Luego de un exitoso paso en 2016, Mercedes Morán trae nuevamente ¡Ay, amor Divino! a Córdoba. Este unipersonal autobiográfico, que tiene a la actriz de la recordada Gasoleros girando por el país, surgió de una inquietud relacionada a una serie de circunstancias actuales de la vida personal de Morán que la empujaron a revisar el pasado: “Lo primero que hice fue preguntarme de qué tenía ganas de escribir y surgieron algunos temas de hoy: el paso del tiempo, mi condición de mujer, la dependencia hormonal, el miedo al futuro”,le dice a PERFIL Córdoba en una entrevista telefónica. Y ese proceso de escritura la llevó a revisar su propia vida, porque “tenía que empezar por el principio para ver cómo se había conformado esa persona que soy hoy”.
“Son relatos que no remiten a una vida extraordinaria, sino a una bastante común, donde la empatía es fácil de provocar con cualquiera del público que no se dedique a la actuación”, aclara Morán y toma distancia de otras experiencias de colegas: “No es una biografía oral de una actriz, ni mucho menos, sino de una persona, una mujer. Con la ayuda del director, Claudio Tolcachir, convertimos estos textos en un monólogo teatral. Entonces, cuando empezamos a trabajarlas, personifiqué todos los personajes que evoqué. Y quedó como prólogo final la idea inicial de que en tiempo presente dejo de volver a la infancia y la adolescencia, y me encuentro hoy intervenida por los miedos que comentaba al principio”, relata.
–¿Cómo aparece Córdoba en ese discurrir de tu vida en la obra?
–De manera muy especial, porque mi infancia transcurrió entre San Luis y Córdoba. Tengo mucha familia allá. Pienso que la infancia es el lugar del origen: donde nos formamos, donde por primera vez fuimos impresionadas por personas, modelos, referentes como madres, tías, primas, amigas. Toda esa galería de mujeres que miré con ojos de niña y, de alguna manera, me acompañaron siempre, pertenecen a Córdoba. La infancia es ese lugar que uno lleva consigo a todos lados, a pesar de que a esta altura de mi vida he vivido muchos más años en Buenos Aires que allá, hay algo de lo primordial que sigue latiendo acá. De hecho, muchos de los personajes que hago en el espectáculo son cordobesas. Hablo como ellas y el lenguaje y la musicalidad me resulta muy familiar. Por supuesto que fue especial cuando vine el año pasado por primera vez con Amor Divino, porque sentía que estaba retratando mi casa en mi casa. Entonces, la expectativa era mayor que en otros lugares. Por suerte, esa ansiedad la superé porque fue bien recibido.
–¿Cómo te llevas con las giras?
–Armé este espectáculo porque tenía ganas de salir de gira por el país. Las últimas obras eran muy enormes, con un gran despliegue de escenografía que no permitía salir. Me encanta hacerlo, sucede entre película y película, pero también me llena de nervios porque estoy sola en el escenario, haciendo algo a partir de mí, sin protección de ningún personaje.
En Argentina: Amor a última vista, con Ricardo Darín, con quien repite dupla luego de Luna de Avellaneda. Comienzan a filmar en febrero de 2018. Dirigida por Juan Vera, ópera prima del reconocido productor. “Es una comedia romántica de gente de nuestra edad que vuelve a poner sobre la mesa que el amor de pareja no es excluyente de la juventud. Es una historia con mucho humor y encanto, con la que la gente se va a sentir muy identificada”. En
En Chile: Luego de su reconocido papel en Neruda, de Pablo Larraín (chileno nominado al Oscar por No), Morán fue convocada por otro célebre director del país vecino, Andrés Wood -realizador de Violeta se fue a los cielos- para en mayo filmar otra vez allí. “El elenco aún no se terminó de conformar. Cuenta la historia de un trío de amigos, una mujer y dos hombres”, dice Morán.