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NUEVO VINCULO

Qué implica para Argentina el acuerdo con Estados Unidos y cómo lo ve la industria cordobesa

El marco para un Acuerdo de Comercio e Inversión Recíprocos anunciado entre Argentina y Estados Unidos abre una nueva etapa en materia de apertura, desregulación y alineamiento regulatorio. La mirada de la Unión Industrial de Córdoba: "No pedimos protección, pedimos defensa de la industria".

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APERTURA ANALIZADA. Para los industriales cordobeses la apertura debe ser un norte, pero con una mirada hacia la realidad local. | Cedoc

El anuncio del Marco para un Acuerdo entre Estados Unidos y Argentina sobre Comercio e Inversión Recíprocos, difundido por la Casa Blanca y consensuado entre ambos gobiernos, marca un giro estratégico profundo en la política comercial argentina. El entendimiento —que aún debe ser traducido en un texto final y sometido a los procedimientos internos de cada país— contempla una apertura significativa de mercados, la eliminación de barreras no arancelarias, la reducción de cargas impositivas para bienes estadounidenses y una armonización regulatoria inédita.

En términos generales, el acuerdo apunta a “impulsar el crecimiento a largo plazo, ampliar las oportunidades y crear un entorno transparente y basado en reglas para el comercio y la innovación”. El planteo está en línea con la agenda de reformas económicas que el Gobierno argentino viene promoviendo y que, desde la óptica de Estados Unidos, representan un giro hacia estándares globales de apertura y competencia.

Para la economía local, el entendimiento supone múltiples niveles de impacto. Por un lado, prevé la entrada a Argentina de productos estadounidenses con acceso preferencial en medicamentos, químicos, maquinaria, tecnologías de la información, dispositivos médicos, vehículos y bienes agrícolas. Por otro lado, Estados Unidos eliminará aranceles para ciertos recursos naturales argentinos —especialmente vinculados a insumos farmacéuticos— y mejorará condiciones de mercado en sectores como la carne bovina.

Un punto sensible reside en la armonización de estándares técnicos, que incluye el reconocimiento automático de regulaciones y certificaciones de Estados Unidos para el ingreso de productos a Argentina. Eso implicará cambios en dinámicas regulatorias y productivas que impactan tanto en exportadores como en fabricantes locales.

Barreras no arancelarias: un cambio profundo. Uno de los aspectos más transformadores del acuerdo es la eliminación de barreras no arancelarias. El comunicado destaca que Argentina ya desmontó licencias de importación y se compromete a no exigir formalidades consulares a exportaciones estadounidenses. Además, eliminará progresivamente el impuesto estadístico para bienes provenientes de ese país.

Estas medidas buscan transparentar y agilizar las cadenas de suministro. Sin embargo, también amplifican la competencia externa en un contexto en el que muchas empresas industriales aún operan bajo condiciones estructurales adversas: alta carga tributaria, informalidad persistente, costos laborales elevados y problemas de financiamiento.

La mirada industrial. Para comprender cómo se percibe este acuerdo desde la industria cordobesa, Perfil Córdoba consultó la visión de Luis Macario, presidente de la Unión Industrial de Córdoba, quien analizó el entendimiento a pocas horas de su anuncio.

Macario plantea que el sector productivo local no rechaza la apertura como concepto. Por el contrario, afirma que “nosotros creemos que el progreso está en base a una integración con el mundo de una manera amplia”. En ese sentido, señala que la visión simplificada de que la industria “pide protección a ultranza” es incorrecta: “Nosotros no pedimos protección de la industria, pedimos defensa de la industria. Que es lo que hacen todos los países del mundo”.

El dirigente industrial coincide en que ningún país abre sus puertas sin analizar impactos sobre empleo y competitividad. “Todos los países tratan de defender sus trabajos en origen. Y eso es lo que debe hacer Argentina”, sostiene. Su planteo es claro: la integración es necesaria, pero requiere condiciones mínimas que permitan competir en pie de igualdad.

