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INICIATIVA DIPLOMÁTICA FRENTE A OTRA ESCALADA

De aquel relámpago inicial a estos 528 días de tormenta

Ucrania pone condiciones en una ‘Fórmula para la paz’ que se discute sin Rusia, pero con la presencia de países clave en Arabia Saudita. Moscú alega que la contraofensiva militar de Kiev fracasó. La tensión hace foco en el Mar Negro mientras, el dolor de las víctimas deja de ser noticia.

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POR LA PAZ. El príncipe saudita Mohammed bin Salman y el presidente de Ucrania, Zelenski. En Arabia Saudita se realizan las reuniones. | CEDOC Perfil

El pasado lunes, en otra de sus alocuciones diarias con las que suele arengar a las tropas y los civiles de su país, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, se ufanaba de que la llamada “Operación Militar Especial”, que el Kremlin anunció a fines de febrero de 2022 pensando que insumiría sólo un par de semanas, ya afrontaba más de 520 días de resistencia.

“Gradualmente, la guerra está regresando al territorio de Rusia, a sus centros simbólicos y bases militares, y éste es un proceso inevitable, natural y absolutamente justo”, sostuvo el histriónico mandatario ucraniano, ataviado con la ropa de fajina con que se muestra en cada aparición desde que estalló el conflicto armado con su vecino.

Zelenski aludía sin decirlo del todo a las incursiones con drones que en los últimos días alcanzaron edificios en el centro financiero y comercial de Moscú, o a los más cercanos impactos de aparatos no tripulados cargados de explosivos contra dos barcos rusos en aguas del Mar Negro.

En cualquier caso, la errada predicción o el más que fallido cálculo atribuido al presidente ruso, Vladimir Putin, de que la intervención armada en Ucrania sería una “operación relámpago”, tampoco debería implicar una legitimación a su par de Kiev para cantar victoria o vaticinar triunfos en los frentes de batalla o de la diplomacia, que suelen no condecir con la realidad.

La contraofensiva militar anunciada para este verano boreal por las autoridades de Kiev ha tenido más contratiempos y dificultades que los previstos, el Kremlin la da por fracasada y no pocos analistas la visualizan como estancada, salvo algunas excepciones puntuales. Y todo a pesar del cada vez más ostensible apoyo material y bélico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

 

Fórmulas y experimentos. Los ataques con drones a una embarcación militar y a un petrolero rusos se conocieron casi al mismo tiempo que la prensa daba cuenta de la reunión convocada para este fin de semana en la ciudad saudí de Yeda, en la que cerca de 40 delegaciones de diferentes países se convocaron para tratar una iniciativa a la que Ucrania y su gobernante propiciaron como “Fórmula de Paz”.

Zelenski aludió al encuentro de ayer y hoy en Yeda como la “segunda fase” de tres, en un plan que se inició en junio pasado en Copenhague, o en noviembre de 2022, en la reunión del G-20. Este plan tendría su tercera y definitiva etapa en una suerte de Cumbre Mundial por la Paz que se convocaría cuando el otoño haya puesto fin a este abrasador verano que azota al Hemisferio Norte (entre septiembre y diciembre).

A pesar de no contar con la participación de Rusia, las especulaciones optimistas acerca de esta negociación o iniciativa se fundan en la presencia de naciones emergentes que integran bloques con Moscú, como Sudáfrica, India y Brasil, socios de Rusia en el Brics junto a China.

Más allá de los otros países de este grupo, la presencia de un actor del peso de Beijing –por su gravitación en el tablero geopolítico internacional y por su alianza estratégica con Moscú– abre expectativas acerca de lo que pueda surgir como alternativa de solución a un conflicto que parece empantanado y que hace rato abandonó las portadas de los grandes medios del mundo.

Liberación de todos los prisioneros y deportados, restauración de la integridad territorial de Ucrania, retirada de las tropas rusas y reconocimiento de fronteras, prevención de la escalada del conflicto o confirmación del fin de la guerra, son algunos de los puntos a los que Kiev supedita cualquier acuerdo. Con un alcance más global, la “fórmula” para la paz planteada alude también a radiación y seguridad nuclear, seguridad energética, justicia, prevención del ecocidio y seguridad alimentaria. 

