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Lágrimas de bombera

Lucía Cruel es una bombera voluntaria en Villa Rumipal, además de ambientalista, y cuenta cómo vivió los incendios en la provincia.

30-8-2020-Lucía Cruel
A LOS 16. A esa edad Lucía Cruel se unió a los bomberos, una pasión que fue creciendo con el tiempo. | CEDOC PERFIL

Lucía va en la camioneta. El paisaje lastima. Cenizas, árboles quemados, animales muertos al costado del camino. Y no, no aguanta. Empieza a derramar lágrimas, aunque intenta disimularlas para que no la vean sus compañeros. El dolor que le causa el contexto es muy grande. Respira profundo y se concentra en el objetivo: combatir el fuego. No fueron días fáciles los que vivió el Cuerpo de Bomberos de la provincia de Córdoba. Las imágenes que se observaron del fuego destruyendo todo a su paso en las sierras son sólo un mínimo de lo que realmente atravesó el personal.

Sin embargo, esas postales del infierno que generan impotencia, a personas como Lucía Cruel las llevan a la acción. Así fue cuando en el 2009, cuando tenía 15 años, y veía lo que estaban sufriendo en su pueblo, Villa Rumipal, con los incendios, decidió ser parte de la solución y no quedarse en los lamentos.

Ese año, debido a todo lo que había sucedido en el Valle de Calamuchita, en Rumipal se hizo una convocatoria para abrir el primer cuartel de bomberos voluntarios del pueblo.

Y allí fue Lucía. “Tenía 15 años cuando se me despertó esto de querer ser bombero. Se abrió la convocatoria buscando aspirantes para crear el primer cuartel de la localidad. Pero el requisito era que había que ser mayor de 18 años”, recuerda Cruel, que no aceptó un “no” como respuesta.

“Me enteré que un compañero con 16 años había entrado. Entonces fui a golpear la puerta. Me respondieron que tenía que cumplir 16. Y justo en esos días los cumplía. Apenas los cumplí, volví al cuartel, golpeé la puerta y el jefe fundador me aceptó como una excepción porque querían que fueran mayores de edad para poder abrir el cuartel. Desde ese momento fui la más chica de todos los que nos empezamos a capacitar y en diciembre de 2009 se abrió el cuartel definitivamente”, relata quien actualmente forma parte del cuerpo de suboficiales de la institución: es cabo primero y subcoordinadora de materiales peligrosos de la Regional Nº7.

Lucia Cruel presta servicio en el cuartel de bomberos voluntarios de Rumipal, donde hay 24 bomberos, de los cuales cinco son personal femenino. En sus redes sociales se califica como amante de la naturaleza y cada tanto publica imágenes tomadas por ella, porque le gusta la fotografía, de aves autóctonas de las sierras cordobesas. Por eso sufre cuando ve lo que sucede. Y no es una exageración calificarlo de sufrimiento.

“Me genera mucha impotencia, no puedo explicarlo. Soy una convencida de que el 90 por ciento de los incendios forestales en Córdoba son intencionales. Pero obvio que no voy a  trabajar pensando en eso, no voy a combatir el fuego pensando en un culpable; mí objetivo, y para lo que me preparo, es ir a apagar el fuego, salvar vidas, bienes y el medio ambiente en lo posible. No voy pensando en quién lo ocasionó, pero sí genera mucha impotencia ver que la biodiversidad de Córdoba ha disminuido drásticamente por los incendios. Me genera dolor. Con mí mirada ambientalista observo el ambiente con otros ojos, que se quemen hectáreas, pensar que han muerto tantos animales, tantas aves, se pierde vegetación, árboles autóctonos, eso me mueve y me afecta. Siento ese dolor de ver lo que se está perdiendo y que no lo recuperaremos. A esa perdida la hago muy mía”.

En los últimos días, más allá de estar al frente de los siniestros en Calamuchita, también prestó servicio en el incendio de Deán Funes, estuvo en la zona de Villa Albertina y en Ischillín.

Más de diez años siendo bombera voluntaria, su vida gira en torno a su servicio. Incluso confiesa que antes de elegir una pareja o un trabajo -recientemente se recibió de docente- analiza si podrá complementarlo con el cuartel. No se ve lejos de su pueblo, porque ése es su lugar y es donde ejerce su pasión de bombera.

Y por eso también tiene lágrimas, como las que derramó el miércoles último mientras estaba de guardia en el cuartel y escuchó que pasaban autos por el frente y aplaudían. Sí, la aplaudían a ella y a sus compañeros por la labor que realizaban. Un reconocimiento inesperado que le provocó esas lágrimas, en este caso, de emoción.

“Estar al servicio de...”

“Cada decisión que tomo está pensada en bomberos”, dice Lucía, que cuando le consultan por qué es bombera no lo puede explicar con palabras. Se le nota los quiebres de voz al tratar de definir sus razones de estar al servicio de la comunidad de manera voluntaria.

Pero cuando se la escucha hablar, las razones quedan en evidencia: “Soy maestra, terminé el año pasado el profesorado en nivel primario, y por el tema de la cuarentena este año no me pude inscribir. Espero el año que viene poder ejercer. Bomberos es mi pilar, al igual que mi familia, y también lo será mi servicio de docente. Siempre trato de buscar estar al servicio de. Creo que los que estamos en esto elegimos estar al apresto. Lo mío es ayudar, colaborar, pensar en el otro”.