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volver al mundo

Una Cancillería para una nueva época

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La ciudadanía ha elegido un cambio y espera que la Argentina inicie una etapa de inserción plena en la agenda mundial.
Esto será posible si se diseña una estrategia de futuro donde la dimensión internacional tenga un rol central proactivo, en sintonía con el mundo y su racionalidad moderna.
En este sentido, la acertada designación de la canciller ha sido una sorpresa positiva por varios motivos: su último cargo como jefa de
Gabinete de la Secretaría General de las Naciones Unidas la ha colocado en el centro de la política global; su agenda vigente de altísimo nivel la trasforma en una interlocutora de privilegio entre la Argentina y los demás países; su lugar en la ONU la
posicionó en un observatorio mundial de la institución de máxima representatividad y legitimidad del sistema internacional.
El desafío de la agenda de la política exterior es múltiple y complejo.
Se deberá realizar un diagnóstico del mundo y la política exterior, en consulta con la diplomacia de excelencia del Palacio San Martín, que lleva años de estar relegada y postergada.
Es imprescindible una reinserción internacional haciendo eje tanto en los Estados Unidos como actor fundamental en el apoyo a los temas centrales de la Argentina, como una profundización de las relaciones con Europa y las potencias de Asia.
El Mercosur es de vital importancia y se impone finalizar sus mecanismos institucionales ejecutivos y el Parlasur. Se deberá relevar la situación actual de la estructura decisional y burocrática del ministerio para adecuarla a los nuevos desafíos y metas de la política exterior.
Se precisa reconstruir la confianza entre el nivel de la decisión política fundamental y los niveles diplomáticos de la ejecución, así como el control de esas dos dimensiones.
Es necesario un sistema de consultas interministeriales que permita concentrar en la Cancillería el manejo de los asuntos exteriores dándole más prestigio y volumen de negociación.
Es fundamental la rejerarquización de la diplomacia profesional y su incorporación en el proceso de consultas y determinaciones.
El Servicio Exterior de la Nación deberá volver a ser un lugar de excelencia en la formación permanente de los diplomáticos.
 Se deberá generar una articulación con actores extra muros como las universidades, las organizaciones de la sociedad civil y el sector empresario.
La incorporación de las provincias a las prioridades de la política exterior será clave para fortalecer el federalismo y su inserción global.  
Este proceso requerirá de una coordinación con el gabinete económico, específicamente con el área económica internacional de la Cancillería.
La relación con el Congreso debe jerarquizarse en un nivel institucional superior, para elevar el rango de negociación y representatividad del ministerio ante al Parlamento.
El área de cooperación internacional es vital en la búsqueda de nuevas fuentes de financiación para el sector público, privado y no gubernamental.
Se impone una reformulación de la diplomacia pública y ciudadana que permita que todos los actores de la sociedad civil tengan la potencialidad de salir al mundo y que el mundo se conecte con ellos. Por eso, es necesario que este tema se incluya dentro de las prioridades y encuentre un lugar de formalización institucional.
Es aconsejable que los diplomáticos –como sucede en muchos países– tengan, además de la participación en los destinos internacionales, la
posibilidad de internalizar experiencias en otras agencias del Estado con el fin de conocer las necesidades de otras esferas de la administración nacional.
La Cancillería en manos de una ministra de tanto prestigio y expectativa debe transformarse en uno de los pilares del cambio de época que se inicia en diciembre y sobre todo en una de las turbinas del desarrollo distributivo de la Argentina.
La Argentina debe volver al mundo y el mundo a la Argentina.  

*Politólogo e investigador de la UBA.

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