Me comentaron que un grupo de científicos habría dispuesto investigar el origen de la epidemia de indefiniciones que está asolando a la clase política en Argentina, a la que se atribuye que muchos dirigentes están más desorientados que John Travolta en el meme de ‘Pulp Fiction’. Según esos expertos, se trataría de un virus que impide a Juan Schiaretti decidir cuál será la fecha de las elecciones provinciales, a Rodrigo De Loredo anunciar si irá por la gobernación o la intendencia, a Mauricio Macri confirmar si se lanzará otra vez para competir por la presidencia y a Mario Decara determinar si quiere ser Defensor del Pueblo, gobernador, intendente o jurado de los premios Marlo en Villa Carlos Paz.
Precisamente, el temor es que este mal se expanda a la comunidad artística veraniega y que sea el causante de que Fede Bal no haya sido capaz de elegir entre Sofía Aldrey y Estefi Berardi. Y en Belgrano hay alarma ante la posibilidad de que esta curiosa peste pueda llegar a afectar al goleador Pablo Vegetti, quien con su capacidad de definición es el artífice de la notable campaña del Pirata en primera. Por ahora, se ha descartado que la ola de incertidumbre pueda haber atacado al gobierno estadounidense, donde no dudaron en derribar a un objeto desconocido que sobrevolaba la costa de Alaska, sin importar que se tratase de un globo chino o del mismísimo Superman.
Estarían bajo sospecha casos como el de Patricia Bullrich, que en su visita a Córdoba no hizo explícito su apoyo a De Loredo ni a Luis Juez en la interna local de Juntos por el Cambio, una actitud idéntica a la que tuvo María Eugenia Vidal el viernes, cuando en el almuerzo que compartió con ambos precandidatos en Colonia Caroya habría evitado alcanzarle el salero a uno de ellos para que no se interprete ese gesto como una muestra de su preferencia por él. Como agravante, Vidal también se reunió con Gustavo Santos, lo que aumenta la intriga sobre cuán profundamente se habría sumido la exgobernadora bonaerense en este estado al que en las redes sociales se identifica con el hashtag #Nichichanilimonada.
La que aparenta ser inmune a esta cepa hamletiana es Elisa Carrió, quien no titubeó en anunciar que aspira a ser presidente, porque considera que con eso se logra “garantizar la unidad” de la coalición opositora, algo así como tratar de apagar el incendio echando más leña al fuego. O como pensar que el homenaje en el Monumental a Daniel Passarella podría ser un modo de ‘garantizar la unidad’ en River Plate. Hay quienes señalan que, en realidad, Carrió intenta posicionar mejor a su partido, la Coalición Cívica, para tener mayor peso en una alianza donde hasta ahora el PRO y la UCR eran los únicos que estaban reclamando para sí los ‘talles especiales’.
Hablando de este tema, en lo que podría ser leído como un aporte desinteresado a las campañas contra la discriminación, Juan Schiaretti está buscando estrechar los vínculos con el sector de ‘los gordos’ de la CGT, en su búsqueda denodada por construir un puente sobre la grieta, una obra que demandaría un esfuerzo equivalente a cien vueltas más a la circunvalación… por lo menos. En esta proyección nacional que viene emprendiendo, el mandatario de Córdoba esgrime como bandera los logros de su gestión en la provincia y, aprovechando un clásico cuartetero de las Chichí, una de las figuras actuales del género regional estaría grabando un jingle que diga: “El modelo cordobés/ no es un chiste de Juez / El modelo cordobés/ lo exportás como querés”.
Mientras se proclama esta voluntad exportadora que podría incluir la declaración de nuestra tonada como patrimonio intangible para evitar las habituales pésimas imitaciones, por otra parte se estarían estudiando mecanismos para frenar importaciones como la violencia narco santafesina, la sequía pampeana y, en especial, la tórrida siesta santiagueña, que en los últimos días se enseñoreó en nuestro territorio, con temperaturas que hacen silbar las pavas sin ponerlas sobre el quemador. El día en que la Mona Jiménez empiece a cantar chacareras y los habitantes a la vera del Suquía comencemos a pronunciar las ‘s’ al final de las palabras, ya será demasiado tarde: el cordobesismo se habrá teñido de santiagueñismo y nos habremos ganado para siempre la enemistad de los tucumanos.