Hice varios cruceros por el litoral brasileño y uruguayo por invitaciones de Costa Cruceros. Éramos un grupo de colegas y amigos que todos los años, en diciembre, formábamos parte de la “lista de buena fe” de la compañía naviera en cortos viajes de cuatro noches.
Era habitual que un día, el segundo o tercero de navegación, el capital del barco invitara al grupo de periodistas a visitar el puente de mando, algo que no es común pues esa parte el barco es de ingreso restringido por obvias razones de seguridad.
En esos convites conocimos varios capitanes, pero voy a mencionar a dos. Uno, Anelito Montesarchio, 1,62 metros de puro marino napolitano, enfundado en su impecable uniforme blanco y un bon vivant confeso.
En un salón lo esperábamos todos los periodistas para ir al puente de mando con él y de pronto entró, se paró en el medio y preguntó: “¿Chi è di Córdoba?” Todas las miradas convergieron sobre mí y yo, con sorpresa, levanté mi mano derecha y dije: “Yo”.
Anelito vino hacia mí, estrechó mi mano, me agarró del brazo y partimos en dirección a su “fortaleza”, el puente de mando, mientras me decía: “Conosco Carlos Paz, sono stato due anni fa e tuve una ragazza”.
Con esa presentación, pasó a ser ídolo no solo mío, sino también del grupo. Simpático, charlatán, seductor con las colegas, llevaba un ristra de ajos colgada en el puente, “per la buona fortuna”.
El otro capitán que conocí fue Francesco Schettino, arrogante, engreído y antipático. Chocó el Costa Concordia contra una roca y murieron 32 pasajereos.
#vascoandariego