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TURISMO CULTURAL

Los turistas invaden la legendaria Irán

Un viaje en primera persona al legendario país que se remonta a los orígenes de la humanidad. Imágenes de la antigua Persia a través de la mirada de dos cordobeses.

Irán
El imponente mausoleo de Fátima, en la ciudad sagrada de Qom. | CARLOS HAIRABEDIAN

Sin prejuicios ni condicionamientos ideológicos, fuimos con Marina Stivel a Irán, llamada uno de los ‘ejes del mal’ por los Estados Unidos de Norteamérica que, a su vez, es considerada por los iraníes ‘el gran Satán’. Nuestra mirada, obviamente, es turística. Describimos lo observado.
A los cordobeses tal vez les puede interesar que no vimos mendigos, trapitos, naranjitas ni vendedores ambulantes y que sus espacios públicos lucen limpios y ordenados y no se corre riesgo alguno durante la trayectoria.
Centenares de turistas, especialmente alemanes, franceses, españoles y asiáticos, atraídos por la fascinante y milenaria historia de Irán –la antiquísima y majestuosa Persia– invaden el legendario país, que se remonta a los orígenes de la humanidad.
Ven facilitados sus anhelos por una flexibilización del ingreso, pese a que el régimen no fomenta el turismo porque considera que los visitantes tienen, potencialmente, capacidad de contaminar con sus valores las rigurosas normas que desde la revolución de Khomeini, en 1979, regulan la vida de sus 80 millones de habitantes.
No obstante, pese a ese férreo control sobre la existencia privada y pública –sobre sexo, alcohol, vestimenta y costumbres– y la vigencia de embargos que los afectan, Irán sorprende con su extraordinario desarrollo fundado en la riqueza de sus reservas petroleras y gasíferas y la indudable aptitud para la gestión de su población.
Ciudades modernas y bellísimas, con jardines, plazas, parques y caminos de gran diseño; una iluminación sobresaliente; la ausencia de publicidad comercial e incitación al consumo, y un enorme despliegue de seguridad, brindan una inesperada imagen.
Sabido es que los clérigos chiítas, que constituyen el nucleo dominante del poder, con una ideología propia de la Edad Media e inspirada en el fundamentalismo islámico, suscitan cierta desconfianza al haber construido un estado teocrático en pleno siglo 20.
Comparten el poder con la temida Guardia Revolucionaria, aunque el contrapeso es la demanda de mayor apertura y más libertad de los disidentes y especialmente de los jóvenes.
Son estos últimos los que viajan con mucha frecuencia y a lugares donde pueden conquistar satisfacciones que le están vedadas. Por ejemplo, a la vecina Armenia, famosa por la reconocida calidad de sus bebidas alcohólicas, y a Thailandia, por el espíritu abierto de sus mujeres.
Los testimonios impresionantes de su pasado, representan un estímulo decisivo para el flujo turístico. Impacta que en las calles las únicas figuras que se exhiben (al margen de la de los imanes), sean las de los mártires de la guerra con Irak, en la que sufrieron un millon de muertos.
En la deslumbrante ciudad de Ispahán vivimos momentos intensos, pues allí se erige el gigantesco barrio Armenio, con las solitarias cruces de las iglesias cristianas, barrio que desde 1600 alberga a los armenios, recibidos por los musulmanes persas quienes les dieron refugio para salvarlos de la persecución del imperio Otomano.
Más adelante, en la ciudad sagrada de Qom (una especie de Vaticano de los chiitas) nos topamos con un funeral que nos hizo estremecer. Se oía un canto desgarrador, acompañado de rítmicos golpeteos sobre el cuerpo, lo que nos generó una sensación angustiosa que aún perdura.
Ya antes, en las tumbas excavadas en la montaña, donde se encuentran los cuerpos de Darío y Jerjes, los hacedores de la mítica ciudad de Persépolis, nos emocionó saber que los pobladores de las inmediaciones habían impedido en los inicios de la revolución, que se destruyeran esas tumbas como habían hecho los talibanes en Afganistan con los budas de Bamyan.
Hay más relatos sobre esta gran experiencia, que reservamos para el futuro.