¿Argentina será capaz de elevar la mirada y superar la discusión sobre el corto plazo y las necesidades políticas y electorales? Si la respuesta fuera afirmativa, demandaría diseñar un proyecto de país, pensado, discutido y consensuado entre los principales referentes políticos, sociales y económicos.
Un proyecto sustentable, que defina metas y objetivos de mediano y largo plazo, con apego a las leyes y la ética. Los desafíos coyunturales y las necesidades electorales presentes cada dos años quitan la atención sobre lo importante.
Los Estados, ocupados por satisfacer esas demandas, crecieron de manera exagerada e ineficiente, sin tomar en cuenta objetivos de largo plazo o las posibilidades reales del sector privado para sostenerlos. El desempeño de los Estados resulta preponderante para superar la propensión a generar crisis recurrentes en Argentina.
Tengamos en cuenta que deben ser los generadores de las condiciones necesarias para que el sector privado sea competitivo, tanto para satisfacer el mercado interno como para ganar mercados internacionales. La sustentabilidad de la matriz productiva argentina demanda crecer fuerte en exportaciones con valor agregado.
Con estados que cubran las necesidades básicas e indelegables, que permitan al sector privado desarrollarse y crecer, controlando y regulando los monopolios para evitar abusos de posiciones dominantes. Estados que fomenten el desarrollo tecnológico y científico de calidad, que permita sumarnos al mundo donde el conocimiento y la tecnología hacen la diferencia.
Desde las ciencias económicas ayudamos en la detección de los desafíos y las posibles soluciones a llevar adelante, pero es la política la que debe hacerlo viable. Falta, desde hace décadas, la visión de estadistas sobre la de simples políticos. Si bien el ordenamiento monetario y fiscal es condición necesaria, no son suficientes para superar las profundas dificultades que enfrentan las empresas y menos aún para generar las condiciones que permitan atraer inversiones productivas.
Todos concluimos que resulta imprescindible lograr la radicación de inversiones generadoras de trabajo, así como incrementar las exportaciones. La pregunta es cómo hacerlo con estas leyes laborales, elevada presión tributaria, falta de seguridad jurídica, de infraestructura y de financiamiento, que ponen en desventaja a las empresas argentinas versus la de la región.
Definitivamente es momento de sancionar una nueva ley laboral, aggiornada a las necesidades y condiciones de este siglo, cuidando de no caer en la precarización. Una reforma impositiva integral que permita a la vez que cumplir con el mandato constitucional de una nueva ley de coparticipación, procurar un régimen menos regresivo, más equitativo y que privilegie la simplificación y la menor presión tributaria.
Desarrollar un mercado financiero de mayor envergadura, pensado para brindar financiamiento a la producción y al desarrollo de obra pública. Y analizar qué sectores conviene promover, sea por sus ventajas competitivas, por generación de empleo genuino o por valor estratégico. La forma de avanzar es consensuando hacia dónde se quiere ir, para luego realizar las políticas compatibles con esos objetivos. El desafío parece casi imposible para la cultura política argentina.
Pero todas las aventuras de llegar al poder para ver cómo resolver los problemas, al igual que mantener los planes de incógnita y solo comunicar relatos o consignas voluntaristas, nos han llevado a un atraso relativo vergonzoso con los países de la región, cuyo resultado ha sido generaciones frustradas.
Nos merecemos un plan que ordene y oriente los esfuerzos y las acciones públicas y privadas. Y que si se diera, el país mejoraría y provincias como la de Córdoba, con una diversificación productiva importante, con un sector industrial competitivo, aún bajo condiciones macroeconómicas difíciles, será de las más beneficiadas.