La justicia desbarató una banda que se dedicaba a clonar tarjetas de crédito y débito para efectuar compras aplicando datos de terceros. La modalidad utilizada consistía en copiar la información de los plásticos y de los documentos de sus titulares para luego cargarlos en la franja magnética de tarjetas falsas, elaboradas especialmente para realizar las estafas.
Esto debe poner en alerta a los usuarios de tarjetas para exigir en todas las transacciones que los pagos se realicen a la vista del cliente.
La banda estaba liderada por Luis Hernán Arzuaga Martínez (40), un ciudadano de origen colombiano, que fue condenado por la Cámara 12ª del Crimen en sala unipersonal, a cargo de la vocal Ana María Lucero Offredi. Recibió una condena a seis años y cuatro meses de prisión por los delitos de asociación ilícita, falsificación de tarjetas de crédito y débito –que se equipara a la adulteración de dinero–, encubrimiento y defraudación.
El resto de los condenados son: Darío Maximiliano Bustamante (33), a la pena de seis años y dos meses de prisión; Hugo Alberto Lafure (32), a tres años y seis meses de prisión; Luz Celeste Godoy Navarro (24) y Jonatan Alejandro Duveaux Martín (31), ambos a tres años y un mes de prisión, y Gonzalo Rafael Páez (37), a tres años y cinco meses de prisión efectiva.
Previamente, en un juicio abreviado en el que hubo acuerdo entre la fiscalía y la defensa, el juez de Control Pablo Agustín Cafferata, había aplicado a Marco Antonio Contreras Alessi (41), cuatro años y seis meses de prisión.
La investigación fue conducida por el fiscal de Instrucción Juan Pablo Klinger. Detectó maniobras similares en diferentes ámbitos y logró armar, como un rompecabezas, la integración de la banda.
Estación de servicio. Uno de los ámbitos donde se obtenían datos de tarjetas era una estación YPF ubicada en avenida Colón al 4900 donde dos empleados, Duveaux Martín y Lafure, aprovecharon la oportunidad de obtener información de tarjetas de crédito y débito con las que los clientes pagaban las cargas de combustible. Ambos habían sido contactados por Bustamante y Arzuaga Martínez quienes les entregaban un pago por esa maniobra.
Los datos eran copiados manualmente o tomaban fotografías con skimmers, dispositivos que eran proporcionados por los jefes de la banda. Luis Hernán Arzuaga Martínez era el encargado de fabricar tarjetas apócrifas y cargar en las bandas magnéticas la información robada sin que los titulares reales de las tarjetas se dieran cuenta. Bustamante, por su parte, proporcionaba a su socio láminas y plásticos para confeccionar las tarjetas clonadas Luz Celeste Godoy Navarro tenía otra misión, la de controlar el estado de envío y recepción de los productos que adquirían valiéndose de la información de las tarjetas de otros titulares, además de proporcionar su cuenta bancaria a los fines de que en ella se depositara el dinero obtenido fraudulentamente.
Un kiosco. Marco Antonio Contreras Alessi era el dueño de un quiosco ubicado en calle Igualdad 5100 de la ciudad de Córdoba. Él proporcionó a la organización delictiva los links de pago y posnet para que se realizarán compras fraudulentas, además de documentos de identidad de terceras personas necesarios para crear cuentas en entidades financieras, donde posteriormente se solicitarían tarjetas para efectuar este tipo de operaciones.
Un cartero. La maniobra incluyó una actividad muy llamativa. Entre los condenados, hay un empleado infiel de Correo Argentino, Gonzalo Rafael Páez. Tal como ocurrió con los playeros de YPF, en este caso fue contratado a cambio de un pago para entregar tarjetas nuevas que los bancos enviaban a sus clientes, en diferentes puntos de la ciudad y el Gran Córdoba.
Una escucha telefónica reveló cómo hacían para abrir la correspondencia bancaria. El diálogo se produjo entre Arzuaga Martínez y Bustamante. Comentan que contactaron a un cartero que realiza recorridos por countries donde hay gente con alto poder adquisitivo. Y a continuación le explica cómo se extrae la tarjeta:
“Para desarmar el sobre lo tenemos que meter adentro de un microondas, calentar un poquitito para que se afloje el pegamento y lo vas sacando despacito. Una vez que abriste el sobre es un golazo, porque pasamos la tarjeta por el lector, cosa de chuparle la información ¿entendés?; le chupas la información, le sacamos la foto y armamos la tarjeta nosotros. Nooo, es un gol de mitad de cancha, llegas a hacer eso Marcos, es un gol de mitad de cancha, olvídate”.
La diferencia entre estas tarjetas y las clonadas en la estación de servicio radicaba en que las que se entregaban eran nuevas, debían ser habilitadas a partir del primer uso de sus titulares. Por eso, la instrucción que se dio fue esperar para ponerlas en movimiento porque de otro modo, saltaría inmediatamente la irregularidad. No debían ser usadas antes de ser habilitadas.
Compras. Una vez clonadas las tarjetas, el último paso era utilizarlas. En la causa se comprobó que realizaron operaciones de diferentes montos en farmacias, hipermercados, negocios de electrodomésticos, repuestos de autos, comida y carga de combustibles, entre otros.