Lo comenzaron a elaborar los árabes, con el nombre de al fahun y lo llevaron a España en el año 711, cuando la invadieron desde el norte de África. De allí, el alfajor viajó a América, donde se elaboraba en forma de tableta. En Argentina, actualmente, es la golosina más consumida: 1 kilo por habitante por año.
Están los llamados santafesinos, de triple capa; los tucumanos y salteños, con merengue de caña y los marplatenses, con dulce de leche y bañados en chocolate. Pero fue un francés de Marsella, en Córdoba, quien en 1869 tuvo la idea de hacer el primer alfajor redondo del mundo, ya que hasta ese momento eran cuadrados o rectangulares.
Auguste Chammas se transformó en un estudioso del alfajor y llevó su elaboración casi a la categoría de ciencia, ya que él, de hecho, era un científico: químico.
Instaló su fábrica en la ciudad de Córdoba, en el Pasaje Santa Catalina, frente a la Plaza San Martín. Pronto, sus productos estuvieron en boca de todos, instalando a la provincia como la productora de los alfajores más increíbles.
Cuando vinieron los reyes de España a Córdoba, al Congreso de la Lengua y probaron estos alfajores, impresionados por su sabor, pidieron comprar ocho cajas para llevárselos a su regreso a Europa y, así, estar bien aprovisionados.
Con 152 años con sus descendientes, los Finocchietti- Chammas - Álvarez, fabricando el mismo producto, el franco argentino Auguste Chammas merecería un monumento.
Es que el diseñador del primer alfajor redondo del planeta fue, aún sin saberlo, también el creador involuntario de muchos recuerdos magníficos, de esos tiempos en que para ser feliz hacía falta, solamente, un puñado de amigos. Y algunos buenos alfajores, aunque sea para compartir.
(*) Autor de cinco novelas históricas bestsellers llamadas saga África.