Siete años atrás, Argentina escuchaba por primera vez la voz de miles de mujeres diciendo “Ni Una Menos, vivas nos queremos”. Grito que sentó las bases para el nacimiento del colectivo de mujeres que el pasado viernes celebró su séptimo aniversario.
El crecimiento y la visibilización de los femicidios como tales en Argentina, ya era un hecho para aquel momento. Según el informe de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en 2015, la cifra total de víctimas ascendía a 235. Sin embargo, el brutal asesinato de Chiara López en manos de su novio, Manuel Mansilla, fue la gota que faltaba para el estallido social.
Las mujeres no lo soportaron más y rápidamente se organizaron para salir por primera vez a las calles. Desde entonces, Ni una Menos se consolidó como un colectivo de mujeres en clave de lucha y militancia a lo largo y ancho del país.
Este movimiento marcó un punto de inflexión en la tradición feminista en Argentina. El 3 de junio, la pelea por el aborto legal, seguro y gratuito y el Día de la mujer trabajadora –8 de marzo– cada año, son solo ejemplos de un patrón que ya se encuentra instalado en la sociedad y que sirve de ejemplo al mundo.
A siete años. El presente pareciera no ser tan diferente: en 2021, el mismo informe citado revela que se registraron no menos de 231 femicidios directos. No obstante, el horizonte no debería verse tan oscuro. Las conquistas de los feminismos en general, y de Ni una Menos en particular, pueden verse a nivel discursivo y práctico en nuestra vida cotidiana.
Para pensar sobre los avances en materia de género, como también en los desafíos a futuro, PERFIL CÓRDOBA conversó con Yanina Luna, estudiante de ciencias políticas e integrante de Ni Una Menos Córdoba: “Cuando llegué al colectivo, en 2018, estábamos luchando por el aborto legal, seguro y gratuito. Así que indudablemente, tenemos conquistas que celebrar. Es un triunfo que nos podemos reconocer desde las luchas de los feminismos de Córdoba y del país”, cuenta Yanina con orgullo, haciendo referencia a la Ley de IVE aprobada por el congreso el 23 de diciembre de 2020.
“También, con la gestión de Fernández, se crea el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, algo que, en los inicios de la militancia feminista, no estaba. El Polo de la Mujer en Córdoba también es un avance. Que haya presupuesto para esos espacios es una gran conquista”, agrega y matiza: “Como feministas pensamos que el cambio no debe ser solo institucional, sino también cultural”. Porque, en el mejor de los casos, podemos tener herramientas como leyes, ministerios, presupuestos, pero seguimos saliendo a las calles a reclamar por nuestras compañeras que se siguen muriendo.”
El panorama no es siempre esperanzador. Para Luna, “nos encontramos con la realidad de que, frente a las denuncias de violencia de género, hay demoras. Muchas de las que luego son asesinadas tienen hechas denuncias en contra de sus agresores. Entonces, entendemos que algo está fallando ahí”, relata la integrante del colectivo quién, por su participación, se encuentra en cercanía con casos de esta índole: “Por eso considero que para ser feminista no basta con enunciarlo. Lo que hace a una persona ser lo que es, en este caso feminista, son las prácticas”.
“En ese sentido, desde el colectivo, intentamos participar de todo lo que podemos. Nos encargamos de hacer los contactos de los familiares en casos de denuncias con las autoridades judiciales pertinentes. Este vínculo para nosotras es primordial. Y a nivel público, lo que hemos hecho es, por darte un ejemplo, presentar un protocolo de cómo actuar y cómo comunicar en los casos de búsqueda para evitar revictimizar a las chicas y diversidades desaparecidxs. Qué y cómo comunicar es muy importante. Muchas veces, en el afán de colaborar, se termina revelando información sobre la víctima y violando su intimidad. Se pone el foco en qué vestía, qué hacía. Como colectivo nos hemos puesto como tarea eso: la creación de un protocolo para un accionar saludable en estos casos. Y su difusión, por supuesto, detalla”.
Banderas y desafíos. Porque “el feminismo es político, que los feminismos son políticos, y que la construcción del sujeto o sujeta político feminista es un resultado de prácticas y posicionamientos políticos”, es que Luna entiende a Ni una Menos como un espacio de construcción.
A siete años del nacimiento del colectivo, advierte: “Solo queda sentarnos a pensar. ¿Cuáles son las prácticas feministas que nos convierten en tales? Hay que mirar a la realidad. No todas pertenecemos a los mismos espacios. No todas tenemos la misma cotidianidad. No vivimos en los mismos barrios. No tenemos el mismo acceso. Entonces, me parece que nosotras podemos charlar sobre cuáles son las demandas que creemos que tenemos. Pero para eso hay que construir redes que sean representativas de todas las mujeres y diversidades en todos los espacios que ocupamos”.
No obstante, a la pregunta sobre quiénes tienen responsabilidad de esa construcción, para Yanina la respuesta es simple: “La invitación es colectiva. El primer Ni una Menos no fue una salida feminista. Fue una respuesta social ante el hartazgo por los femicidios. Esta demanda, que parece ‘militante’, es realmente una demanda social. Por ello, todas aquellas que se sientan interpeladas por las desigualdades sociales en general, por las desigualdades de género en particular y que se sientan movilizadas por la construcción de una sociedad más igualitaria y más justa, son bienvenidas al movimiento.”
“Construir pluralmente, construir sin anularse, es siempre un desafío. Sobre todo porque la práctica feminista, como cualquier práctica política, es constante,” reflexiona. “Sin embargo, pienso que en Ni una Menos, como movimiento popular, el objetivo es unir demandas. Que nuestras luchas no se pierdan en disputas pequeñas. Espero que, como colectivo, sigamos intentando llegar a un consenso que nos permita transformar social y culturalmente una sociedad que creemos desigual”, concluye la referente de Ni Una Menos Córdoba.