El 30 de diciembre de 2002, Juan Carlos Maqueda juró como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN). Ese día se autoimpuso un silencio de radio que cumplió a rajatabla. Había llegado a ese lugar por un acuerdo con Eduardo Duhalde, designado Presidente de la Nación el 2 de enero del mismo año por la Asamblea Legislativa, encabezada por el entonces senador nacional Maqueda.
Su nombramiento en el máximo tribunal fue una devolución de cortesía, a la par del público reconocimiento en círculos políticos y jurídicos de su condición intelectual y su trayectoria como constitucionalista.
Ese mismo día, Maqueda se convirtió en el segundo argentino que ocupó funciones en las cabezas de los tres poderes del Estado. Como senador nacional presidió la Cámara Alta, durante el viaje de Duhalde a México en marzo de 2002 quedó a cargo del Poder Ejecutivo Nacional, y desde hace dos décadas integra la cabeza del Poder Judicial del país. El único precedente es José Figueroa Alcorta, en la primera década del siglo pasado.
Antes, Maqueda había ocupado cargos ejecutivos en el gabinete del gobierno de José Manuel de la Sota. Fue constituyente en la ciudad de Córdoba, en la Provincia y participó de la reforma de la Constitución Nacional de 1994. Se sentía como pez en el agua en cargos legislativos y al llegar a la Corte Suprema se autoimpuso la exclusión de los ámbitos públicos y académicos, sabiendo que su trayectoria política en el peronismo podría ser motivo de cuestionamientos. No dio entrevistas periodísticas y renunció a la cátedra que tenía en la Universidad Católica de Córdoba, donde se formó como abogado.
Actualmente tiene 72 años. En tres estará en condiciones de jubilarse, salvo que decida continuar y tener el acuerdo del Presidente.
En Córdoba se lo vio en acontecimientos de trascendencia pública en escasísimas ocasiones. Una fue el 16 de septiembre de 2018, durante el sepelio de José Manuel de la Sota. Y la otra, en el acto de asunción como vocal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Luis Angulo (exministro de Justicia de la Provincia), el 12 de octubre de 2019.
Del resto de sus asiduas visitas a la ciudad para encontrarse con su familia hay pocos testimonios gráficos. Uno de esos retratos es de 2016, cuando acompañó a su hija, Verónica Ferrer Deheza, a recibir el título de abogada en la Universidad Siglo 21.
A fines del año pasado, la Legislatura de Córdoba realizó un documental evocativo de los 20 años de la Unicameral. Hay tramos con declaraciones de Maqueda, integrante de la Asamblea Constituyente que posibilitó la reducción a una sola Cámara, una de las reformas insignia del peronismo cordobés. Es una de las pocas declaraciones filmadas.
Los orígenes familiares y políticos. Juan Carlos Maqueda nació en Río Tercero, el 29 de diciembre de 1949. Sus padres fueron Ángel y Elvira. El apellido tiene sus ancestros en Soria, una pequeña población de España. Nació y creció en una familia de comerciantes que se dedicó a diversos rubros, desde ropa y calzado hasta peluquerías. Ninguna de sus hermanas se abocó al Derecho. Una es psicóloga y vive en Córdoba y la otra es contadora y reside en Buenos Aires.
De ese ambiente saltó a la militancia en el peronismo en la primavera del ‘83, cuando retornó la democracia al país después de la dictadura militar.
Estuvo casado con una diputada provincial de quien se divorció. Luego conoció a su actual pareja, Belén Ferrer Deheza, hija de Miguel Ángel Ferrer Deheza, interventor provincial durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, en 1966. Viene de una familia ligada al ultra catolicismo que fue víctima, según las crónicas de aquellos años, de un atentado explosivo en la casa que tenían sobre la avenida Poeta Lugones.
Ruido en tribunales. A fines de 2017, la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba designó en un acuerdo a Verónica Ferrer Deheza, como secretaria civil. Había recibido el título de abogada hacía solo un año. En la resolución se lee un debate entre los camaristas cordobeses sobre el nombramiento porque algunos discreparon en la oportunidad de la promoción de categoría al considerarla “prematura”. Sin discutir capacidad ni mérito, se atribuyó el nombramiento a su parentesco con Maqueda.