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Un acuerdo con Estados Unidos: competencia directa. A la hora de evaluar el entendimiento bilateral, Macario introduce un matiz clave: Estados Unidos es un socio comercial muy distinto a otros mercados con los que Argentina suele interactuar.

A diferencia del vínculo con China, Vietnam o Brasil —más complementarios en algunos encadenamientos productivos— el mercado estadounidense implica una competencia más directa.

-El desafío es ajustar bien la mira porque es un mercado que en buena parte de su matriz es parecido al nuestro. Ellos producen muchas cosas que nosotros también producimos.

-Sí, es así. Nosotros competimos con Estados Unidos. El mercado de Estados Unidos va a ser complejo. Una apertura amplia hacia un socio con niveles de productividad, escala y financiamiento muy superiores plantea desafíos significativos para segmentos de la industria argentina.

La competitividad en el centro. Más allá del contenido del acuerdo, Macario remarca que el problema estructural reside dentro de la propia economía argentina. El empresario es categórico: “Argentina tiene que tratar de ser más competitivo. Hoy tenemos una carga pesada en materia de impuestos”.

La referencia incluye tanto la presión tributaria directa como la forma en que se aplican ciertos impuestos, en particular el IVA. “Se empiezan a generar retenciones, percepciones y saldos a cuenta que distorsionan el espíritu del impuesto”, explica. Según su visión, mientras la presión fiscal siga siendo elevada y el sistema no se modernice, la industria local partirá con desventaja frente a cualquier esquema de apertura.

A eso se suma el impacto de la informalidad. Macario señala que la existencia de una economía informal extensa no solo genera inequidades, sino que limita la posibilidad de reducir impuestos.

En construcción. El Marco para un Acuerdo de Comercio e Inversión Recíprocos aún no está firmado. Su implementación exigirá negociaciones técnicas, cambios regulatorios y consensos internos. Sin embargo, el anuncio ya opera como señal de hacia dónde pretende avanzar Argentina: una inserción más profunda, más abierta y más alineada con estándares globales.

Para Macario y para gran parte de la industria, el camino de integración es el correcto, siempre que incluya condiciones razonables: “El consumidor pretende productos de buena calidad a precios competitivos y la industria argentina tiene que tener productos de calidad con precios acorde a lo que ocurre en otros lugares”.

A pesar de las dificultades, el presidente de la UIC subraya un aspecto positivo: el país ha demostrado que puede competir incluso en condiciones adversas. “Argentina sigue compitiendo al mundo aun con derecho de exportación por más de 20 años”, afirma.

El desafío, entonces, no reside en frenar el acuerdo, sino en preparar a la economía para que pueda aprovecharlo. Eso implica enfrentar de una vez por todas los problemas estructurales que frenan la competitividad: presión fiscal, logística, informalidad, marco laboral y acceso al crédito.

Si esas piezas empiezan a ordenarse, la industria cordobesa y argentina tendrán más elementos para competir con un gigante como Estados Unidos sin perder empleo ni capacidad productiva. Si no lo hacen, la apertura podría profundizar las asimetrías.

Oportunidades y riesgos del acuerdo

El entendimiento con Estados Unidos presenta un abanico de oportunidades:

  • Mejora del acceso para productos argentinos, en especial recursos naturales, carnes e insumos industriales.
  • Aceleración de inversiones vinculadas a minerales críticos, un sector estratégico para la transición energética.
  • Alineamiento regulatorio que, aunque desafiante, reduce costos de ingreso a mercados desarrollados.
  • Participación en cadenas de valor vinculadas a soja, alimentos y dispositivos médicos.

Sin embargo, también hay riesgos:

  • Mayor competencia importada en sectores industriales sensibles.
  • Costos de adaptación regulatoria para empresas locales.
  • Impacto heterogéneo según tamaño y estructura de cada empresa.
  • Posible presión sobre ramas manufactureras con baja productividad.

El acuerdo obliga a pensar en una estrategia productiva nacional más sofisticada, que articule apertura con medidas de fortalecimiento competitivo: reducción de costos sistémicos, reforma tributaria, simplificación logística y financiamiento accesible.