“No nos asustemos de que Llaryora haya tenido que llegar hasta Rubén Martí para encontrar un intendente de Córdoba que valga la pena, había asesores que le recomendaban remontarse a Jerónimo Luis de Cabrera”, me comentó alguien cercano al intendente, después de que éste hiciera uso de la palabra en la apertura de sesiones del Concejo Deliberante. Y es que vivimos en una ciudad tan castigada que muchos la comparan con Estocolmo, pero no por su organización comunal sino por el síndrome. El jefe del ejecutivo municipal dijo que: “Córdoba no debe retroceder”, en especial porque si seguimos yendo para atrás vamos a tener que trasladar la plaza San Martín a barrio Yapeyú de vuelta.
Cuando Martín Llaryora hablaba de las pésimas administraciones que lo precedieron en los últimos 20 años, sentado en el sector VIP sudaba la gota gorda Luis Juez, no por sentirse aludido sino por la sensación térmica que reinaba en el Centro Operativo del CPC Colón que fue sede de la ceremonia, donde se registraba una temperatura que les hubiera parecido demasiado alta hasta a los demonios del averno. Más caliente aún se mostró Rodrigo de Loredo, en su caso a raíz del contenido del discurso, que según el radical no le hizo honor a una ciudad que “da para más”, aunque no aclaró si da para más calor, para más inseguridad o para más equipos en primera división.
Como anfitrión, en su carácter de titular del Concejo Deliberante, Daniel Passerini había dejado habilitado minutos antes de la sesión ese Centro Operativo que ocupa el edificio donde antes estaba el Cosmic Bowling, acto en el que evitó lanzar una bola contra conitos anaranjados, como habían sugerido concejales que supieron ser habitués de aquel legendario comercio. En su alocución, Martín Llaryora le sirvió en bandeja el apoyo a la candidatura de Passerini, quien ya está más que instalado como postulante: su presencia en redes es tan abrumadora, que habría ciudadanos de Vancouver, de Singapur y de Nairobi dispuestos a votarlo como el próximo intendente de Córdoba.
Tras la postergación del miércoles, cuando un inesperado corte de luz había impedido que Llaryora hiciera sonar la campana de largada del año legislativo a nivel municipal, por precaución desde el Palacio 6 de Julio se habría realizado una compra masiva de velas, que al no ser utilizadas para ese fin, podrían terminar sirviendo para decorar la Cueva del Oso y realizar allí visitas guiadas. La salida de funcionamiento de la central de Atucha 1 (por un incendio intencional) desató un resurgir de teorías conspirativas que fueron desde una invasión alienígena similar a la de la película ‘Chicken Little’, hasta una profecía desconocida de Nostradamus, según la cual “una luz caerá y se derretirán los palitos y los bombones helados en los freezers”.
Antes de que el suministro de la energía eléctrica se hubiese visto interrumpido en una buena porción del país, el presidente Alberto Fernández inauguró las sesiones ordinarias del Congreso nacional con una oratoria embravecida que algunos insidiosos le adjudicaron a una probable inyección intramuscular de camporismo. Sin embargo, la vice, Cristina Fernández, se mostró impertérrita ante la encendida verba del mandatario, compitiendo en cara de póker con los representantes de la Corte Suprema, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, quienes cuando Alberto los acusó de “intromisión” en funciones del Poder Ejecutivo, no movieron ni un músculo de su rostro, una habilidad que sólo les es reconocida a las estatuas vivientes y a los árbitros después de anular un gol.
Lo que los analistas no logran desentrañar es el motivo por el cual Fernández eligió ese tono de barricada para su intervención verbal. Hay quienes arriesgan que aspira a ser reelegido, otros barruntan que quiere congraciarse con el ala más dura del kirchnerismo y otros creen que habría consultado al ChatGPT sobre cómo se hubiese dirigido por cadena nacional Vladimir Putin. Sólo cabe esperar que en la respuesta, la inteligencia artificial no lo haya instruido para recuperar por la vía armada viejos territorios del Virreinato del Río de la Plata, como el Alto Perú o la Banda Oriental. Por las dudas, Inglaterra manifestó explícitamente que “las Malvinas son británicas” y el Imperio del Sur cordobés dejó en claro que quiere a Juan Manuel Llamosas en la fórmula como vicegobernador, para sofrenar su furia independentista.