Perfil
CóRDOBA
¡Hasta siempre, Osvaldo Wehbe!

El último emperador

El relator falleció a los 63 años el último jueves en Río Cuarto. Fue un ícono del periodismo deportivo cordobés. Un tipo bueno y sencillo que jerarquizó los medios de comunicación del país.

Osvaldo Wehbe
Un tipo sencillo. Con el look que lo identificaba en las canchas: musculosa, short y micrófono. Un “Turco” Wehbe auténtico. | Fino Pizarro

La ansiedad, esa vieja y fiel compañera, no me dejó dormir aquel 18 de abril de 1993. Había que viajar muy temprano a Tucumán para cubrir el partido entre Talleres y San Martín, pero fue ese el motivo del desvelo. La modesta revista donde trabajaba había conseguido dos lugares en una Traffic, con un selecto grupo de viajeros que incluía a Osvaldo Wehbe y Víctor Brizuela, las voces más prestigiosas del periodismo deportivo cordobés.

“El Turco” se acomodó en el último asiento y amenizó el trayecto con anécdotas futboleras y otras menos conocidas, como las tertulias que compartía en la casa de Víctor Hugo Morales cada vez que iba a relatar a Buenos Aires. Unos días antes yo le contaba a una amiga de mis primeras notas en la “Panorama Match”. “¿Y cuándo vas a ser un periodista en serio?”, me interpeló. Creo que fue en aquella Traffic cuando me sentí por primera vez de aquella condición.

 

Brizuela y WehbeDOS POTENCIAS. Víctor Brizuela y Osvaldo Wehbe, una dupla que hizo historia en la radiofonía cordobesa.

Al llegar a La Ciudadela los hinchas cordobeses lo reconocieron a Wehbe y se le fueron al humo para darle la peor noticia: Hernán Roque Villarroel, un pibe de 17 años, había muerto por una emboscada de la barrabrava local y la inacción de la maldita policía del “Malevo” Ferreyra, que hacía alarde autoridad en el centro de la cancha, con sombrero de cowboy, dos guardaespaldas, un handy y dos pistolas listas para desenfundar. Nuestro viaje de regreso sería un largo silencio.

El 13 de agosto de 2020 también fue un día diferente. Recibí la noticia de la muerte de Wehbe casi en simultáneo con la tapa de mi próximo libro, en el que una entrevista al “Turco” había sido elegida por mi editor como el primero de 56 capítulos. Ahí quedará, como homenaje. En ese texto, Osvaldo contaba del bufetero de un club de barrio que personificaba en su debut como actor de película. “Pancho soy yo: gruñón, hosco, haciendo el asado, ‘cargando’ al hincha de Belgrano, al de Talleres, al de Boca o al de River, y hablándole a los pibes con un discurso entre paternal y odioso”.

Repaso la nota, donde él hablaba con orgullo de Gladys, su esposa, y de Florencia y Camila, sus hijas. También algunos mensajes de audio que nos cruzamos en los últimos tiempos y que todavía no me atrevo a escuchar.

 

Fontanarrosa y WehbeEL NEGRO Y EL TURCO. Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Wehbe y una pasión común: la pelota.

Wehbe fue un grande sin renunciar a las cosas pequeñas: el café de la esquina, la FM del barrio, el “picado” con los amigos. Por eso fue profeta en el Imperio del Sur, su tierra. Me gustaba escucharlo en “Pelota de Trapo”, donde –devenido en un Daniel Salzano de short y musculosa- les hacía tirar paredes al Lobo Fischer con Marlen Dietrich o al Ratón Ayala con Humphrey Bogart. “Tuve la suerte de tener dos hermanos. Juan Carlos me llevaba al matiné y Eduardo a la cancha: uno me hizo del pochoclo y otro del choripán”: así explicaba su afición por el cine y la pelota.

Se fue “el Turco” y otro largo silencio acompaña este último viaje. Así como fue un faro, ahora será una estrella que iluminará al periodismo desde ese mismo cielo donde la pelota se hacía luna en sus relatos.