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ANÁLISIS

Caso Dalmasso: la bomba que estalló a destiempo

El fiscal Pablo Javega anunció que tiene dos pruebas genéticas que apuntan a un nuevo sospechoso: el colocador de pisos Roberto Barzola. ¿Tenían al presunto asesino frente a sus narices y no lo vieron?

Caso Nora Dalmasso
Caso Nora Dalmasso | Cedoc Perfil

Declaró seis veces a lo largo de la causa que investiga el crimen impune de Nora Dalmasso. Le allanaron su hogar en busca del teléfono de la víctima, que nunca apareció. Estuvo haciendo trabajos de refacción días antes del asesinato de la dueña de casa. Volvió a presentarse en la vivienda de la Calle 5 de Villa Golf, horas después, cuando el cuerpo de Nora todavía yacía en la cama de la habitación de su hija. Todo el tiempo estuvo ahí, y no lo vieron.

Roberto Marcos Bárzola, de él se trata, es el colocador de pisos parquet que acaba de quedar en el centro de atención de todo un país como el probable autor del crimen de Nora Dalmasso. Quien acaba de ponerlo allí es Pablo Jávega, el sexto fiscal de instrucción de una causa que 18 años después, sigue teñida de oscuridad y suspicacia.

El lunes pasado, en una conferencia de prensa que se concretó en la misma sala de juzgamiento donde dos años atrás se iba absuelto de culpa y cargo Marcelo Macarrón, Jávega hizo detonar una bomba a destiempo.

Dijo que tenía dos pruebas genéticas que comprometían a uno de los colocadores de pisos que estaba haciendo tareas de refacción en la vivienda en la época en que se produjo el crimen. Dijo también que si no aparece nada que interrumpa la prescripción no habrá juicio ni condena. Es lo más probable.

Para que esta persona sea llevada al banquillo es preciso que en todos estos años haya cometido algún delito penal. Hasta ahora, no encontraron nada. “Hay que ver, ahora el tipo es camionero, viaja por muchas provincias. Hay que rastrear por cielo y tierra y ver cómo se comportó. Un accidente de tránsito con algún lesionado ya podría interrumpir la prescripción”, le confió a Otro Punto un operador judicial cercano a la investigación.

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En su estilo circunspecto y apelando a un lenguaje leguleyo, Jávega hasta tuvo el prurito de no mencionar el nombre del nuevo sospechoso, aunque acabó confirmando su identidad. “Si ustedes me dicen el nombre que ha trascendido, yo les contesto por sí o por no”, propuso en una ronda de prensa donde las cámaras de filmación de los canales locales, deslucidas por el uso, contrastaban con el instrumental de última generación que manipulaban dos camarógrafos de cabellos color ceniza que registraban imágenes para Netflix.

Sí, como adelantó Otro Punto en su edición del 26 de julio, el gigante de la N mayúscula puso su mirada aquí fue porque detectó que al sur de una provincia mediterránea de Argentina se había registrado un crimen con todos los ingredientes para ser una serie documental. Por eso, volvieron con su parafernalia a Río Cuarto.

Ahora, la serie sumará un nuevo capítulo. “El colocador de piso” podrían llamarlo o, si el guionista es más imaginativo, tal vez la titulen “El hombre que siempre estuvo ahí”.

La danza de los haplotipos y las mitocondrias

La tarde del viernes 20 de diciembre el Polo Judicial de Tribunales ya estaba desierto cuando llegó la noticia que sacudió hasta los cimientos del edificio de calles Balcarce y Corrientes: el vello detectado en la zona inguinal del cadáver de Nora Dalmasso había dado positivo en el cotejo que se hizo con el ADN mitocondrial de Roberto Bárzola, el camionero riocuartense de 45 años que en el lejano 2016 se ganaba la vida como colocador de pisos de madera.

Era la segunda evidencia genética que apuntaba en dirección al nuevo sospechoso. ¿La segunda? Sí, semanas atrás, en un cotejo del ADN detectado en el lazo de la bata con la que ahorcaron a Nora había surgido el primer dato comprometedor contra Bárzola. El haplotipo de la prenda coincidía con el del hombre que estuvo prestando tareas en la casa de los Macarrón.

