Se habla de las consecuencias de la pandemia y de la guerra en Ucrania, pero en realidad es otro el acontecimiento internacional que tiene a mal traer a las figuras de la política cordobesa en estos días. El inoportuno Mundial de Fútbol viene esta vez a coincidir con un lanzamiento más importante que el del ARSAT: el de las campañas electorales.
En tanto, en los comercios prenden velas para que la gente se acuerde de comprar regalos navideños entre octavos y cuartos de final, las alianzas partidarias se debaten entre presentar sus candidatos ya, hacerlo después de que termine el torneo en Qatar o directamente mandar al freezer a sus postulantes y descongelarlos una vez finalizado el certamen de 2026 que tendrá como sede a Canadá, Estados Unidos y México.
Aunque parezca increíble, el balompié ha alterado la agenda de la clase dirigente, que antes tenía marcadas como instancias álgidas las jornadas de comicios y que ha empezado a regir su calendario según las fechas de los mundiales.
Quizás no falte mucho para que el humor social se mida por el termómetro de las lesiones de los jugadores, de los offsides no cobrados por los árbitros o de quién haya ganado el Balón de Oro. En ese caso, tampoco deberían quedar afuera de los cálculos de mis colegas asesores de imagen las alternativas de lo que pase en “Gran Hermano” y la inestabilidad de parejas como las de Wanda Nara y L-Gante, de Tini Stoessel y Rodrigo de Paul o de la China Suárez y Rusherking.
Más allá de todas estas variables, asoma en Hacemos por Córdoba la intención de que, antes de que la redonda empiece a rodar en el estadio Al Bayt, salga a la cancha Martín Llaryora con su postulación a gobernador, que viene más postergada que la instalación de la fábrica de Honda en Cruz del Eje.
Envalentonado por el acuerdo que consiguió con el Suoem, el intendente presume que, si pudo con Rubén Daniele, por qué no se le va a animar a Luis Juez, Rodrigo De Loredo, Martín Gill, Vicente Viloni o incluso el ancho Rubén Peucelle. Haber logrado que Juntos por el Cambio lo acompañe en el pedido de mayores subsidios de la Nación para el transporte, es una hazaña que opaca aquel récord suyo de kilómetros de cordones pintados.
Por su parte, Juan Schiaretti sigue firme en su propósito de influir en el escenario nacional y, para no ser menos que su compinche, el científico Facundo Manes, eligió como ámbito de una disertación la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde ponderó el modelo Córdoba, que podría ser estudiado allí a la par del “new deal” de Franklin D. Roosevelt y el “hay que pasar el invierno” del ingeniero Álvaro Alsogaray. Schiaretti expresó que, frente a la polarización, hay que “animarse a hacer algo nuevo”, una frase que muchos interpretaron como la necesidad de ofrecer una postura superadora, mientras que otros pensaron que se refería a iniciativas como extender al país entero el nombre de “Nueva Italia”.
En la oposición provincial, Juez y De Loredo se hacen guiños como si estuvieran en una partida de truco, pero el radical todavía sigue sin mostrar sus cartas y el senador afirma que tiene un as de espada, aunque con tal de obtener una victoria hasta sería capaz de irse al mazo. Bajo cuerda circulan proyectos de reglamento para las internas que son más enrevesados que los torneos de AFA, al mismo tiempo que se establecen acuerdos para elaborar fórmulas de las que hasta ahora es imposible despejar las incógnitas.
Los ciudadanos de a pie, por su parte, estarán más de a pie que nunca porque asoma en el horizonte un paro de transporte de tres días que podría engendrar postales urbanas como las de motociclistas llevando pasajeros sobre sus hombros, haciendo equilibrio a la manera de una pirámide humana, o de usuarios de monopatín cargando acompañantes en un sidecar.
El temor es que, si la UTA no tiene respuesta a su reclamo de aumento, sus afiliados opten por hacer un paro a la japonesa: los colectivos pasarían con una frecuencia de uno por minuto, lo que desataría un congestionamiento vehicular que no podría ser resuelto ni por una pitonisa que tenga un doctorado en destrabes otorgado por la Universidad de Salem.
(*) Sommelier de la política
