En el mapa cordobés se repite un guión que ya no sorprende a nadie: los intendentes presentan sus Presupuestos 2026 bajo el aroma violeta que dejó el tablero de las últimas elecciones legislativas y el pulso tributario que bajó la Provincia.
Las palabras “reducción”, “modernización” y “premio al cumplidor” se volvieron obligatorias, casi un credo. Puertas adentro, lo que predomina es otra cosa: la calculadora, la tensión, el miedo a desfinanciarse y la obligación política —imperceptible pero firme— de acompañar el clima de época. “Votan como libertarios y te piden que gobiernes como los kirchneristas”, supo decir en un almuerzo de Perfil Córdoba el intendente de Arroyito, Gustavo Benedetti, sobre las exigencias de los vecinos, mucho más después del triunfo de Milei en 2023 en los municipios.
La señal macro la explica Patricio Canalis, economista de Idesa, que insiste en que las provincias “están atadas de manos” a la hora de hacer reformas más audaces. Córdoba, dice, depende demasiado de lo que recauda: “Si ajusta mucho no tiene margen para acomodar impuestos, sobre todo frente a gastos que no puede dejar de atender, como salud, seguridad, educación o acción social”. Es una frase que se escucha con más atención de la que se admite en los despachos municipales.
Y agrega otro concepto que hoy parece una contraseña: “Si te fuiste de mambo (sic) otros años y ahora bajás impuestos, puede ser que termines recaudando más. La curva de Laffer te dice que una baja puede hacerte ganar más”. Pero incluso advierte que esa apuesta sólo funciona si el Estado acompaña con austeridad real. Y ahí es donde empieza el ruido.
Imitar a la Provincia, muy arriesgado
Lo que baja en impuestos la Provincia (supuestamente) derrama hacia abajo, pero los municipios no tienen la espalda para moverse tan rápido. Villa María, por ejemplo, bajo la conducción de Eduardo Accastello, eligió ir a fondo: eliminó la tasa de Inscripción Comercial y redujo alícuotas en más de diez actividades -incluida la hotelera-. El exministro provincial quiere activar el músculo emprendedor y espera la construcción de establecimientos comerciales, industriales y de servicios. Que la instalación de Mercado Libre no sea un espasmo.
Hace unos días, en Punto a Punto Radio, Guillermo de Rivas admitió que es necesario acompañar a los vecinos, pero remarcó que “Milei ha sincerado lo que cuesta las cosas”. El sureño hará un ajuste, pero discute cada detalle con su gabinete.
En Jesús María, Federico Zárate aplicó un esquema más quirúrgico: modernización administrativa, un sistema de aumentos diferenciados y premios de hasta el 25% para quienes pagan en tiempo y forma. Además, redujo y unificó las alícuotas para once rubros que ahora tributarán entre 15% y 20% menos. En su lectura, “al que apuesta por la ciudad, el Estado lo acompaña desde el primer día”. Una frase que se lee bien en redes, pero que obliga a revisar cada partida del gasto para no perder equilibrio.
En tanto, en Villa Allende eligieron una jugada precisa pero simbólica: Pablo Cornet redujo la tasa de comercio del 7 al 6 por mil, una medida que impacta en el 92% de los comerciantes. No es una revolución fiscal, pero sí una señal política que muestra alineamiento con la sintonía provincial sin arriesgar demasiado en la caja.
Prudencia extrema
Del otro lado del mapa, en Río Tercero Marcos Ferrer levantó la bandera de la prudencia extrema. Mantuvo el esquema de actualización vía RIPTE, no subió ninguna tasa al comercio y directamente eliminó una tasa ambiental para industrias. Es un presupuesto que se ordena desde el gasto, no desde las alícuotas. Desde el entorno del intendente se admite que está pidiendo un ajuste fuerte a su gabinete —al menos 30%— y advirtió que algunas ayudas sociales, como los pagos de alquileres solidarios, serán revisadas “caso por caso”. Una forma elegante de decir que no hay margen.
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Montecristo y Carlos Paz avanzan en la misma línea, preparando proyectos entre la modernización, la contención del gasto y el deseo de no quedar desalineados con la narrativa provincial. Ningún intendente quiere mostrarse como el que nada contra la corriente, aunque en privado todos dicen lo mismo: no se puede bajar mucho más sin afectar el normal funcionamiento.
Mientras tanto, el análisis de Canalis vuelve como un boomerang: los recortes proyectados en Rentas provincial rondan el 6%. “Puede parecer modesto —dice—, pero es el límite real. No hay margen para algo más atrevido”. Si la Provincia está ajustada, los municipios están caminando al borde.
Los Presupuestos 2026 terminan mostrando una verdad incómoda: la política pide alivio fiscal, pero la gestión exige solvencia. Entre una cosa y la otra, los intendentes prueban cuánto pueden tensar la cuerda sin que se corte. Y 2026 será el año en que se sabrá quién puede sostener la apuesta y quién sólo se dejó llevar por el clima de época.
Se vendrá una seria discusión sobre la cantidad de empleados y las funciones de los mismos en cada repartición y localidad. Ya lo adelantó el secretario de Finanzas en la Capital: “ante cada empleado que se jubila se buscará reemplazarlo con IA”. Veremos qué pasa.