Ginés González García fue ministro de Salud de la Nación desde 2002 hasta 2007. Al comienzo de su gestión implementó, contra viento y marea, el programa de salud reproductiva que, por primera vez en el país, garantizó el acceso universal a los anticonceptivos, que luego se plasmó en la ley 25.673, aún vigente.
También impulsó la ley de educación sexual en las escuelas y en 2007 puso en marcha el protocolo nacional de aborto no punible. Sin temor a la polémica, el exministro –que se recibió de médico en la Universidad Nacional de Córdoba- nunca ocultó su apoyo a la despenalización del aborto, lo que le valió fuertes críticas de la Iglesia. La más conocida fue la controversia con el obispo Antonio Baseotto que le envió una carta que citaba un texto bíblico y sugería que le colgaran una piedra al cuello y lo tiraran al mar. Y en el caso de Córdoba, siempre recuerda los fuertes cruces que protagonizó, a causa de la distribución de anticonceptivos, con la agrupación católica Portal de Belén.
Fundador y presidente de la Fundación Isalud, y rector honorario de la Universidad del mismo nombre, González García -quien dialogó con PERFIL Córdoba durante una breve visita a Córdoba- será el martes uno de los oradores a favor de la interrupción legal del embarazo en el Congreso de la Nación.
—¿Por qué hay que despenalizar el aborto?
—Porque considerarlo un delito solo sirve para que las víctimas de esta situación tengan internaciones, muertes, y todas las consecuencias que eso conlleva. No tiene ninguna otra utilidad. No inhibe la cantidad de abortos: está probado mundialmente que los abortos se siguen haciendo, e incluso los datos de muchos países muestran que después de la legalización, disminuyen.
—De hecho, no es un delito en buena parte del mundo.
—Ya pasaron muchos años desde que se comenzó a despenalizar el aborto en la Argentina en 1921, y de ahí en más, todo lo que fue sucediendo fue, justamente, ninguna adecuación a lo que estaba pasando en el mundo, que fue ampliando la despenalización. En los países importantes de Occidente, en el mundo desarrollado, hace tiempo que se dejó de considerar un delito, y eso significó mucha ganancia en vidas, e incluso (aunque no se hace por eso), también en ahorro para el Estado. Porque las 50 mil internaciones por esa causa que tenemos en el país cuestan caras. En cambio, si está despenalizado, la mayoría es medicamentoso, sin internación, sin necesidad de anestesia. Si se piensa en la salud pública, no se puede obviar que esta espera hace que se pierdan vidas.
—¿Argentina fue pionera en la despenalización?
—Sí, porque en el mundo Rusia fue el primer país que despenalizó el aborto en 1920, y Argentina lo hizo parcialmente en el Código Penal de 1921, con las causales que siguen hasta ahora. Se hizo en un momento en que las mujeres no tenían patria potestad sobre los hijos, ni votaban, prácticamente no tenían ningún derecho, pero sí a abortar ante esas causales.
—¿No es contradictorio aducir que el aborto es un crimen cuando ya existen causales en las que no es punible?
—Seguro. Pero es que el argumento es absolutamente falaz. ¿Entonces todo Occidente es asesino? ¿Europa? ¿Estados Unidos? ¿Canadá?
—¿Qué es entonces lo que se discute cuando se discute la despenalización? ¿El inicio de la vida? ¿Una creencia religiosa? ¿El derecho de las mujeres?
—Creo que no se discute, se combate, que no es lo mismo. Los cordobeses saben bien lo que pasó acá con varias agrupaciones, entre ellas Portal de Belén, que impedían la implementación de los programas públicos de procreación responsable, por lo que incluso cuando era ministro tuve que presentarme en los tribunales cordobeses porque sostenían que los anticonceptivos son abortivos, y hasta un fiscal lo decía. El fanatismo religioso guía la opinión, son como barrabravas. Lo que esos grupos han hecho toda la vida es impedir la prevención del embarazo no deseado que es la madre de los abortos. Combatieron el programa de salud reproductiva, la distribución de insumos, la educación sexual. Y hoy mienten diciendo que hay que educar y prevenir. Jamás quisieron que se hiciera y se opusieron a las políticas públicas que solo apuntan a que las mujeres más pobres y que viven en lugares periféricos tengan el mismo acceso que las otras en la farmacia de la esquina, ejerciendo una discriminación contra las más débiles.
