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ARQUITECTURA Y MEMORIA

Matadero Madrid: de barbarie animal a centro de creación contemporánea

El espacio cultural madrileño eligió conservar su nombre para mantener viva la memoria de su pasado industrial y doloroso. Los robustos pabellones, que durante seis décadas fueron símbolo de la barbarie animal, son hoy un complejo cultural vital que alberga danza, cine y pensamiento crítico.

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DE MATADERO A CENTRO CULTURAL. Con entrada libre y gratuita —de lunes a domingo de 9 a 22— el espacio alberga actividades en las más diversas disciplinas culturales. | CEDOC PERFIL

*Especial desde Madrid

El aire de la Plaza de Legazpi hoy huele a danza, cine, diseño y pensamiento crítico. Un ajetreo que marca un contraste brutal con el eco de los lamentos que hasta hace apenas tres décadas resonaban entre los pabellones de ladrillo visto.

En un acto de memoria audaz, Matadero Madrid, el Centro de Creación Contemporánea, decidió conservar su nombre. Es la cicatriz de una ciudad que elige enfrentar su historia: el lugar que fue sinónimo de sufrimiento animal es ahora un templo del arte y la reflexión, un testimonio de cómo un espacio puede mutar de la barbarie a la civilización.

La arquitectura misma narra esta tensión: por caso, lo que otrora fue el espacio de degüello de ganado lanar, es hoy el Centro Danza Matadero, un proyecto cultural que extrae su savia del arraigo de la ciudad en la profunda tradición de las danzas de España y de la universalidad que le sirve de fuente fundamental.

En un ejercicio de respeto patrimonial y reversibilidad arquitectónica, muchas naves aún exhiben, intactas, las marcas de su pasado: pesados cortinados plásticos y paredes desnudas. Tal como explican desde el Centro, la intervención se centró en “preservar la envolvente exterior de cada una de sus naves y crear proyectos reversibles”, logrando así mantener la huella del pasado mientras se desarrollan las propuestas culturales más diversas. Pero el contraste no solo es estético, sino ético: en las mismas paredes donde antes reinaba el sacrificio, hoy prolifera el disfrute intelectual y artístico.


La historia incómoda


La génesis de Matadero se remonta a finales del siglo 19, cuando el crecimiento exponencial de Madrid y los problemas de salubridad e higiene obligaron a las autoridades a planificar un matadero industrial moderno. La dehesa de Arganzuela fue el sitio elegido y el arquitecto Luis Bellido el encargado de proyectar el complejo, siguiendo el sistema alemán de pabellones aislados. La construcción, iniciada en 1911, culminó con su inauguración en 1924, y el complejo fue agrupado en cinco sectores: producción, dirección y administración; matadero; mercado de abastos; mercado de trabajo, y sección sanitaria. Estos contaban además con viviendas para el personal, capilla y un sistema de circulaciones y ferrocarril propios.

La historia del Matadero, no obstante, estuvo lejos de ser lineal. El recinto estuvo muy cercano a la línea del frente durante la defensa de Madrid en 1936, por lo que algunas de sus dependencias fueron empleadas como depósito de municiones. Tras la guerra civil se admitieron otros usos como la construcción de la nave para almacén de papas en 1940. Cuando, a partir de los años 70, las instalaciones comenzaron a quedar obsoletas, se iniciaron las primeras intervenciones para dotar de nuevos usos a algunas naves. El arquitecto Rafael Fernández-Rañada intervino la nave de estabulación y venta de terneras para destinarla a actividades socioculturales. En los años 90, el arquitecto Antonio Fernández Alba convirtió los antiguos establos de vacuno en la sede del Ballet Nacional de España y de la Compañía Nacional de Danza.

Así, en 1996, tras casi seis décadas de actividad industrial, el matadero cerró sus puertas; aunque el hito definitivo llegaría en 2005, cuando se aprobó una modificación del plan especial que incrementó el uso cultural al 75% del total, dando inicio a su metamorfosis como centro de apoyo a la creación.

El complejo —que abarca 48 edificios y 165.415 m²— atrajo en 2024 a 1.312.053 visitantes, una cifra que habla por sí sola del éxito de la reconversión.

Un ecosistema cultural de vanguardia


Desde su relanzamiento en 2006, el centro no solo ofrece una programación extensa compuesta por exposiciones, teatro, festivales, música en vivo, cine, conferencias y talleres, sino que se articula a través de una red de instituciones que apuestan por la diversidad, la transversalidad y la conexión internacional.

Bajo la dirección artística de Matadero Madrid, la actividad se articula a través de una Oficina de coordinación y de los programas públicos Intermediae (dedicado a las prácticas artísticas socialmente comprometidas), Medialab (una plataforma institucional de investigación, creación y producción experimental) y el Centro de residencias artísticas (con programas abiertos a artistas, educadores, comisarios e investigadores).

El recinto también alberga centros con gestión artística independiente que lo dotan de una programación amplia: Cineteca Madrid, inaugurada en 2011; la Nave 10 Matadero, un centro público dedicado a la creación dramática contemporánea y el ya mencionado Centro Danza Matadero, que funciona como un proyecto cultural orgánico, abierto y transversal.

El programa se enriquece con la colaboración de socios privados cuyas iniciativas contribuyen a una programación diversa y multidisciplinar, como La Casa del Lector; La Central de Diseño; Madrid Artes Digitales (MAD); El Centro de Experiencias Inmersivas ubicado en la Nave 16, y la Academia de las Artes Escénicas de España.


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De Pasolini a Cleopatra

Más allá de las visitas guiadas (generales, para grupos, escuelas y familias) Matadero refuerza su compromiso con la vanguardia y la memoria con una agenda que, para noviembre y diciembre incluye —entre muchas otras actividades— un homenaje a Pier Paolo Pasolini a medio siglo de su asesinato y la exposición “The Animals”, una serie de retratos de animales maltratados y rescatados por activistas, de la fotógrafa y artista Estela de Castro.

Además, en el ámbito inmersivo, la exposición “Cleopatra” propone revivir un viaje al pasado para conocer la historia de la última reina de Egipto a través de hologramas, mapas interactivos, proyecciones 360°, realidad virtual y metaverso. El espacio también ofrece un extenso programa de actividades para la infancia y su familia, donde se mezclan juegos, exploración, talleres, creatividad y espectáculos.