Desde el mes de noviembre del año pasado la Aduana Argentina realizó cuatro grandes operativos en el Aeropuerto Córdoba y secuestró 18 envíos postales. Entre ambas modalidades logró interceptar un total de 105.171 dosis de éxtasis listas para ingresar al mercado. Cada pastilla tiene un valor de venta de alrededor de 500 pesos lo que eleva a 52,5 millones de pesos el monto que representan los cargamentos. Si bien se presume que el destino final era Buenos Aires, se especula con que una porción quedaría en Córdoba, segunda en el ranking de las ciudades de mayor consumo en el país de MDMA (metilendioximetanfetamina).
Dos de esos procedimientos se concretaron en noviembre de 2016, otro en enero de este año y el restante el miércoles de esta semana. La maniobra, en todos los casos, fue idéntica. Los protagonistas fueron una mujer, un hombre de nacionalidad inglesa, un dominicano y un argentino. Todos viajaban solos y traían la droga camuflada en el doble fondo de las valijas. Investigadores judiciales consultados por PERFIL CORDOBA analizaron que el escaso tiempo de diferencia entre los dos primeros detenidos (sólo una semana) muy probablemente se debió a que estaban probando la efectividad de los controles de detección de estupefacientes en el aeropuerto local.
Los envíos postales presentaron otro perfil. La mayoría de los casos fueron personas que contactaron a través de sitios web a los vendedores, compraron la droga y pensaban recibirla a través de Correo Argentino.
Aduana Argentina, con tecnología no intrusiva. Desde 1999 se utiliza scaner en los aeropuertos y adicionalmente un body scan para detectar la droga que se carga en el cuerpo. Desde este año también se colocaron detectores en el correo.
Esto posibilitó que entre marzo y julio de este año se interceptaran, antes de ser entregados a los destinatarios, 18 envíos sospechosos que fueron enviados a Tribunales Federales y allí, con control judicial, fueron abiertos. Así se pudo secuestrar un total de 1765 dosis y 169 gramos de MDMA granulada.
Hasta el momento las investigaciones judiciales comenzaron y terminaron en las denominadas “mulas”, personas por lo general vulnerables que transportan la droga. Descubrir las conexiones es un desafío que sigue vigente. Las modalidades de comunicación de las bandas internacionales son una muralla infranqueable, al menos para la Justicia local.
La obtención de la droga se suele realizar por la Deep Web y utilizando Bitcoins. Por eso resulta complicada la trazabilidad de las transacciones. Además, el círculo de personas que consumen suele ser muy cerrado. Por tierra es aún más difícil. Los
canes no están entrenados para su detección, por lo que se hace necesaria la utilización de tecnología no intrusiva o métodos clásicos, como el control físico.
¿Desde dónde ingresan las drogas de diseño?, consultó este diario a Sebastián Amaya, jefe de la División Narcotráfico de la Región Centro de la Aduana Argentina.
“La hipótesis es que los insumos para la elaboración de este tipo de drogas provienen del sudeste asiático. Sin embargo, la elaboración de las mismas se efectúa en países de Europa Central (Holanda, Bélgica, Alemania y República Checa, entre otros). Arriban al país principalmente a través de las fronteras terrestres y en aviones comerciales, aunque no se descarta que puedan entrar también en cargas. Tienen como destino los principales centros de consumo: Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata y Mendoza. El público que las consume -en su mayoría jóvenes de entre 18 y 35 años- se concentra, principalmente, en las fiestas electrónicas”, respondió.
Para los estudiosos de la ruta del éxtasis, la ciudad de Córdoba comparte el segundo lugar en el nivel de consumo junto a Rosario, detrás de Buenos Aires.
Las mulas de MDMA poseen características comunes con quienes transportan otras drogas: son personas de bajos recursos socioeconómicos y culturales. Apremiados por su situación económica son tentados a trasladar la sustancia hacia su destino. Son el eslabón más vulnerable en la cadena de comercialización. Sin embargo, los casos detectados no poseen patrones de una nacionalidad determinada y muchas veces no conocen a sus contactos en el país.
Vía Europa, con ingreso por la región. Hasta ahora los vuelos en los que se hicieron los operativos para detectar la droga provenían de Holanda, España y Alemania. Sin embargo, para desviar la atención concentrada en esas rutas, los protagonistas hicieron escala en países de la región como Brasil, Chile y Uruguay.
Hay una razón lógica por la cual los cargamentos no son detectados en la salida de los vuelos. Los países priorizan los controles en el ingreso de las sustancias y los escatiman en los bultos de salida. Además, en Europa los aeropuertos poseen un flujo incesante y numeroso de pasajeros por lo que retacean esfuerzos en el control a la salida de los equipajes.
Antes de exponerse a tamaño riesgo de ser detenido en un aeropuerto ¿por qué el éxtasis no se produce aquí? Hay varias razones. Por un lado, la dificultad para obtener insumos y la maquinaria para su fraccionamiento hace que los laboratorios clandestinos aún no hayan proliferado localmente. Sólo en el Conurbano Bonaerense allanaron unos pocos laboratorios al estilo de los montados en la serie televisiva Breaking Bad.
