John está sentado en la vereda, al frente de su local de comida árabe sobre la calle 27 de abril, y en su mano derecha tiene un mate. “¡Adiós, amigo!”, dice con una sonrisa. Y ese “amigo” la repite a cada rato. Llegó a Córdoba hace cuatro años y siete meses escapando de la guerra que azota desde 2011 a su país y ya está establecido en la ciudad, donde esa palabra la reitera y pone en práctica, porque ha cosechado muchos amigos, a pesar de que todavía le cuesta hablar en castellano.
John Altahhn tiene 45 años, vivía en la ciudad de Homs, Siria, con un buen pasar junto a su esposa y su hija e hijo. Tenía una fábrica. Todo quedó atrás. La guerra se lo quitó, como a muchas cosas más.
No le fue fácil salir de su territorio amado. Fueron muchos diálogos con su familia, pero la violencia los expulsó. Sus ojos brillan cuando habla de Siria y recuerda esos días donde tuvo que tomar la decisión más difícil que jamás pensó tomar.
En los primeros tiempos en esta tierra extraña buscaba ver noticias sobre lo que pasaba en su país, se conectaba a Facebook para ver qué decían. Pero nunca las noticias eran buenas y le hacía mal. Se ponía mal y triste. Ya no ve las noticias. Ya no las buscas. Pero a veces esas noticias lo buscan a él.
Previo al 2011 en Serbia se percibía un buen ambiente, más allá de que ya era un país con problemas económicos, pero que la riqueza cultural e intelectual le daban otro aire muy alejado a los prejuicios y estereotipos que vendía Hollywood. Pero tenía muchas contradicciones que explotaron en aquel histórico 2011, y vertiginosamente produjo una escalada de violencia que desgarraron sus cimientes y provocó que miles de sus ciudadanos abandonaran el país.
Ya lo escribió Kapuscinski, una historia se lee en los libros y otra muy distinta se vive en los huesos. Y la familia Altahhn lo lleva en sus huesos y en su mirada; es que esos ojos han visto cosas ingratas e injustas.
Entonces el cambio fue fuerte. De ser propietario de una empresa a estar al frente de un local de comidas. Pero John le puso el pecho a la situación, como cuando afrontó que tenía que cuidar a su familia y dejar toda una vida atrás. “Algunos compatriotas perdieron todo, pero también su familia. Nosotros, por lo menos, estamos todos juntos”, expresa en árabe.
Su hijo Farhan es quien nos hace de traductor. Cuando llegó era un niñito que arribaba al país de su admirado Lionel Messi. Hoy ya es un adolescente, amiguero como su papá, e hincha y socio de Belgrano. Farhan es amable y respetuoso de sus padres, esa es su cultura y mira de reojo sin entender que acá eso no sea tan así. Y también aclara: “Siria no es como muestran las películas”.
A la Argentina ingresaron más de 400 personas de origen sirio (45 en Córdoba) a través del “Programa Siria”, una herramienta que desde 2014 promueve la Dirección Nacional de Migraciones para garantizar el visado humanitario para extranjeros afectados por el conflicto de aquel país.
“No se quería ir. La guerra empezó en el 2011 y recién salimos en el 2015 cuando ya era muy feo. Fue difícil porque dejaron su país, su vida... Argentina nos recibió muy bien. Hubo gente buena, tal vez hubo gente mala. Pero la mayoría nos recibió muy bien. Nos cambió todo, otra cultura, otra manera de vivir. No tuvimos dificultad en adaptarnos, a mis papás sí al comienzo… Pero acá si trabajas podes vivir. Por supuesto que extrañamos, sí, pero hay momentos feos que queremos olvidar. Es difícil que volvamos a nuestro país”, relata Farhan mientras John lo mira y hace un gesto de aprobación.
Flor de Siria se llama el local de comida árabe que la familia Altahhn tiene en 27 de abril 722, donde hay empanadas árabes “de verdad”. Se nota que son distintas. También hacen kebbe, kabab, tabbulé, falafel, kabab, shawarma... Y ahí siempre está John con su mate, una costumbre muy común en los sirios. A tal punto que, según un informe de la BBC, Siria es el mayor comprador de yerba mate en el mundo. “En mi país toman más mate que acá”, dice Farhan.
John se sienta en la vereda, acomoda sus largas piernas, se ceba unos mates, fuma un cigarrillo y ve pasar autos y gente. Gente que al comienzo era extraña, pero muchos de ellos se transformaron en sus clientes y en sus amigos. Aunque no deja de pensar en Siria, su República Árabe de Siria, a la que quiere libre, pero sabe, y lo expresa, que será muy difícil volver a vivir a su país. La extraña, pero también comprende, como escribió Ariel Scher, extrañar no es igual que estar, pero también significa querer.