Claro que para que prospere una negociación del decálogo de propuestas o puntos que van más allá de la actual guerra en Ucrania y de lo que Kiev define como ejes de una “paz justa”, Putin y también Zelenski deberían dejar de lado la intransigencia de la que hasta ahora ambos han hecho gala.

En otros frentes. La ‘batalla de drones’ que ambos bandos han librado en las últimas horas ha tenido especial fuerza en el Mar Negro y amenaza con extender la inestabilidad o agravar los daños colaterales de la crisis. Sobre esto advirtieron de manera enfática los gobiernos de Turquía y Rumania, entre otros.

El foco de las tensiones y los ataques podría centrarse en esas aguas, a raíz de la intención de Kiev de aislar a Crimea y minar la capacidad de las fuerzas rusas allí apostadas, para luego lanzar una ofensiva destinada a recuperar la península. En este hipotético escenario sería aún más compleja la salida de Ucrania del maíz, el trigo, la cebada, el aceite vegetal u otros productos agrícolas que constituyen parte sustancial de la riqueza del país bajo fuego y resultan vitales para paliar la emergencia alimentaria que viven distintas regiones del planeta. 

La decisión de Moscú de no prorrogar el pasado 17 de julio el acuerdo de exportación de granos ucranianos a través del Mar Negro ya había encendido las alarmas. Zelenski acusó en ese momento a Rusia de querer “una catástrofe global con el colapso de los mercados alimentarios”. Pero los ataques de su país hacia blancos rusos frente a esas costas aumentaron la incertidumbre y los temores en otras capitales.

Habrá que ver si de las conversaciones en suelo saudí surge una respuesta a esta y otras urgencias, pero los signos no son muy esperanzadores.

En el gobierno de Moscú alegan que Kiev “no quiere y no puede ver la paz mientras es utilizada como herramienta de Occidente”. La portavoz de la cancillería, María Zajárova, dijo que el objetivo de las reuniones de este fin de semana en Yeda es crear una coalición antirrusa, a la vez que calificó esta cumbre como “un engaño” o simple “puesta en escena que no tiene nada que ver con la paz”.

A su vez, el gobierno de Kiev denunció que en un reciente diálogo entre Putin y su colega y aliado bielorruso, Alexander Lukashenko, se puso sobre la mesa perpetrar un ataque de falsa bandera para arrastrar aún más a las autoridades de Minsk al conflicto en Ucrania.

Demasiado tiempo. Se cumplen hoy 528 días desde aquel mensaje del mandatario ruso en el que los eufemismos no alcanzaron para disimular una invasión que abría la caja de Pandora de otra guerra, esta vez en plena Europa.

Muchas semanas y meses como para comprobar que la que se libra no es sólo la pelea entre dos naciones, o una puja desigual de apenas dos actores. La incidencia de la Otan y en especial de Estados Unidos, ávidos de recuperar protagonismo ante una Europa carente de nuevos liderazgos, es clave para abordar un tablero remecido cada tanto por “guerras preventivas”,  “invasiones en defensa propia”, “bombardeos democratizadores” y tantas otras falacias esgrimidas por unos y otros.

Mientras, cada tanto llegan las noticias de nuevos ataques y contraataques, y se reportan combates en el frente de batalla con el nombre del lugar donde se libran: Járkov, Kupiansk, Odesa…

Los portales informativos muestran cada vez menos los éxodos masivos, destrucción o sobrevivientes en medio de las ruinas; como si el dolor hubiera dejado de ser noticia. Los números de víctimas casi ni se actualizan.

Un informe de la Fiscalía ucraniana cifraba tiempo atrás en 10.749 los civiles muertos desde el inicio de la guerra, 499 de ellos menores, y calculaba en 15.599 los heridos.

Pero el jefe del Estado mayor noruego Eirik Kristoffersen, integrante de la Alianza Atlántica que suministra mucho más que pertrechos a Kiev, indicó ya a fines de enero pasado que las víctimas civiles serían unas 30 mil y que los soldados muertos o heridos sumaban unos 180 mil en el lado ruso y unos 100 mil en el lado ucraniano.

Un informe de la ONU, elaborado a comienzos de junio pasado –en coincidencia con el Día del Niño en Ucrania–, dio cuenta de al menos 525 menores muertos y 1.047 heridos. Una estadística luctuosa que es preciso frenar cuanto antes y cuyas heridas será difícil restañar, más allá de quienes por la razón o por la fuerza aparezcan al final como “vencedores” o “vencidos”.