Perfil
CóRDOBA
ARTES ESCÉNICAS

Cheté Cavagliatto: “Queremos varones interlocutores que escuchen estas voces”

Innovó en la década del 70 en la composición de personajes e “hizo llover” en el San Martín con la obra de Aguirre el Marañón. Estrenó Cuerpo de mujer, peligro de muerte.

Cheté Cavagliatto
CHETÉ CAVAGLIATTO. “Creo que un pueblo con cultura es un pueblo que crece; uno sin cultura, retrocede”. | Fino Pizarro
Nadie mejor que ella para ponerse a la cabeza de una obra multidisciplinaria que contempla un trabajo tan delicado y sensible como abordar la temática de los femicidios que se vienen sucediendo en Argentina y cuya escalada pareciera no detenerse nunca.
Como buena regisseur, Cheté Cavagliatto une en un mismo escenario a 33 artistas (actrices, videastas, músicas, artistas plásticas) y marca el camino para que todas sean oídas como si fueran una única voz.

-¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de poner en escena un tema tan delicado como este?
-Como es un tema tan crudo y que realmente nos conmociona, tuvimos mucho cuidado de trabajar tratando de que la emoción no nos supere. Eso ha sido lo más difícil. La dramaturga (Ana Yukelson) trabajó a partir del material de escritoras y periodistas que reunimos y desarrolló un texto y un trabajo que se da en nueve movimientos.
La punta de lanza son las actrices que dicen el texto y documentan lo que queremos decir y las intervenciones de las otras artistas están dentro de cada movimiento, con una visión más bien operística. Por eso, también seleccionamos música clásica, que ayuda a agregarle poética a este tema tan crudo.

-Has sido una innovadora en la composición de los personajes, ¿cómo es el vínculo entre el director y los actores? 
-Soy una convencida de que sin actores no existe el teatro. Toda mi formación y mi trabajo siempre han tenido que ver con la palabra, y el trabajo con ellos es una manera de enriquecerme. En cada obra, trabajo antes de empezar con los actores y es el actor el que va enriqueciendo el producto final. Si bien soy muy exigente -tengo una formación absolutamente prusiana y eso lo tienen que sufrir los pobres actores-, siempre hay una cuestión amorosa y de escucha de por medio, que es fundamental. Y como hice piano, leo partituras; entonces, entiendo al lenguaje como notas: yo lo llamo “el ritmo en el texto”, que muchas veces se confunde con velocidad, pero que no es solo eso, sino también la pausa, el volumen, la intención. Es muy difícil para los actores lograr ese ritmo y que una vez logrado no se pierda.

-¿Cómo era hacer teatro en las décadas del 70 y 80 y cómo es hacer teatro hoy?
-El teatro ha sido siempre para mí la manera de comunicar la vida en cuanto a qué estamos viviendo desde lo social, político e ideológico. La diferencia entre los 70 y los 80 -que recién empezó a cambiar en los 90- es que en los 70 había algo “contra” lo que teníamos que trabajar. Cuando vino la democracia eso pasó, entonces se abrió un abanico y hubo una especie de desajuste en lo creativo que empezó a mejorar notablemente a fines de los 90. Ahora hay puntos sociales e ideológicos entre los cuales el arte está tomando partido. Lo mismo que pasó en los 70: se ha politizado más.

-¿Era más comprometido el público de aquellos años?
-Sí. Y me parece que estamos llegando a un punto en donde hay que empezar a exigir más compromiso de la sociedad ante cosas que pasan a diario. Sin enarbolar ninguna bandera, simplemente como personas que no queremos violencia, que queremos vivir medianamente en paz. Muchas cosas generan violencia: la pobreza, la ignorancia. Y no se puede contener a la violencia con violencia, sino con educación, con amor, con comida, con trabajo. 

-¿Es verdad que hiciste llover en el Teatro San Martín?
-(Se ríe) Sí, tratábamos una obra de Alejandro Finzi que habla sobre Aguirre el Marañón, un conquistador tremendo, temible. Y yo puse esa obra -que duraba tres horas- en la que todo se desarrollaba en una conquista en medio de la selva. Entonces, ¿cómo representábamos la selva en el teatro? Y pasó que (Rafael) Reyeros hizo una escenografía maravillosa con plástico negro, con la posibilidad de que hubiera un río. Había una balsa, los actores remaban y de arriba caían bolsas negras con agua. Llovía permanentemente. Fue increíble. Claro que ahora hacer eso no es tan complicado, pero te estoy hablando de los 80.

Cuerpo de mujer, peligro de muerte

Con Rita Segato como una de las referentes que más leyeron a la hora de pensar la obra y en la que más se apoyaron para desarrollar el discurso, “Cuerpo de mujer, peligro de muerte” tuvo su estreno anoche en el Teatro Real. “Esta temática nos ha preocupado siempre, pero este horror que estamos viviendo nos ha hecho mucho más conscientes
de la necesidad de que esto no nos adormezca, sino que nos ponga activas, no solo a nosotras, también a la sociedad toda”, reflexiona Cavagliatto. 
Después de ensayar desde marzo, la expectativa ahora se centra en ver qué pasa con el público tras el estreno, el último punto donde la creación se cierra, y en poder razonar con los varones sobre este tema. Sin escenas violentas “ya que lo violento es el hecho en sí”, desde la puesta trataron de cuidar mucho el no responder con más violencia, de hacer la obra con corazón y cabeza, ver de dónde viene el conflicto y preguntarse por qué estamos viviendo esto como sociedad. Otra de las cosas que destacan como valiosa es la fusión de diferentes generaciones con un objetivo común: “Mujeres jóvenes trabajando a la par de mujeres con más experiencia ha resultado muy enriquecedor”. La obra podrá volver a verse el 11 de octubre en el Teatro del Libertador, en el marco del Festival Internacional de Teatro Mercosur