“Trabajar con el docente es la manera más abarcativa para la formación de públicos futuros”, empieza diciendo la artista plástica que en 2001 emigró a Estados Unidos, luego pasó a Londres y regresó a su ciudad natal en 2016.
La afirmación se explica por sí misma: si los docentes de nivel inicial y primario empiezan a pensar en los museos y en las instituciones culturales como áreas donde ellos puedan nutrirse de elementos que complementen la educación en el aula, ya hay gran parte del camino cubierto. “Un docente tiene un impacto en el aula mucho mayor que el que puede tener un trabajador de museo en una visita donde tal vez haya 20 personas. Además, si no hay un mediador en determinado museo, el docente puede trabajar con sus alumnos en la interpretación del patrimonio”, asegura Inés Szamrey.
Así, asoma la figura del ‘mediador cultural’ que se distancia del guía -entendido este último como el encargado de mostrar a otros aquellas cosas dignas de ser contempladas para responder a los nuevos criterios de la museología. “La mediación cultural es una disciplina en emergencia que tiene mayor desarrollo en España y en Inglaterra. Hay dos vertientes: una es encarar el trabajo desde el arte con fines sociales. Podríamos decir entonces que es un conjunto de estrategias que buscan solucionar problemas sociales a través del arte. También son las estrategias que abordan los departamentos educativos de las instituciones museísticas para hacer accesibles sus colecciones a la mayor cantidad de público posible. La otra vertiente responde a la necesidad de alfabetizar a la mayor cantidad de gente en arte contemporáneo a través del trabajo con las escuelas y con los docentes. Propone una renovación de lo que tradicionalmente ha sido la visita al museo como una experiencia de someterse a una lluvia de información pasivamente por parte de un guía que asume una posición superior en relación al alumnado y a los docentes, sin dar ninguna posibilidad de producir un proceso propio de significación a partir de la obra”, detalla Szamrey.
Así, una es eminentemente social y tiene su razón de ser en un trabajo de campo con la gente que más lo necesita y la otra tiene más que ver con los paradigmas del arte.
Szamrey pasó por distintos escenarios donde se aplica el arte -desde diseño gráfico, publicidad, pintura, educación, diseño editorial- y durante su estadía en Nueva York participó en ferias individuales y grupales. Ya en Inglaterra formó parte de comunidades de artistas que trabajan juntos en un mismo edificio. “Tenía mi estudio en un edificio de cuatro pisos donde había 250 artistas visuales trabajando. En Londres también empecé a ver las variantes dentro de la educación que estaban disponibles para artistas visuales. Allá existe una enorme red que está sostenida en políticas públicas, que permite a los artistas insertarse en el ambiente educativo de manera relativamente fácil a través de convocatorias de proyectos que organizan desde instituciones culturales hasta museos. Hay cierta facilidad para conseguir financiamiento, por distintas vías: privadas, públicas, semi públicas. Una vez que se tiene una idea y una necesidad a cubrir, no es un escollo la falta de presupuesto cuando uno intenta iniciar un proyecto sino que es algo con lo que se cuenta”.
Propuestas culturales. En efecto, fue a partir de haberse ido y haber visto que las industrias culturales tienen un desarrollo tan rico y promisorio que entendió que el consumo y la producción de cultura es respetado por la mayoría de la población: “El público se interesa por las distintas propuestas culturales, el volumen de gente al que se llega es mayor. Entonces el artista puede vivir de su trabajo, lo que no pasa en Argentina, en términos generales”.
En un país donde el presupuesto para cultura es indiscutiblemente una de las razones de su progreso, Szamrey pudo comprobar resultados en cuanto a la reducción de la pobreza, de la marginalidad y de los conflictos sociales: “Es evidente que la conexión entre el presupuesto en educación y cultura bien manejado redunda no solo en mano de obra para artistas profesionales sino que lleva a que las industrias culturales tengan un nivel de profesionalismo muy alto. Lo he visto y he sido parte de esa estructura, así que estoy convencida que se puede”.
En 2020 la artista comenzará a trabajar con 220 Cultura Contemporánea en capacitación de mediación en museos “aunque aún no está definido el nombre, ya que quieren abarcar la mayor cantidad de gente involucrada en estos ambientes de la cultura”, finaliza.
Córdoba en materia de mediación cultural
Szamrey encontró un espacio de trabajo muy rico en Casa Naranja, donde se desenvuelve como miembro del equipo de gestión cultural. “Es un equipo multidisciplinario compuesto por personal de la empresa y otros agentes externos, con los que nos hacemos cargo del trabajo con el público durante la duración de las muestras”, cuenta.
En el Museo Caraffa trabajó en conjunto con los artistas y el equipo de producción de la muestra Ficción, de Horacio French, donde organizó un programa de mediación que incluía visitas escolares llevadas adelante por un grupo de mediadores voluntarios externos al museo que formaron especialmente. “En el Caraffa también participé con un proyecto de mediación en la muestra de la artista Claudia Santanera, Proyecto Caranday: La soledad que precede al nacimiento”, reseña.
Otra experiencia fue en una feria del libro en Río Segundo: “Fue una semana de articular una serie de actividades para los colegios, para que fuera de aprendizaje y no vacía. Y en MAC (Mercado de Arte) del año pasado pudimos armar recorridos mediados para el público a través de una iniciativa de la Universidad Nacional de Córdoba, que formó durante 10 semanas mediadores que trabajaron voluntariamente”.
El arte como herramienta social
Interesada en un primer momento en el trabajo con familias y niños a partir de las posibilidades del arte como herramienta de función social, Inés Szamrey participó en convocatorias para abarcar a familias de inmigrantes que estaban excluidas de la comunidad de los barrios. “El gobierno, a través del municipio abre convocatorias de proyectos para solucionar un problema puntual: cómo hacer para integrar a los inmigrantes de la comunidad turca o polaca, por ejemplo, que han llegado al país y no se le da espacio dentro de la sociedad para sentirse incluidos. Es decir, cómo hacer para que no se produzcan guetos de esas comunidades”, señala.
En museos se dedicó a proyectos destinados a la comunidad brasileña o para la tercera edad, siempre con altos niveles de respuesta. “En las escuelas abordamos problemas de aprendizaje de niños autistas, con problemas de atención o síndrome de down. Trabajábamos durante un mes en un proyecto de arte cuyo resultado era una obra que consistía en empapelar el exterior de la escuela, con un diseño basado en talleres de dibujo y pintura de ellos”, sostiene Szamrey.
También abordó la enseñanza de la historia y matemáticas a través del arte: “Convocaban a proyectos de colaboración entre las áreas de las ciencias duras y el arte, para involucrar de manera más efectiva a los estudiantes en el dictado de esas materias. Entonces buscábamos las conexiones que había de esas materias y armábamos una obra con ellos, a través de la geometría o la química”.