El otro motivo es la calidad. La pureza de las drogas de diseño que llegan de Europa no ha sido alcanzada aún en Argentina.
Sin embargo, Amaya admitió que el secuestro de MDMA granulada en Córdoba permite sospechar ambas hipótesis: que se consume de ese modo o bien “que puede ser fraccionada”. Algo brinda cierta tranquilidad a los investigadores. Las cantidades secuestradas no son significativas como para obtener dosis que impliquen un gran negocio. Al menos por ahora.
Habla el inglés condenado en Córdoba por traficar éxtasis
La entrevista se desarrolló en la alcaidía de los Tribunales Federales de Córdoba. Acompañada por un abogado de la Defensoría Oficial de la Nación esta periodista firmó, a solicitud del Servicio Penitenciario Federal, un acta de notificación para medios de difusión donde constaba que estaba prohibido grabar la conversación o registrar alguna imagen del entrevistado.
En una habitación pequeña esperamos a John Phillip Merret, 59 años, inglés condenado a 7 años y 6 meses de prisión el 15 de junio pasado por el Tribunal Oral Federal 1. Había llegado al Aeropuerto Taravella el 14 de noviembre de 2016, desde Río de Janeiro, con una valija que en el doble fondo contenía 38.020 pastillas de éxtasis. Lo sentenciaron por contrabando agravado de estupefacientes en grado de tentativa.
El objetivo de la entrevista era conocer la historia de Merret y detrás de eso cómo se mueven las bandas internacionales que trafican éxtasis y tratar de descifrar por qué un ingeniero con grandes proyectos realizados y una especialización, terminó apresado en Córdoba. Una historia errática y un perfil absolutamente fuera del patrón que define a las “mulas” que transportan drogas.
-¿De qué trabajó a lo largo de su vida?
-Soy ingeniero en minas. En Malasia dirigí un proyecto para construir un túnel de 16 kilómetros a 350 metros de profundidad. Era una central hidroeléctrica subterránea. En ese sitio había una falla geológica: se tomaba agua del río y se bajaba hasta una turbina que la impulsaba para desembocar a otro río. Cuando concluyó el proyecto un amigo me invitó a viajar a Gambia (país de África Occidental que se independizó del Reino Unido en 1965). Fuimos en dos embarcaciones. Allí conocí y me casé con mi actual esposa, pero no encontré trabajo como ingeniero. Hice tareas varias y mi esposa trabajaba en tareas domésticas. En Gambia me ofrecieron, por primera vez, ingresar a este negocio (tráfico de estupefacientes). Acepté porque me estaba quedando sin dinero para sostener a mi mujer y a mis dos hijos.
-¿Cómo describe a la gente que se maneja en el narcotráfico internacional?
-En aquella oportunidad eran nigerianos nacionalizados holandeses. Sólo pude conocer a una persona, un hombre. El trato era por comunicaciones a través de Whatsapp y Wickr.
Hace una pausa y se detiene en el Wickr. “Es un sistema de mensajería encriptado que autodestruye los mensajes a pocas horas de haber sido emitidos. Se utiliza un código militar. Es imposible de hackear”, explica.
Primero cocaína. Seis kilos fue el cargamento con que lo capturaron y terminó condenado en Lisboa, Portugal a cinco años de cárcel, que cumplió.
-¿Se arrepiente de lo que hizo?
-Jamás debí ir a Gambia. Interrumpí mi carrera y cuando volví a Inglaterra mis colegas eran jefes de proyectos mientras yo pedía por puestos de menor jerarquía. Esta vez, volví a tener contactos (con el mundo de la droga). Fueron dominicanos radicados en Europa. Me pagaron el pasaje en colectivo para ir a Holanda. En una casa vacía, cerca de Rotterdam, esperé dos días hasta que dejaron dos valijas con ropa de niño. Sabía que trasladaría droga, pero no cuál. La consigna era llegar a Córdoba, alojarme en un hotel (sobre calle Rondeau en Nueva Córdoba). Entregaría las valijas y viajaría a Buenos Aires para después retornar a Europa.
-¿Qué piensa para su futuro?
-Estoy arrepentido. Quiero reunir dinero para iniciar un negocio legal y recomenzar mi vida.
Su defensor, Rodrigo Altamira, llevó a casación la sentencia para que se revea la figura de la condena y el monto de la pena. Esta semana fue visitado por Beatriz Medina, funcionaria de la Embajada de Inglaterra en Buenos Aires y el miércoles último fue trasladado al penal de Ezeiza. En caso de confirmarse la condena en el tiempo que le fue impuesta, en 2020 podrá salir en libertad. Será deportado y no podrá volver a la Argentina. Seguimos inquietos, pensando qué rara convicción –la necesidad por más extrema no es argumento suficiente- llevó a un hombre a dilapidar conocimientos y experiencia y terminar acumulando condenas para ser el último eslabón de una red impersonal que genera millones exponiendo a sujetos como él.