El desafío era enorme. Atravesar la extensión argentina en bicicleta por la mítica Ruta 40, desde la Quiaca, en Jujuy, hasta Cabo Vírgenes, en el extremo sur continental. Y no solo eso: debían hacerlo en 30 días, cruzando montañas, valles y ríos.
A medida que los días iban pasando, el esfuerzo era mayor y el cansancio empezaba a acumularse, poniendo en juego los límites físicos de los ciclistas y hasta el mismo desafío. Pero nada los detuvo porque detrás de cada uno de ellos había un sueño y una historia de vida, que puede ir conociéndose a medida que el documental avanza.
“Yo soy un soñador loco. El primer viaje que hice en bicicleta fue desde Villa de Las Rosas hasta México, cruzando 15 países. Y creo que este fue un viaje muy humano, hicimos una travesía que no hace cualquiera”, empieza relatando Francisco Luna Ricotti, uno de los ciclistas, oriundo de Villa de Las Rosas.
Con producción de El Camboyano, de Andrés Dunayevich (‘El grito del Suquía’), la serie documental se estrenó por la pantalla de Deportv y narra la travesía de estos tres ciclistas que atravesaron 11 provincias argentinas en bicicleta.
—¿Cómo surgió esta idea?
—Yo venía de dar la vuelta al mundo en bicicleta. Estuve cuatro años en cuatro continentes distintos, visité 25 países y recorrí 50.000 kilómetros. Cuando volví me agarró la pandemia en Córdoba Capital y con Gabriel, un amigo con el que ya habíamos hecho otras travesías juntos, empezamos a pensar en hacer la 40, pero de forma maratónica. Empezamos a sumar voluntades, conseguimos que nos prestaran una camioneta y armamos un equipo que terminaron siendo cinco integrantes, con un cocinero incluido. También sumamos una moto porque había que tener en cuenta que la ruta 40 tiene 1.500 kilómetros de ripio y si la camioneta no pasaba, teníamos que tener un plan B.
—¿Cómo fue el desafío que se plantearon?
—Teníamos que hacer todo el recorrido en solo un mes. Así que teníamos que pedalear nueve horas todos los días. Hacíamos un promedio diario de 176 kilómetros para atravesar toda la Argentina de norte a sur. Fueron en total 5.280 kilómetros.
—¿Y cómo se financiaron?
—Fue todo muy a pulmón. Hicimos remeras y vendimos 700 en todo el país. Le ganamos 400 pesos a cada una, imaginate. Hubo gente que colaboró también, nos donaron comida. Eso fue importante porque tuvimos que hacer una dieta naturista, no podíamos comer cualquier comida porque al otro día había que estar livianos para seguir.
—¿Qué fue lo que más les costó?
—Aclimatarnos a 4.000 metros de altura fue complicado, pero creo que lo que más nos costó fue la convivencia. Uno de los factores más duros fue convivir con tan poco presupuesto; creo que eso condicionó el confort, lo que se sumó al cansancio a medida que iban pasando los días. Además, la exigencia física, claro.
—¿Cómo fue el entrenamiento?
—Bastante intenso. Hace muchos años que ando en bicicleta. Estuve en Francia viendo la carrera más importante del mundo y luego en la India, donde la bicicleta es el primer medio de transporte. Pero si bien sé mucho de bicis y tengo mucha experiencia, entendí que había que entrenar algunas cosas más finas, como la recuperación de los músculos y prestarle atención a la alimentación. Tuve asesoramiento, entrené durante un año respetando un plan.
—¿Qué sigue después de esto?
—Este fue un viaje que nos hizo crecer desde lo personal y en los vínculos con el otro. Ahora queremos ir al Machu Pichu, pero haciendo una travesía por el Camino del Inca.
TRAVESÍA. Francisco Luna, Leandro Busqueda Brugnara y Gabriel Mardones, hicieron la Ruta 40.