Siempre traté de cumplir la ley, y por eso impulsé esas políticas intensivas de prevención del embarazo no deseado. No he sido proaborto ni creo que nadie lo sea. Es una tragedia desde todo punto de vista. Que además le agreguemos que es un delito es absolutamente inoperativo, hasta para los fines que quieren ellos que es disminuirlo. Para lo único que sirve es para que las mujeres lo hagan a veces tarde, a veces mal, y siempre en condiciones precarias por la clandestinidad.
—¿Y qué piensa del argumento central de los antiabortistas, o sea que hay vida desde la concepción?
—Eso no lo discute nadie. Incluso antes de concepción hay vida: el espermatozoide es vida, el óvulo es vida, cualquier célula es vida. Pero una cosa es decir que hay vida y otra cosa es decir que hay persona. Ahí hay una distancia enorme y es en lo que se basa todo Occidente para despenalizar el aborto sin entrar en discusiones de este tipo. ¿Entonces qué queremos nosotros? ¿Hacer una teoría distinta sobre cuándo se es persona? Hay vida en una semilla, pero no es el árbol. El desarrollo del sistema nervioso empieza después de las 12 semanas. Ahí puede empezar uno a pensar que hay un atisbo de persona porque las células ya están más diferenciadas, pero eso vuelve a ser una discusión absurda.
—Con el Presidente en contra, la Iglesia en contra y un Papa argentino, ¿cree que la ley va a salir?
—Lo dije de entrada: esto fue una maniobra distractiva de un Gobierno al que le va muy mal. Además, cuando era jefe de Gobierno de CABA, Mauricio Macri vetó una ley sobre aborto no punible, y echaron a la ministra de Salud de Buenos Aires, Zulma Ortiz, que se adhirió al protocolo nacional. Ahora, sin perjuicio de que creo que es un Gobierno que no tuvo ninguna intención de cumplir las leyes vigentes (porque hoy ni siquiera se cumplen las de salud reproductiva y de educación sexual, y el protocolo de aborto no punible no rige en la mitad de las provincias), aun con la finalidad distractiva, me parece un hecho positivo que se haya generado el debate. Porque se empezó a tomar conciencia de esta realidad, dejó de ser un tema secreto y hermético, y me parece que favorece la maduración del conjunto. Puede haber aún bastantes resabios, pero la opinión de la Cámara de Diputados está cambiando fuertemente. E s te es un debate que se ha desencadenado en la Argentina con una posición muy clara y que va a ser recurrente, y por eso falta muy poco para que se resuelva como lo resolvió Occidente.
—¿Pero considera probable que no sea ahora?
—Creo que la despenalización es inexorable. Lo que estamos discutiendo es si se hace ahora o un poco más adelante, porque es una tendencia mundial irrefrenable y la propia sociedad argentina lo demuestra. Los que se oponen se refugian en razones religiosas, y como Argentina no es una teocracia -aunque esas razones son respetables para quienes profesan este cultode ninguna manera la política de Estado tiene que ver con lo que dictamina una religión. No quiero ser pesimista, creo que desde que esto empezó hasta ahora ha cambiado mucho la situación general, y las encuestas en parte lo muestran . El reaseguro ellos siempre fue el Senado, que es más conservador. La mayoría de los senadores son varones y mayores de 60 años, el tema no los toca demasiado. Pero tengo la seguridad y el optimismo en el tiempo. Me gustaría que se aprobara ahora para evitar más muertes, y para eso trabajo. Si hubiera salido tiempo atrás hubiéramos evitado muchas, más de tres mil desde que volvió la democracia. Pero, insisto, es inexorable. Por eso no tiene sentido dilatar una cuestión ya zanjada en las sociedades que más admiramos en el mundo y a las que nos queremos parecer. Quizás en la historia quede la responsabilidad de los que demoraron la decisión y de cuánto dolor nos hubiéramos ahorrado.