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CóRDOBA
HISTORIAS ASOMBROSAS DE CÓRDOBA

El famoso general de Napoleón con descendientes en Córdoba

1-11-2020-Logo Perfil
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Fue un riojano, nacido en San Miguel de Anguinán, cerca de Chilecito, quien se ganó un lugar increíble en la historia, sorprendiendo a Europa y al mundo durante la Primera Guerra Mundial. A los 13 años, Vicente Almonacid ya había fabricado solo su primer avión. Y hasta había conseguido volar en él.

Cuando creció, tras estudiar en la Escuela Naval y en la Facultad de Ciencias Exactas, pasó varios años aprendiendo de los primeros pilotos argentinos y se fue a Francia. Se alistó, poco antes de la Primera Guerra Mundial, en la Aviación Francesa, que apenas daba sus primeros pasos.

Cuando estalló la guerra contra los alemanes, Almonacid también pareció estallar. Como piloto brilló en las batallas aéreas. Y fue el primero en la historia en hacer un vuelo nocturno, algo considerado imposible, pero que él descubrió que se podía hacer guiándose por los ríos y vías del ferrocarril, que reflejaban a la perfección la luz de la luna. Para ser considerado as de la aviación, un piloto debía, a lo largo de su carrera militar, derribar cinco aviones enemigos. El riojano hizo eso, pero en un mismo día, en el mismo vuelo. Es que, aparentemente no conocía el miedo.

De toda Francia fueron a París a aprender, del extraño argentino, las habilidades sorprendentes de este piloto imparable. Audaz y valiente, derribó tantos aviones enemigos que fue catalogado como el primer as de la aviación de guerra de la historia. El segundo en serlo fue Von Ritchofen, conocido como El Barón Rojo, sobre quien, a diferencia del riojano, se hicieron varias películas y se escribieron decenas de libros. Íntimo amigo de otro piloto muy destacado llamado Roland Garrós y de Gustave Eiffel, de quien contar sus hazañas sería muy largo.

En enero de 1918, en medio del frío invierno francés, en una licencia, se juntó con unos amigos argentinos a tomar el té en un conocido salón. Bajo su amplio sobretodo llevaba un atuendo impecable ya que justo ese día le habían provisto de uno nuevo.

Cuando las otras personas presentes vieron ese uniforme casi brillante por la falta de uso, lo confundieron con un militar de escritorio, de esos que jamás conocen un campo de batalla y se quedan, por cobardía, en la cómoda retaguardia. Así, empezaron a hacer bromas sobre él, primero en voz baja. Luego, subieron el tono y las burlas se volvieron más y más agresivas. Sus amigos argentinos iban a interceder pero Almonacid les pidió calma. Se puso de pie, se acercó al perchero de madera oscura que había en una pared y dejó su sobretodo colgado en él. Sobre su pecho, brillantes, surgieron la docena de medallas conseguidas en combate, junto a otras condecoraciones y dejaron mudos a todos los que estaban en el salón.

Mientras Almonacid se sentaba, se produjo un silencio absoluto. Luego se puso de pie un francés, se acercó a él y le pidió disculpas. Otro lo siguió. Comenzaron los vítores, los aplausos, con todos de pie y un clima de reconocimiento que siguió durante un largo rato, ya que Francia es un país que siempre supo respetar a sus héroes.
Esta anécdota ha sido, por algunos autores, cambiada en tiempo y detalles. El consagrado piloto volvió a Argentina con la Legión de Honor y algunas medallas más en su pecho. En Buenos Aires, una multitud de porteños lo llevó en andas por las calles, apenas llegó al Puerto y por Retiro. Su amigo, Antoine de Saint Exupéry, el autor de El Principito, cuando vino a vivir a Argentina alquiló un departamento cercano al suyo. Decía que tras participar de la Guerra del Chaco, Almonacid formó parte de una película sobre ese conflicto, llamada “En el Imperio del Chaco” haciendo el papel de... ¡Almonacid! En Francia era tan respetado que, cuando quiso comprar a ese país un avión Saulnier para establecer un servicio postal con Chile, la respuesta fue que se lo regalaban, ya que Francia no podía cobrarle algo a Almonacid, siendo que a él, Francia le debía tanto.

El aeropuerto de La Rioja y el helipuerto presidencial cercano a la Casa Rosada llevan su nombre. Era riojano, valiente y argentino. Se llamaba Vicente Almonacid. El mayor de los monumentos a la gloria de los soldados de Francia, el Arco de Triunfo, diseñado por Napoleón, guarda también relación con Argentina y con Córdoba. El segundo general más importante en la consideración de Napoleón, aquel que muriera en la Campaña a Rusia, el general Montbrun, del Cuerpo II de Caballería, aquel que hasta Bonaparte respetaba por su valor y por su intemperancia, tiene descendientes en Argentina, principalmente en Córdoba.

Aún 200 años después, sus descendientes se podían encontrar, hasta hace poco, viviendo en barrio General Paz, donde el Dr. Montbrun, con algunos de sus amigos, recordaba a su famoso antepasado. Mi padre trabajó varios años con él y fue quien le presentó a quien sería su esposa. Su hijo, por casualidad o por destino, lleva, dos siglos más tarde, el mismo nombre del general.

También hay descendientes del valiente comandante de Napoleón en Río Cuarto y en San Juan. El Arco de Triunfo, un monumento grandioso, tiene grabado el nombre de uno los más valerosos generales de Napoleón, ese que tiene buena parte de sus descendientes en Córdoba.

(*) Autor de cinco novelas históricas bestsellers llamadas saga África.