Yo ya venía advirtiendo desde semanas atrás que la abstinencia de fútbol nos está generando graves trastornos sociales y políticos. Pero ahora deberíamos sumarle a ese factor una nueva carencia que también se hace notar: la falta de combates de box. Porque mientras el árbitro Alberto Fernández ha resuelto quitarle un punto a Horacio Rodríguez Larreta, muchos lo acusan de no ser imparcial y de estar apañando al otro ‘púgil’, Axel Kicillof. El problema es que este enfrentamiento se parece a Titanes en el Ring más que al boxeo profesional. Y la oposición estaría acusando al presidente de ser una especie de William Boo, aquel referí que, en vez de ser ecuánime, terminaba ayudándole a un luchador para que golpeara al otro.
Desde el ringside, con cara de “y a mí por qué me miran”, el gobernador Juan Schiaretti observa la disputa por la coparticipación c o n l a frialdad de un esquimal, aunque sudando la gota gorda. Y es que, en su afán de mantener el equilibrio, ha desarrollado una habilidad tal que bien podría tender una cuerda desde el Panal hasta la Torre Ángela y recorrerla sobre un triciclo sin caerse, mientras sostiene un paraguas. Además, esquivó la firma de la solicitada de los mandatarios del PJ en apoyo a Fernández como Maradona a defensor inglés, en una acción en la que el ministro Osvaldo Giordano hizo el papel de Burruchaga.
Pero los tiempos han cambiado y la palabra que más se espera no es la del responsable de las finanzas sino la del encargado del área de salud. Por eso, más allá de la importante propuesta que presentó la Provincia para reprogramar su deuda con los acreedores externos, la noticia de que hoy estarán permitidas las reuniones familiares anunciada por Diego Cardozo fue saludada mediante salvas de alcohol en gel y estornudos sobre el pliegue del codo desde los balcones, con una alegría generalizada equiparable a la que produjo la liberación de París por parte de los aliados.
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“Desde el último levantamiento carapintada que no vendía tanto carbón”, me confesó un comerciante, cuyas manos estaban más sucias que la conciencia de Paul Singer.
Y hablando de uniformados rebeldes, la protesta policial bordeó el escándalo cuando los efectivos rompieron todos los códigos y rodearon la Residencia de Olivos. Incluso se dice que desoyeron los pedidos para que depusieran su actitud, que les hacía el personal de la cocina de la Quinta, en tanto sostenía bandejas con una exquisita variedad de pizzas. “Si no son de Güerrín, ni sueñen que vamos a negociar”, habría dicho un vocero de la bonaerense, quien luego habría admitido que se aceptó la oferta de un 40% de aumento en los sueldos y un voucher para consumir en el clásico local de la avenida Corrientes.
Aunque la vacuna contra el coronavirus todavía está en veremos, la que previene los reclamos policiales ya empezó a ser aplicada en las provincias, donde el personal de seguridad recibió una dosis de refuerzo en sus ingresos antes de que la peste levantisca se esparciera por todo el país. En nuestra ciudad no se borra de la memoria popular el recuerdo de aquellas jornadas de 2013, cuando gente de a pie ingresaba en los comercios para saquear alimentos, camionetas de alta gama cargaban los electrodomésticos y desde el ejecutivo provincial le rezaban plegarias a San Expedito, para que aparecieran las tropas de Gendarmería que se habían perdido.
Por otra parte, la detención de El Presto provocó indignación en el bastión libertario de Nueva Córdoba. “En Estados Unidos, los ciudadanos son libres de matar a un presidente, pero acá amenazás a la vice y te meten en cana. ¡Esto es Venezuela!”, reclamaba una joven ultraliberal, que además consideraba inocua la fotografía donde se lo ve a Eduardo Prestofelippo junto a Jorge Rafael Videla. “El Presto tenía prueba de geografía y, como no había estudiado, necesitaba alguien que le dictara las respuestas. Por eso salió a buscar un dictador”, explicó la chica, que ostenta el récord argentino y latinoamericano de “puteada al planero” y que asegura no ser una mantenida por sus padres… sino por el novio de su mamá.
