La década de 1980 estuvo signada por convulsiones culturales, sociales y políticas propias de haber dejado atrás siete años de una de las dictaduras más cruentas de Latinoamérica.
El regreso a la democracia y con ella la vuelta de las libertades hizo posible el surgimiento de numerosas bandas de rock, entre las que surgió ‘Proceso a Ricutti’, un grupo que llegó a convertirse en una de las bandas más exitosas de Córdoba.
Pero este libro no relata solamente la historia de la banda, sino que es la excusa perfecta que Dirty Ortiz encontró para contar los avatares de una época. “Escribir solo la historia de Ricutti era perderse el 95% de lo que había pasado; era mostrar una partecita y no entender por qué ese grupo llegó a ser lo que fue. Así que ni bien me propusieron hacer el libro, pensé en meter a Ricutti en un contexto musical en el que aparecieron muchas bandas, la mayoría de ellas muy buenas, y el contexto cultural, político y social de la época. El regreso a la democracia fue lo que hizo posible esa movida de bandas porque hasta muy poco tiempo antes hacer un recital de rock era jugarse la vida”, empieza contando Ortiz.
Hacedores. El escritor no era un simple espectador de los hechos sino que fue parte activa de las distintas movidas de la escena local. “Nos juntábamos en una casa de estudiantes en Nueva Córdoba, justo frente a la casa de la familia de Angeloz. Y al lado estaba la casa del padre Miani, que era el cura que daba misa los domingos en la tele. Estábamos literalmente entre dos sectores de poder; éramos periodistas, artistas, estudiantes. Y un día surgió la idea de hacer algo que cambiara un poco las cosas. Y de ahí salió disparada mucha gente que ocupó lugares en los medios, en el teatro, en la plástica, la música”, recuerda Ortiz, quien formaba parte de ese grupo escribiendo letras para bandas y traccionando desde el periodismo y desde los medios de comunicación.
De esa época también data el mítico grupo ‘Los Burdos’, una especie de proyecto armado entre compañeros de facultad que hacían prácticas de radio y tele pero en tono jocoso: “Nunca hacíamos nada en serio y eso generó una especie de mito en ‘La Escuelita’. Eso nos motivó a grabar un demo para Radio Universidad, pero la radio era muy acartonada. Recién en el ‘89, cuando aparecen radios alternativas, conseguimos una radio que nos diera bola. Pero Los Burdos como tales existen desde principios de los ‘80. Nos juntábamos en el departamento de Tincho (Siboldi), que vivía frente a la Plaza de la Intendencia”.
Aquella era una época de mucha militancia también. Y ellos eran los militantes de la modernidad. “Nos olvidábamos un poco del pasado, del rock progresivo y queríamos mirar para adelante, hacia el siglo 21. Esa era nuestra militancia. Nos habíamos instruido en el punk, en el No future, en la anarquía: esa era nuestra ideología”, recuerda.
Pero la militancia partidaria no pensaba lo mismo: para ellos, eran los enemigos. Estaban en contra de las instituciones y en determinado momento hasta el Centro de Estudiantes fue también una institución en contra de la que había que estar. “En el libro relato algunas de esas travesuras que hacíamos en nombre de esto, que terminaban indignando a la militancia partidaria, que no entendía que todos estábamos en lo mismo, disfrutando de esas libertades y aprovechándolas cada uno desde su lugar”, cuenta Ortiz.
En el lugar indicado, en el momento justo. Entre otros hechos memorables, Córdoba fue anfitriona de ‘La Fura dels Baus’ que marcó una división entre generaciones. “En el libro yo le hago una especie de homenaje a la negra María Rosa Grotti (periodista), citando una nota de ella sobre La Fura, pero también lo hago para contrastar lo que pensaba la generación de los ‘70 sobre La Fura porque no la entendían. Y tampoco entendieron lo que significó para nosotros -que veníamos del punk- que de repente estos españoles quilomberos tomaran por asalto la Escuela Olmos e hicieran el escándalo que hicieron. Córdoba era una bomba de tiempo, no podíamos creer que lo que veíamos en algunas revistas o en algunos videos de repente ocurriera acá. Así que fue muy fuerte”.
A cierta distancia de aquellos hechos, el escritor señala que más allá de estar en el lugar indicado y en el momento justo, eran ellos mismos quienes potenciaban algunos acontecimientos. “Creo que le dábamos más relevancia a determinadas cosas para que fueran más importantes. Es lo que llaman periodismo gonzo: promover la noticia. Es un invento de Hunter Thompson, él provocaba la noticia, ya sea porque la protagonizaba o porque la desataba con algo que él promovía. Y nosotros, sin darnos cuenta porque no habíamos leído a Thompson en aquel momento, terminábamos participando y promoviendo cosas y luego éramos los encargados de relatarlo desde los medios y darle trascendencia. Esa era un poco la idea. Trabajar para que las cosas ocurrieran”.
INSTANTÁNEAS DE UNA ÉPOCA. Los Burdos en el departamento de Tincho Siboldi (Siboldi, Ortiz, Zuliani, Sargiotto y Aizpeolea).