En el 460 AC, nacía en la isla de Cos en Grecia, Hipócrates. En sus aforismos, aún de gran actualidad, describía que el ser humano reaccionaba con impotencia y miedo ante las epidemias.
No hay dudas que la sociedad griega de esa época tenía un comportamiento más criterioso ante estos eventos trágicos.
Hoy la sociedad tiene una conformación variopinta y amalgama mezclas raciales que reaccionan de las maneras más disímiles. Conviven con nosotros antivacunas, anticuarentenas y el peligroso grupo que se cree invulnerable, sosteniendo que estas enfermedades le pasan a los otros.
La impactante y triste realidad nos muestra que más del 85 % de los tropiezos y dificultades que nos acaecen son por imprudencia, indolencia y desprecio por los demás.
Sería largo enumerar la cantidad de reuniones clandestinas, los miles de autos incautados y ciertas actitudes rayanas con la locura.
Estamos en un momento crítico de la diseminación de este virus impredecible y destructor; por lo tanto si no prima la adhesión de toda la población a las normativas sanitarias emanadas de las autoridades solo nos quedará hacer el inventario de la retahíla de disgustos ocasionado por esta pandemia. No tenemos medicamentos efectivos, carecemos de vacunas y día a día aprendemos nuevas características de esta enfermedad; mientras tanto la muerte acecha y va dejando familias sin alguno de sus miembros. A ellos quizás habría que explicarles que esto sucedió por indiferencia de un congénere.
Es tan voluminosa y variada la información que día a día recopilamos de esta nueva enfermedad que aprendimos desde cual es la mejor posición del paciente en terapia para que respire mejor, hasta desechar diversos medicamentos que aparecían como la panacea (pan: todo, akos: remedio) y la práctica demostró que eran deleznables.
Lo único que puede permitir que nos reencontremos con nuestra vida cotidiana es la responsabilidad que parte de la sociedad no tiene o quizás nunca la ejerció.
En toda pandemia el deber como carga social es compartido. Por lo tanto, cada uno debe comprender cuál es su rol.
Y para aquellos que siempre fueron indiferentes y mellan el esfuerzo de los probos les aclaro que el agobio que sufrimos el equipo de salud es inmenso.
Estamos constantemente en compañía de la muerte con el riesgo que conlleva. Hasta que aparezca la vacuna debemos ser estrictos con las normas sanitarias, cumplir y hacer cumplir a quien no interprete o visualice lo que sucede en los países vecinos: Brasil, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia que viven un caos sanitario.
La cuarentena permitió que nos diferenciemos de las distintas estrategias utilizadas en el continente. Por último, debo honrar a nuestros médicos, a nuestras queridas enfermeras y al invalorable aporte que hace el personal de limpieza de nuestros efectores de salud. Sin ellos, todo hubiese colapsado hace tiempo.
El doctor y licenciado Hugo Pizzi es médico infectólogo y Profesor de la UNC. MP 7827/8 MN 54101