Es uno de los tenores más importantes del mundo. Egresado a los 17 años de la escuela Domingo Zípoli, la escuela de niños cantores de Córdoba, empezó a dedicarse a la lírica cuando ya pasaba los 30 años.
Después de que el Teatro Colón lo rechazara y le sugiriera seguir trabajando en su fábrica de muebles, en 1995 Álvarez se fue a probar suerte a Europa, donde hizo una carrera vertiginosa.
Enamorado de Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, se radicó en Italia y empezó un recorrido artístico que lo llevaría a cantar en La Fenice, uno de los escenarios operísticos más importantes.
Este año será galardonado con el Diploma al Mérito en los Premios Konex como cantante masculino, premio que se sumará al Premio Konex de Platino 2009.
El cantante llegará mañana a nuestra ciudad y en diálogo con PERFIL CORDOBA habló sobre la importancia de volver a cantar aquí, el género, las políticas culturales y una eventual vuelta a radicarse en Córdoba.
—¿Cómo ves a la ópera en Argentina, en relación con Europa?
—La ópera en la Argentina siempre estuvo bien. El público es increíble, a la vieja tradición, que lo da todo cuando uno canta. Aunque, tal vez, como en todos los teatros del mundo, por problemas financieros las producciones se han achicado, las contrataciones de los grandes cantantes y directores. Pero creo que el esfuerzo de Argentina y sobre todo el teatro que tenemos es maravilloso.
—¿Existen en Europa políticas culturales favorables para el desarrollo de la ópera?
—Existen ciertas políticas culturales. Muchos teatros han cerrado porque ya no tienen dinero o disminuyeron la cantidad de funciones porque no tienen capacidad económica. Los patrocinadores son un problema porque se han escapado de la ópera y no hay políticas de mecenazgo. Entonces se hace muy difícil. En Suiza sí hay un apoyo muy grande a la cultura y el tema de los patrocinios está a la orden del día. Pero creo que, en términos generales, tenemos en todo el mundo los mismos problemas.
—¿Dirías que los públicos de la ópera se han ido modificando con el tiempo? ¿Cómo lo ves hoy?
—Sí, el público se ha ido modificando. Un poco a la fuerza, gracias a las nuevas producciones, en las cuales el centro es el espectáculo y ya no tanto los cantantes. Pero la ópera es la voz, es teatro cantado, no nos tenemos que olvidar de eso. Yo entiendo que en la actualidad se tienen que hacer más funciones y mostrar más escenografías para estar en sintonía con el cine o la televisión, pero no es que en un museo uno va y pide luces psicodélicas, ahí ves la escultura o la pintura tal cual está. Y yo pienso que la gente, cuando hago sobre todo producciones con escenografías viejas, siempre aplaude cuando se abre el telón. Y las nuevas producciones no generan tantos aplausos. Tal vez sean muy llamativas y provocativas, pero a mí me gusta cantar donde el autor describió la escena. Es un cambio, y el público creo que cambia, pero sigue siempre esperando al cantante.
—¿Cuál fue el papel que más te entusiasmó interpretar y por qué?
—Andrea Chénier. Por lo que dice, por sus principios. Las palabras que usa para escribir cada momento el poeta son formidables. Aparte la música es increíble. Y Pagliacci porque es la ópera vista desde la perspectiva de un hombre viejo: las cosas que se van y que no podés tener por más que quieras, las cosas que la vida te hace ver y pagar a cuenta de lo que sos. Es muy interesante.
—¿Qué significa para vos volver a cantar en Córdoba?
—Creo que va a ser muy estimulante. Porque de alguna manera es poder demostrarle a mi gente por qué estoy cantando en Europa o por qué estoy haciendo la carrera que hago. Tal vez ahora estoy más tranquilo que otras veces porque uno ya ha hecho tantísimas cosas. Pero el hecho de conocer los ojos y los oídos de quien te escucha, más allá de la preocupación normal de todas las actuaciones, tiene una motivación sentimental extra.
—¿Está entre tus planes volver a radicarte en Córdoba?
—No sé. Hace ya 25 años que estoy en Europa, tengo mi vida acá. Mi hijo estudia acá. Pero creo que sí iría cuando deje de cantar para enseñar todo lo que he aprendido. Volvería para divulgar el arte y mi técnica, que me ha hecho llegar a donde llegué. Además, me gustaría ver a mis amigos, mi familia. Tal vez volver un poco a la fuente. Aunque por ahora no dejaría mi vida acá.
—¿Cuáles son tus pasiones?
—Los autos. Me encanta ir a ver carreras, sigo todo lo que se hace con motor. Me gusta el cine, leer. Cuando estoy en casa trato de hacer las cosas de la casa, voy a mi casa de campo, corto el pasto, cosas normales. Porque todo el año estás girando y haciendo millones de cosas.
—¿Hincha de Belgrano o Talleres?
—Hincha de Talleres. ¡Talleres corazón!
—¿Cómo imaginás tu futuro después de la ópera?
—Sacándome un poco de estrés y volviendo a ser un poco normal. Porque en todos estos años la vida te empuja a estar siempre al máximo, cada función es todo de nuevo. No hay playback, no hay nada, tenés que cantar bien porque si no “estás terminado”, aunque suene así de ridículo. Es un estrés muy excitante, pero a la vez cansador. El hecho de vestirse, maquillarse, viajar, no dormir en tu cama, hacer comidas diferentes, en fin. Trataría de estar mucho más tranquilo. Sobre todo, me gustaría poner una escuela de canto para enseñar todo lo que he aprendido.
Gala Lírica
La primera gala lírica se realizará el sábado 14 de septiembre a las 21 en el Teatro del Libertador San Martín. Como para esa función agotaron entradas, se sumó una segunda para el martes 17.
Con la dirección del maestro Guillermo Becerra, el programa está compuesto por las arias Lamento de Federico de la ópera La arlesiana, de Francesco Cilea; E lucevan le stelle de Tosca, de Giacomo Puccini, y el El Cid, de Jules Massenet.
Tras una pausa, la función continuará con las canciones El día que me quieras, de Carlos Gardel, y Granada, de Agustín Lara, además del aria Amor, vida de mi vida de la zarzuela Maravilla, de Moreno Torroba, para cerrar con No puede ser, de la zarzuela La tabernera del puerto, de Pablo Sorozábal.