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CóRDOBA
Mario Negri

“Hay que ser cautos, necesitamos un Presidente que no esté en soledad”

El jefe del interbloque de Juntos por el Cambio asegura que la pandemia “desnudó” a Alberto Fernández. “Algunos de nuestros votantes nos piden que seamos más duros, pero Argentina está en su peor momento”, dice.

9-5-2021-Negri
MOMENTO. “La incertidumbre que atraviesa hoy la Argentina no se había vivido ni siquiera en gobiernos peronistas”, dice Negri. | CEDOC PERFIL

–¿Cómo lo vio al Presidente (por el acto del miércoles)?
–Destemplado. Estoy realmente preocupado, porque lo vi alejado de la realidad. En el momento de mayor gravedad e incertidumbre que vive la Argentina, y donde la gente está invadida por el miedo de la pandemia y la falta de certezas por la falta de vacunas –que es lo que la gente espera–, el Presidente devalúa cada día más su palabra y no tengo dudas de que estamos frente a un presidencialismo invertido: el poder está abajo, no en el Presidente.

–Cuando él dice “vean, ésta es la foto de la unidad” se los ve a Kicillof, Massa y Cristina. ¿Qué le queda de ese mensaje?
–Si usted está viviendo un momento de unidad, no tiene ninguna necesidad de ratificar nada y menos insultando a los opositores. Yo creo que está atravesando un momento de impotencia y de enorme desorden. En la economía no hay plan ni parche, la soja no alcanza para que un gobierno se salve. Estamos, claramente, frente a un gobierno sin rumbo.

–El senador Luis Naidelof dijo que JxC tiene que ser muy cauto por el momento de debilidad del Presidente. –Creo que a lo destemplado hay que responderle con serenidad. Aunque algunos de nuestros votantes creen que hay que ser mucho más agresivos, yo creo que hay que ser claros y firmes, como lo fuimos con el fallo de la Corte, que fue una bocanada de aire fresco y además de eso fue un fallo ejemplar.

–¿En qué etapa cree que está el kirchenerismo?   
–Ellos no conciben un gobierno sin mayoría absoluta y tienen un concepto de que la soberanía popular da la conducción de los poderes, no del Poder Ejecutivo, sino de todos los poderes. Por eso, con mucho cuidado, digo que el gobierno tiene características de autocracia. Además, necesitamos un Presidente que no esté en soledad. El rey está desnudo y la sociedad lo percibe. Creo que estamos atravesando el peor momento, aislados del mundo, sin rumbo claro y en alta mar: no sabemos a qué puerto vamos.

–¿Hoy, el Frente de Todos vive en una interna permanente?
–Nosotros conocimos dos kirchnerismos: el de la soja a US$600, los superávits gemelos y después el de Cristina tras la muerte de Néstor, con mayoría absoluta en ambas Cámaras. Ahora, la estrategia de Cristina está vinculada a lo judicial, que pasa por resolver su pasado. Todo converge en esa dirección. Lo que no imaginaba era que la gente que los votó lo hizo no solo por nuestros errores, sino porque querían vivir como habían vivido antes y eso no vuelve más a la Argentina, es imposible: hay un 44% de pobreza, cerraron 40 mil pymes en la Argentina, tuvimos la cuarentena más larga del siglo y en el mundo estamos ubicados con los peores y nos peleamos con los vecinos. La disputa de poder que había en el kirchnerismo y estaba tapada ha comenzado a tomar estado público. Hoy, estamos atravesando una incertidumbre que no se había vivido ni aún en gobiernos peronistas.

–Al inicio de la pandemia usted dijo que el Presidente era el comandante y estaban dispuestos a seguir su estrategia. ¿Se arrepiente de esa frase?
–No, al contrario, haberlo dicho en ese momento me permite saber que ahora no hay piloto. En realidad, yo lo conocí en ese momento al Presidente y esa frase me costó algún dolor de cabeza con nuestros votantes... Ese día nos entregó unos números donde hablaba de dos millones de contagios y estamos a más de tres millones; hoy tenemos más de 65.000 muertos y hay pérdida de confianza. Él tuvo el 80% de popularidad –algo desconocido–, la guerra era contra el virus y se lo hubiera dicho a cualquier Presidente: alguien toma las decisiones pero se hace cargo del triunfo y no excluye las derrotas. Pero se enamoró de la cuarentena y pasó a ser un programa de gobierno. El caso más paradigmático fue el de las vacunas. Faltan en todo el mundo pero acá sobra inmoralidad política.

–¿Cómo lo ve a Schiaretti en la pandemia?
–Él tiene una característica de un perfil muy silencioso. Creo que sacó barato los problemas de violencia institucional que hubo en la Provincia en época de pandemia, cometidos por la propia Policía. Me hubiera gustado que reaccionara de otra manera, pero en realidad también ha tenido una sociedad como Córdoba que se ha movido con más prudencia. No ha tenido sobreactuaciones pero me hubiera gustado que fuera más abierto. También hay que decir que la Provincia está fuertemente condicionada desde lo económico. El gobierno de Córdoba no es Formosa si quieren simplificarlo, aunque creo que los cordobeses tampoco lo permitirían: es más previsible y consciente de la crisis.

–¿Ve un plan económico y político hasta las elecciones?
–No veo plan, veo una estrategia, y mi impresión es que el resultado es malo: recuperar 6 puntos de una caída del PBI de 10 puntos, siendo el segundo que más cayó en la región… Una cosa es recuperar y otra crecer. Cualquier restricción que se tome, por más necesaria que sea, incide en la actividad económica.

–¿El peronismo federal puede ser un dique de contención para el kirchnerismo más duro?
Tiene que terminar de ser una línea de pensamiento y hoy no lo es. Está atomizado. Los K pasaron a ser una etapa superior del peronismo y el partido no se ha reconstituido en un peronismo republicano, con la capacidad de diálogo para salir de la crisis. Se puede ganar con el 50%, pero si te quedás con eso solo no gobernás: la Argentina va a entrar en una nueva etapa mal en economía, con la peste y la degradación de las instituciones y ahí vas a necesitar un acuerdo muy grande. JxC tiene que pensar que ni se vuelve como en el 2015, ni prometer lo mismo que en aquella época y tiene que pensar en hablar con claridad con la sociedad y decirle que si nos toca ganar vamos a armar un gobierno de coalición en serio, para establecer un camino a la recuperación de la economía y de las instituciones.