El 2001 y su presente en la Corte. Maqueda estuvo en el centro de la escena en el convulsionado diciembre de 2001. El corralito, la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, la sucesión de reemplazos que se contaron en días y la Asamblea Legislativa que designó finalmente a Eduardo Duhalde al frente del Ejecutivo, lo mantuvieron en los primeros planos de las decisiones. Su protagonismo y cercanía a Duhalde posibilitaron su nombramiento como ministro de la Corte.
“Nada tuvo que ver De la Sota”, recuerda una fuente que compartió el vértigo de aquellos días. “Estaba enojadísimo porque no le había comunicado antes su postulación”, precisa. Además, Maqueda veía que había alcanzado un techo en la política.
Siempre jugó como un líbero. No recibía marcas de nadie. Tampoco integró el círculo íntimo del primer delasotismo. No obstante, De la Sota le tenía un gran aprecio y, en confianza, le hacía una chanza muy elocuente del prestigio académico que todos le reconocían. Le solía decir que hasta a sus encuentros amorosos llevaba la Constitución.
Como presidente del Senado tuvo un cuestionamiento que pudo desembocar en una imputación judicial y finalmente no se produjo. Era mayo de 2002. El Fondo Monetario Internacional (FMI) impuso como condición para un acuerdo con Argentina la derogación de la Ley de Subversión Económica. Había sido la respuesta política al corralito. Penaba los delitos financieros que pusieran en riesgo a la Nación. Maqueda usó el doble voto para desempatar y aprobar la anulación de la norma.
A la Corte llegó solo. No llevó a nadie de su círculo cercano. Fue el último designado antes del decreto 222/2003 de Néstor Kirchner que reglamentó un nuevo mecanismo con participación pública para la elección de los nuevos ministros de la Corte Suprema.
Una persona muy cercana definió su presente como preocupante. El año pasado estalló una causa judicial por irregularidades en la Obra Social del Poder Judicial de la Nación. Entre los ministros del tribunal, él tiene a la entidad bajo su órbita. “Quieren que renuncie o lo quieren matar (sic)”, señaló la fuente consultada. Y se explayó: “Saben que no soporta ser blanco de cuestionamientos y críticas”. Asoció el estrés de la situación al síncope vasovagal que sufrió en enero, cuando se descompensó y fue internado por unas horas.
En las internas del palacio, le atribuyen a Ricardo Lorenzetti el objetivo de desplazarlo, después de que Maqueda abortara su pretensión de acceder nuevamente a la presidencia. Es sabido que el cordobés propuso a Horacio Rosatti, ungido con su voto más el de Rosenkratz.
RICARDO JAIME Y LA CACHETADA QUE NIEGA
Un exfuncionario del primer gobierno de José Manuel de la Sota comentó que el paso de Maqueda por las funciones ejecutivas, “fueron obligadas porque siempre prefirió la tarea parlamentaria”. Su nombramiento como ministro de Educación de la provincia en 1998 fue una sorpresa.
Antes de ganar las elecciones, De la Sota había formado equipos técnicos en cada una de las áreas. Maqueda no tenía idea de gestión del sistema educativo que había que armar. Sabía su limitación y por eso encaró un rol eminentemente político.
A fines de 1999, llevó a Ricardo Jaime como secretario, quien atravesaba una tumultuosa separación de su esposa y había sido excluido de la gestión de Néstor Kirchner en la gobernación de Santa Cruz, donde encabezó la cartera educativa.
Hay un mito instalado. Una reunión de gabinete con Olga Riutort como secretaria general, cuando ella le habría propinado una cachetada. Maqueda se oponía a la quita de subsidios a las escuelas confesionales. Pero, un allegado al cortesano dice que hasta el presente niega el exabrupto de la por entonces mujer fuerte del gobierno provincial.
Cuando Maqueda desembarcó en el ministerio, De la Sota le dijo: “Te voy a hacer famoso”. Lanzó el programa de las ‘100 escuelas’ con créditos del BID. Fue en 2000. Cumplió la promesa. Maqueda fue catapultado al Senado de la Nación.