El peronismo es una Hydra perfecta. Además de su capacidad de autorreproducirse, desde la muerte de Juan Perón ya no tiene un cerebro reconocible, aunque cada una de las partes en las que se divide en su lucha con el entorno es capaz de generar una cabeza, parienta de las demás y por lo tanto pasible de volver a formar un solo cuerpo. El peronismo ha sido, entre otros varios “ismos”, vandorismo, camporismo, lopezreguismo, cafierismo, menemismo y, ahora, kirchnerismo. ¿Será el “massismo” su próxima cabeza?
Es difícil decirlo, porque los tiempos van cambiando y la metáfora se diluye en cuanto se asume que el peronismo, nuestro populismo, no es un fenómeno biológico, sino social, histórico. El populismo no basa su modo de acumulación política, ni su ética, ni sus criterios morales, en posiciones de clase como la derecha, que quiere mantener los privilegios de una clase, ni como la izquierda, que quiere acabar con las clases o al menos estrechar al máximo las diferencias entre ellas. Según las circunstancias, el populismo responde a las necesidades o exigencias de unas u otras, porque no es un proyecto de transformación y progreso, sino una pura dinámica de poder. Una propuesta oportunista que aparece en esos momentos de la historia en los que el poder político está en manos de nadie y al alcance de cualquiera. Esto explica la ausencia de una teoría populista y el passe-partout de los programas de gobierno populistas; que existan populismos de derecha, de centro y de izquierda, y que un mismo populismo pueda ser alternativamente las tres cosas; o todas a la vez. El peronismo es un perfecto ejemplo de la capacidad de adaptación populista al medio y las circunstancias.
Mirado desde la óptica del peronismo K, todo el revoltijo actual de transfusiones de punteros, intendentes y gobernadores; de cambios de rumbo reales o puramente verbales del Gobierno; de apresuradas y contradictorias propuestas sobre seguridad, deuda, inflación y comunicación (la semana pasada la Presidenta hasta respondió algunas preguntas de la prensa), es resultado de la derrota en las PASO. Pero desde el punto de vista del peronismo como tal, todo empezó antes, cuando Sergio Massa se apartó del Gobierno y empezó a pergeñar su proyecto populista post K. Por no hablar de los escarceos del duhaldismo (otro “ismo”) y de De Narváez con el liberalismo macrista, entre otros. De modo que es ocioso preguntarse ahora si Massa se aliará con Scioli o irá contra Scioli con Duhalde y/o De Narváez; si todos acabarán unidos o habrá varios candidatos peronistas; si de todo eso saldrá el peronismo M o un frente de salvación nacional de base peronista e inspiración liberal, porque todo dependerá del resultado de las legislativas de octubre y del peligro que el peronismo perciba desde la derecha y sobre todo desde la izquierda; de un eventual frente progresista capaz de darle batalla en su base popular. Las mil cabezas de la Hydra se mueven en mil sentidos, pero en una sola dirección: ganar espacio electoral en el mejor de los casos; mantenerse en el peor. Lo que venga después, veremos. Es la naturaleza del populismo.
Juego abierto. En la oposición, a derecha o izquierda, las cosas están más o menos igual en cuanto a propuestas. Se podría hacer un largo repertorio, sobre todo en materia de economía, pero puesto que el institucional es un aspecto particularmente grave de la crisis argentina, basta con un ejemplo, del orden de la Justicia: la proposición del candidato K Martín Insaurralde de rebajar la edad de imputación penal de menores. Dejando de lado lo que ésta significa como voltereta K, ya que tanto puede tomarse por uno de los tantos actos de desesperación post PASO, como por un desvergonzado tanteo “a ver qué pasa”, la oposición no ha pasado de virginales apelaciones a la condición marginal de los jóvenes; de declaraciones políticamente correctas. Nadie se atreve a decir, no vaya a ser que alguna mamá nos vote en contra, que si por las razones que fueren un joven es capaz de matar, representa un grave peligro social. Y no se trata de “un” menor, sino de muchos. El problema no es entonces si se los pena o no, sino cómo y dónde. Del estado no ya lamentable, sino escandalosamente mafioso de los reformatorios e instituciones penitenciarias; de la lentitud y a veces impotencia de la Justicia, casi nadie dice una palabra ni mucho menos hace propuestas. En éste y en tantos otros asuntos, casi todos los sectores y candidatos, a derecha e izquierda, no parecen hacer otra cosa que posicionarse para las elecciones, ganar espacio. El “después vemos” no es hoy por hoy una exclusividad peronista, porque casi todos hacen populismo electoral.
La crisis política emana de la económica, pero puesto que ésta necesita de una propuesta política para resolverse, conviene preguntarse si alguien propone una reforma del Estado, empezando por una auditoría que saque a la luz el enorme parasitismo y el entramado clientelar mafioso. Si existe un proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales que acabe con la escandalosa corrupción sindical y corporativa. Preguntarse quién tiene en carpeta una reforma detallada del régimen impositivo; o del sistema de coparticipación federal. Pero los empleados públicos votan, incluyendo a los parásitos, y los gobernadores tienen muchos empleados públicos. Y los sindicatos y corporaciones forman parte del entramado provincial, municipal y barrial; de esa vasta red de “punteros”, comisarías, jueces y sindicalistas, en muchos casos asociada a la delincuencia organizada –el caso de las barras bravas del fútbol– que, se supone, “mueve” el cuerpo electoral.
Pero el cuerpo electoral, como volvieron a demostrar las PASO, se mueve cada vez más por las suyas, entre ansioso y desconcertado. El liberalismo y el nacionalismo popular han agotado sus posibilidades, y nuestros socialdemócratas evitan mirarse en el espejo de sus pares europeos, que vienen fracasando estruendosamente ante la crisis. Tampoco necesitan ir tan lejos: ya hubo aquí una Alianza “progresista”, con los resultados conocidos.
La política argentina sigue siendo un páramo; el hábitat natural del populismo. De seguir así las cosas, sólo cabe esperar de qué color resulta y con qué letra se identifica el próximo.
*Periodista y escritor.