Un think tank —cuya traducción es “tanque de pensamiento”— es un laboratorio de ideas, instituto de investigación, centro de pensamiento o centro de reflexión, cuya función es la reflexión intelectual sobre asuntos de política social, estrategia política, economía, militar, tecnología o cultura.
Según la Universidad de Pensilvania, con 225 laboratorios de ideas, Argentina es el cuarto país con más think tanks en el mundo y el primero en la región. El dato, al sorprenderme, me obligó a la reflexión y luego a la investigación.
En principio pensé que no había suficiente difusión del pensamiento de los ‘think tanks’, pero a poco que revisé redes sociales y otros medios de propagación, llegué a la triste conclusión de que la ambición general en nuestro país se centraliza en lo económico y en los placeres menores y no en la de conocer las ideas innovadoras.
Platón reconoce tres clases de hombres según la parte del alma que más actúe sobre las demás y predomine: el filósofo para la parte racional; el ambicioso para la fogosa, y el negociante para el lucro.
“La ambición es un deseo inmoderado de gloria”, sostiene Baruch Spinoza. En todo caso, la codicia es lo malo de la ambición, y no el afán en sí.
Conocer es distinguir y obtener de las cosas una idea clara y distinta: quién “ambiciona” fogosamente el conocimiento, sin duda debe esforzarse y descartar alguna actividad, en teoría más placentera. Creo que el placer es en realidad “conocimiento”; esto no lo saben, aquellos que en el confort de la mediocridad, practican el ocio apático e improductivo.
El desafío es, entonces, cómo sacar a la masa de la apatía, esto es que experimente la ambición de conocer y luego el placer de saber más y en definitiva mejorar la sociedad y torcer la decadencia.
Mi concepto primario es propiciar una think tank que se dedique a generar ideas sobre cómo difundir el conocimiento. Lo cual significa constituir una usina que se aboque a difundir lo que generan el resto de las think tanks.
Y una idea primaria: en cada publicidad oficial de la enésima inauguración de la misma obra se podría iniciar con una frase célebre de Juan Bautista Alberdi, el prócer argentino: “¿Quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza”.
Gestor de patrimonios financieros y Contador Público.
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