¿Es posible probar un abuso sexual luego de mucho tiempo? La historia a contar, en la cual se omiten todos los datos que permitan identificar a la víctima, es una respuesta afirmativa y contundente a esa pregunta.
Una joven, de 25 años, concurrió a una Unidad Judicial de Delitos contra la Integridad Sexual a fines de 2019. Denunció a su padrastro por presuntos ‘tocamientos’ durante los años en que transcurrió su infancia y pubertad. En su primera exposición, los hechos relatados fueron escuetos y con pocos detalles. Se abrió un expediente que recayó en la fiscalía de Instrucción del Distrito III, turno 6, a cargo de Iván Rodríguez.
Como las circunstancias que relató la joven se remontan al 2004, cuando todavía no estaban en funcionamiento las fiscalías especiales para este tipo de delitos, la pesquisa continuó a cargo del mismo fiscal.
La tarea de los instructores fue minuciosa. Con el correr del tiempo y a medida que la víctima comenzó a traer a su memoria detalles de sus padecimientos, advirtieron la gravedad y el horror que había padecido desde que transitó sus ocho años hasta cumplir 14, entre el 2004 y 2009.
El acusado por los abusos, actualmente de 45 años, está detenido y recientemente el Juzgado de Control confirmó la prisión preventiva. Pesa sobre él la imputación por abuso sexual agravado por ser guardador y por la edad de la víctima y la convivencia y por suministro de material pornográfico a la niña, todo en concurso ideal con corrupción de menores agravada. Si es juzgado con esta calificación legal se enfrenta a una posible condena de hasta 35 años de cárcel.
La historia. La joven convivía en aquellos años con su madre —separada de su padre biológico—, su pareja —actualmente imputado por los abusos— y dos niñas, hijas de la segunda unión de la mujer. Los hechos, según relató, ocurrieron en la vivienda familiar en una localidad del Gran Córdoba mientras su madre trabajaba.
La joven pidió declarar en varias ocasiones. A medida que avanzó en sus relatos los investigadores dimensionaron la gravedad de lo ocurrido. El mecanismo de evocar recuerdos le permitió expresar cosas que tenía encriptadas en su interior.
Recordó que el hombre le proporcionaba material pornográfico, le tocaba el cuerpo, mientras quedaban solos. Hay detalles elocuentes como la ubicación en la que la colocaba en la moto para llevarla a la escuela con el objetivo de producir un acercamiento a su cuerpo.
Desde pequeña, limpiaba la humilde casa que habitaban. Mientras, él se desnudaba totalmente frente a ella y así permanecía. Cuando almorzaban, la obligaba a tocarlo por debajo de la mesa. Se daba una naturalización de la sexualidad con expresiones eróticas permanentes, excesivas y prematuras, por lo que le cabe la figura legal de corrupción de menores.
Logró que dejara de ir a la escuela durante un lapso de tiempo diciéndole a su mujer que la hija era una “atorranta”. Con esto logró que la jovencita permaneciera más tiempo en la casa, bajo su influencia y dominación, lo que denotó —a criterio de la investigación— un alto grado de perversión.
Tenía un discurso de género explícito: “Vos no te vas a casar con nadie”, “soy tu único hombre”, eran frases que la joven recuerda que solía expresarle.
Una reconstrucción arqueológica. Para explicar cómo fue posible probar el hecho, el fiscal Rodríguez destacó que a pesar de que había transcurrido una década y media, con la escucha atenta a la víctima, con las pericias realizadas al hombre y a ella, más los testimonios que recordaron episodios de aquellos años, se obtuvo abundante prueba de los abusos.
Hay cinco hechos diferentes descritos que fueron confirmados por la jueza de Control, Anahí Hampartzounián, con el grado de certeza que se requiere para la etapa de instrucción de la causa.
Hubo un detonante para poner fin a aquella tortura. Fue una situación violenta en la que la adolescente salió de la casa a los gritos. Los vecinos presenciaron el episodio. A pesar de que había pasado una década y media, fueron citados a declarar y recordaron lo sucedido. Después de aquel suceso, ella abandonó esa casa y se fue a vivir con su papá biológico.
La investigación también profundizó sobre los ámbitos sociales que ella integró, como la escuela y familias extensas, entre otros. Fueron clave las pericias psicológicas realizadas al agresor y a la víctima, que resultaron ser complementarias. Una presentaba el perfil victimológico con trastorno de estrés postraumático, entre otros rasgos característicos. Y la efectuada al imputado arrojó un perfil de potencial agresor sexual.
Antecedentes de violencia de género. El fiscal le dictó al hombre la prisión preventiva —que también fue confirmada por la jueza de Control— al considerar que hay riesgo procesal por el entorno familiar. Cuando los hechos afloraron a la luz a partir de la denuncia de la joven, su madre rompió vínculos con ella y priorizó a su pareja.
Además, la Justicia comprobó que la madre también estaba inserta en un círculo de violencia, asustada y amenazada por lo que intentó interceder para que su hija no declarara en contra del hombre. Esto abrió otra arista de la investigación, por el sesgo de género presente en el entorno familiar.
"AUNQUE HAYA PASADO EL TIEMPO, LAS VÍCTIMAS PUEDEN DENUNCIAR"
El fiscal a cargo de la causa, Iván Rodríguez, destacó la enorme labor que realizaron los instructores para llegar a las conclusiones, aún provisorias pero contundentes, sobre la existencia de los hechos relatados por la joven que denunció los abusos después de tantos años, cuando su propio entorno la contuvo y pudo hacerlo.
“Aunque haya pasado el tiempo o nadie les haya creído, las víctimas pueden formular las denuncias por abusos sexuales o se pueden reactivar las que están hechas e iniciar la acción penal”, subrayó ante PERFIL CÓRDOBA.
El magistrado puntualizó que es necesario llevar a las personas este mensaje para que logren “deconstruir los caminos tan tortuosos que recorren cuando son abusadas, para que logren el empoderamiento y puedan tomar las riendas de la situación que padecieron”.
En este caso, fueron determinantes dos cuestiones para que la joven, tras tanto tiempo, se animara a denunciar a su agresor: el apoyo de su padre biológico y su pareja. Y su presente, tras entablar un vínculo afectivo y decidir ser madre. La maternidad y la contención familiar le dieron las herramientas para decidir y poner en palabras el horror.