisis de las subprime de 2008, con la pérdida de la vivienda de cientos de miles de personas y la necesidad del socorro estatal para evitar la debacle. Fukuyama cuestiona las condiciones que impone a la humanidad el capital financiero. Como producto de esta situación da cuenta de un fenómeno tradicionalmente afincado en los países periféricos, pero que se globaliza: la extinción de las clases medias. 

La democracia ya no es el triunfo de la libertad, sino que está en peligro y lanza una advertencia: El futuro de la democracia en los países desarrollados dependerá de su capacidad para abordar el problema de la desaparición de la clase media y plantea algo muy actual: “Tras la crisis financiera se ha producido un auge de nuevos grupos populistas que van desde el Tea Party en Estados Unidos hasta varios partidos antieuropeístas y antiinmigración en Europa. Lo que los une a todos ellos es la creencia de que las élites de sus países los han traicionado”. En otras palabras, su nuevo libro se podría retraducir como El fin de la democracia y el último hombre de la polis. La democracia liberal triunfadora, tan alabada en los noventa pasa a ser detestada por ingentes grupos sociales que se ven empobrecidos por la élite política, económica y social. 

Infierno. Es claro que no se trata de teorías a ser probadas por los historiadores, sino hechos que transcurren en vivo y en directo y donde las narrativas legitimadoras de la teoría democrática son rechazadas: sí se trata de la casta, ese nuevo significante político que está centrado en los políticos profesionales, pero que pronto abarcará a toda la dirigencia económica y social del país.

La situación argentina es un caso singular de estos nuevos de época. Un Presidente que es denostado públicamente todos los días por sus circunstanciales aliados como un grupo político, es un golpe directo a la legitimidad del régimen. Pero también una oposición que queda en suspenso frente a la emergencia de un agente disruptivo que pone en palabras lo que algunos de esos dirigentes piensan. Estos son algunos elementos que hablan de la veloz generación de una crisis que va más allá de la representación y que pone patas para arriba a los actores políticos, bajo riesgo de ser borrados del mapa. 

Reversiones. Néstor Kirchner fue rupturista a su modo en 2003. Pudo combinar una política económica ortodoxa (superávits gemelos, baja inflación, dólar competitivo, pago al FMI) con una apertura política hacia la transversalidad y una vocación reivindicativa de los derechos humanos. De ese legado solo quedó el gesto vacío de los DDHH como se pudo ver esta semana en la utilización de la ex ESMA (el centro de concentración emblemático de la dictadura) en una galería donde se puede hacer una “muestra” en repudio del neoliberalismo asociado al macrismo y por desplazamiento, metonímica a la tortura y desaparición de personas.

Para las elecciones de 2023 quienes nacieron hacia la llegada del kirchnerismo tendrán 20 años y quizás sea su primer voto o el segundo. Muchos de estos jóvenes no terminan de comprender (como el resto de los argentinos) el sitio a Alberto Fernández que realiza Cristina Fernández y eso los termina de convencer que el kirchnerismo se ha convertido es una especie de establishment centrado en la captura del poder por el poder mismo. 

Una conclusión es que el encantamiento de los sectores juveniles que nació a la vida pública entre el conflicto con el “campo” (2008) y muerte de Néstor Kirchner (2010) se ha apagado.  Ahora la disrupción está en el discurso de otros actores y muestra que para esta etapa el kirchnerismo y el peronismo no tienen qué ofrecer a la sociedad. No es que el kirchnerismo esté terminado ni mucho menos, se recostará en el 20% de voto intenso y esperará tiempos mejores. No obstante, debe señalarse que, si el Frente de Todos derrapara y se debiera activar la Ley 25.716 de acefalía, habrá que abandonar todos los análisis previos para pasar a observar el peso de la contingencia en la vida de las sociedades. Un salto al vacío.

Sociólogo (@cfdeangelis)