Con la primera prueba de ADN positivo, Jávega dejó a Bárzola sospechado del delito de abuso sexual seguido de muerte. Lo notificó, le aconsejó que nombrara abogado defensor y le tomó una breve declaración indagatoria que duró un suspiro porque el flamante acusado, escoltado por los abogados Aquiles Rodríguez y Cristian Titarelli, se limitó a negar el hecho y se abstuvo de seguir declarando. Todo eso sucedió en el más completo hermetismo, hasta que los acontecimientos hicieron imposible seguir sosteniendo el “catenaccio” informativo.

Con el segundo ADN positivo, el efecto ya fue el de un tembladeral y como la versión empezó a correr como un reguero, desde la ciudad de Córdoba dieron el OK para romper el mutismo y salir a difundir las novedades en conferencia de prensa.

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En la mañana del lunes, el nombre de Bárzola ya circulaba de boca en boca entre los periodistas aun media hora antes de que Jávega arrancara a hablar. Mientras los emisarios de Netflix hacían el backstage tomando imágenes de los periodistas locales y capitalinos, desde todos los ángulos posibles, en plena sala se había desatado una frenética búsqueda en los celulares para dar con alguna imagen de archivo del sospechoso.

“¿Vos sabés que no puedo acordarme si lo entrevisté o no? –le confió una periodista televisiva a este cronista-. Pero si lo hice, tiene que estar en el canal”. A los pocos segundos, las declaraciones que Bárzola había hecho a la prensa dos años atrás con un barbijo ya circulaban de celular en celular. En la época en que se registró aquella entrevista, Bárzola era apenas un actor de reparto. Ahora, su nombre está en boca de todos.

“Para mí, es otro perejil”

Walter González es un hombre pocas palabras. Está acostumbrado al esfuerzo físico, lo suyo es el trabajo práctico. Se hizo un buen nombre en el medio como uno de los colocadores de piso más reputados de la ciudad y lo que menos le interesa es que una causa judicial lo salpique.

“No quiero entrar en polémicas”, dice amable pero firme González a Otro Punto, del otro lado de la línea. Y a continuación deja una frase concluyente: “Para mí, es otro perejil, nada más que eso te puedo decir”. El comentario tiene una clara referencia y es el pintor de obras Gastón Zárate, que en los primeros días de la pesquisa por el femicidio de Nora Dalmasso fue imputado y detenido como autor del mismo delito que ahora se le está endilgando a Bárzola, abuso sexual seguido de muerte.

Ya todo el país sabe cómo resultó aquella temeraria maniobra del fiscal de instrucción del momento. Una pueblada como pocas veces se vio en las calles de Río Cuarto exigió su inmediata liberación y acuñó el sobrenombre con el que hasta el día de hoy se asocia a Zárate: el perejil. A las pocas horas de la histórica manifestación, Zárate recobraba su libertada y finalmente quedó sobreseído y fuera de toda sospecha.

Cuando se le recuerda a González que el nuevo fiscal en la causa Dalmasso indicó que tiene dos pruebas genéticas que comprometen seriamente a su exempleado, el capataz apenas presta atención a esas palabras y remarca. “Eso es todo, no voy a decir nada más. Lo único que te puedo decir es que ojalá esto se esclarezca alguna vez”.

Antes de cortar la comunicación, este cronista ensaya una última consulta en relación a Bárzola, el nombre que en las últimas horas concita toda la atención en el caso Dalmasso. Se le recuerda que en ocasión de declarar en los tribunales durante el juicio que se celebró en el primer semestre de 2022 Bárzola le mintió cuando le dijo que había tocado el timbre en reiteradas ocasiones, frente a la casa de la calle número 5 de Villa Golf, y finalmente se desdijo. Para González, esa situación no pasó de ser una picardía de su empleado, por eso concluye: “le reitero, para mí este es otro perejil”.

(*) Periodista del semanario Otro Punto, de Río Cuarto