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CóRDOBA
A 27 AÑOS DE LA TRAGEDIA AÉREA

“La corrupción asesinó a mi hija”

Mirtha Murua tiene 80 años y no se le borra el recuerdo de su hija Lilian Almada, la azafata que cayó de un avión cuando volaba a tres mil metros de altura. Esta semana se cumplió un nuevo aniversario. Las investigaciones realizadas descubrieron graves fallas de seguridad en los aviones, pero la Justicia solo encontró a dos culpables del delito de accidente aéreo culposo agravado por muerte” y los castigó con penas leves.

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EN EL RECUERDO. “Lilian dejó una huella de amor más fuerte que su ausencia”, dice su madre, Mirtha Murua. | La Nación

A sus 80 años, Mirtha Murua recuerda detalles del pasado como si hubiesen acontecido hace instantes. Tiene todo tan vivido y tan presente, más allá de que ya hayan pasado 27 años del día en que su hija cayó de un avión, cuando volaba a tres mil metros de altura.

Lilian Almada tenía 28 años y era azafata de un vuelo de la empresa Inter-Austral que el 9 de agosto de 1995 estaba cruzando las Sierras Grandes en ruta hacia Mendoza, cuando se abrió la puerta del avión y fue succionada hacia el vacío. Su cuerpo fue encontrado dos días después a 15 metros del arroyo Panaholma.

Ha pasado el tiempo, las heridas no han cicatrizado y su mamá, que la recuerda todos los días, dice que no hubo justicia. “Hoy celebro la vida, porque Dios me prestó a mi hija durante 28 años. Ella dejó una huella de amor que supera la ausencia. Cada vez que voy al cementerio rezo por ella, pero encuentro su alma cuando voy a las Altas Cumbres”, le dice Mirtha a PERFIL CÓRDOBA, en una semana especial. “Hoy mi hija tendría 54 años”, dice con la voz quebrada pero firme, porque sostiene que sus hijos, nietos y bisnietos han sido sus pilares este tiempo.

Los hechos. La aeronave en que viajaba Lilian Almada estaba ocupada por 26 pasajeros y tres tripulantes; 15 minutos después del despegue, a la altura de las Sierras Grandes, la puerta trasera del avión se abrió y la despresurización de la aeronave la succionó. En ese momento, Lilian estaba preparando el café para los pasajeros.

Las investigaciones descubrieron graves fallas de seguridad en los aviones. El juicio comenzó seis años después, en marzo de 2001. La aerolínea había dejado de operar en 1996. En el banquillo de los acusados estaban sentados cinco directivos de Inter-Austral como presuntos responsables del delito de “accidente aéreo culposo agravado por muerte”.

Javier Losa de la Cruz, gerente técnico; Adolfo Luna, jefe de mantenimiento del Aeropuerto Internacional de Córdoba; Ricardo Embón,
gerente de planeamiento e ingeniería; Jorge Fernández, gerente de mantenimiento, y Alberto Muñoz, gerente de aseguramiento de la calidad.

¿Justicia? El Tribunal Oral Federal de Córdoba condenó a Luna, jefe de mantenimiento del aeropuerto, a dos años más inhabilitación para ejercer su profesión, y a Fernández, gerente de mantenimiento de la empresa, le dictó una pena de un año y ocho meses más dos
de inhabilitación.

“Es un caso que dejó absorto a medio mundo, por la forma. Fue inaudito lo que pasó”, se lamenta Mirtha y agrega: “La corrupción mata sin balas y la corrupción asesinó a mi hija. No hubo justicia”.

Mirtha habla y explica con lujo de detalles cada situación que vivió durante el proceso del juicio. Qué puertas golpeó, con quién habló, qué le dijeron. Se le nota en su voz la pena por la injusticia, por las víctimas de todas las tragedias aéreas. “No luché por un resarcimiento económico sino para tener justicia, para que nadie más muera por desidia", exclama.

  • LA HUELLA DE LILIAN
  • Mirtha habla de amor y justicia. Recuerda con melancolía y no olvida. Y cuando se expresa dice muchas cosas. Va de un lado a otro, pero afirma: “Todos los años vamos a las Altas Cumbres. Todos los días me llueven los abrazos de gente que la conoció, de sus compañeras de trabajo, de primario, de secundario, de los comandantes, Lilian dejó una huella de amor más fuerte que la ausencia. Le llegan, incluso, algunos poemas. Mis sobrinos hicieron una cruz en la posta del Cura Brochero que está mirando hacia el lugar donde cayó. Tengo 80 años y sigo, voy a misa a barrio Zumarán, ando en moto, ya no lloro, la recuerdo. Ella está libre. Antes de tomar aquel vuelo corrupto le dio un beso a su beba que tenía 3 meses. Estaba leyendo un libro de Gabriel García Márquez, ‘Crónica de una muerte anunciada’. Lo que pasó con ese avión tiene mucho que ver. Yo la recuerdo siempre con su sonrisa transparente”.